Lo confieso. Aún estoy de pasta de boniato, hablando sola y tirándome de los pelos, todo a un tiempo. Y estoy segura de que cualquier valenciano o valenciana, como yo misma, estará igual si ha visto lo que yo vi el otro día en televisión y que todavía puebla mis pesadillas.

Ahí, en la pantalla de mi salón, ante mis ojos, se contorsionaba y desgañitaba el presidente argentino, Javier Milei, haciendo algo que pretendía ser un concierto de rock y al que no pondré epítetos porque una imagen -y un sonido, por desgracia- vale más que mil palabras.

¿Y que tiene que ver eso con Valencia? Pues que Milei se atrevió, nada más y nada menos, que con Nino Bravo. Nuestro Nino. Y es que si hay algo en lo que coincidimos todas las personas que nacimos, vivimos o sentimos esta tierra, es en que Nino Bravo es sagrado.

Casi más que cualquier otro símbolo o emblema, siempre empapado de connotaciones políticas. No en balde fue su obra la elegida para inaugura el Roig Arena, con un espectáculo, “Bravo Nino”, lleno hasta la bandera y cuyas entradas estaban agotadas ya desde hace mucho.

No sé si Javier Milei pediría permiso para utilizar el “Libre” de Nino Bravo para manipularlo a sus anchas, ni a las herederas del cantante ni a los de los autores, Pablo Herrero y José Luis Armenteros. Probablemente, ni se le pasó por la cabeza.

Y, si lo hizo, estoy segura de que nadie les explicó que utilizaría el tema para sus propósitos. Porque hay quienes viven en el convencimiento de que pueden hacerlo todo. Como decía aquel anuncio, todo, todo y todo.

No es la primera vez que un político usa a su antojo la obra del artista que le da la gana para hacer y decir lo que le dé la gana.

Porque ellos lo valen, como también decía otro conocido anuncio. Son conocidas las protestas de varios cantantes contra el presidente norteamericano Trump por usar sus obras en sus campañas, y no solo por la propiedad intelectual.

Adele, Leonard Cohen, Phil Collins. Rihanna, Bruce Springsteen, Celine Dione o Beyoncé, entre otros muchos, protestaron y se opusieron al uso de sus temas para fines políticos que, además, les eran del todo ajenos.

Algo que, por desgracia, no puede hacer nuestro Nino por razones obvias, aunque sí podrían hacerlo sus herederos, como hicieron, entre otros, los de Sinead O’Connor, Tom Petty o Isaac Hayes.

En el caso de Nino Bravo, Milei, no contento con destrozar artísticamente -por decirlo de algún modo- el tema “Libre”, mostraba imágenes del muro de Berlín, hombres muertos a tiros entre alambres de púas y de los atentados contra Donald Trump, Charlie Kirk y Jair Bolsonaro.

Y lo peor es que ni siquiera era original con esta intolerable manipulación del tema de nuestro artista, porque ya la dictadura de Pinochet la utilizó para sus propios fines, algo que en su día ya causó la frustración y la protesta de unos de sus autores, Pablo Herrero.

Y es que, más allá de la historia de “Libre” que, para unos, es la historia de un hombre asesinado por tratar de cruzar el muro de Berlín y, para otros -entre ellos el propio autor- era un canto a la libertad en unos tiempos -1972- en que en nuestro país era difícil hacerlo de un modo abierto, su manipulación es intolerable. Como lo es la de cualquier otra obra.

Señores políticos, escriban sus propios temas o paguen para que se los escriban y no manoseen los de otros. Y, sobre todo, no toquen a nuestro Nino. Eso sí que no.