Si buscar en Google es googlear, consultar al ChatGPT también tiene denominación propia y es gepetear, pero millennial, z, o simplemente superado por los términos; la mar salá no solo son restaurantes, varios, y en territorios costeros diversos, también es una expresión muy común, aunque un poco contradictoria, es verdad, porque de igual manera muestra asombro como se adentra en la antesala de la cólera.
Unas aguas que cuando llegan al límite con la tierra alcanzan esa franja llamada costa que requiere de regularizaciones específicas, para, entre otras cosas, conjugar su uso y su conservación.
Y, ahí, ya entramos en materia legislativa, no exenta de ideología que, por otra parte, es propio de la gobernanza, aunque precisamente por esta misma debe introducir en la balanza el peso del interés común de la sociedad. Lo que viene a ser gobernar para todos.
Litorales diversos bañan el territorio del estado español y, a orillas del Mediterráneo, la Comunitat Valenciana estrena Ley de Protección y Ordenación de la Costa Valenciana, en adelante Ley de Costas, diminutivo breve y conciso.
Del contenido normativo se ha hablado, se habla y, seguro, se seguirá hablando. Defensores y opositores, interpretaciones para todos los gustos y colores, sobre todo apuntando a aquellos lectores de un solo libro, pero ya lo decía el Capitán Alatriste: “Desconfíen vuestras mercedes de quien es lector de un solo libro”, porque no hay peor crítico que el seguidor de argumentario sin argumentos.
Lo que es innegable es la expresión de autogobierno que supone la norma autonómica acercando la ordenación al territorio, dando potestad al legislador más inmediato, al conocedor de la identidad y de las circunstancias propias, para reglar su propio entorno.
Con la aplicación del precepto estatal homogéneo en ámbitos geográficos distintos, lejos de alcanzar el ansiado trato igualitario, que no sirve ni como eslogan de televenta, lo que produce es el efecto contrario.
La rica diversidad costera requiere de regularizaciones específicas impulsadas por los gobiernos más cercanos y, en primera instancia por el más inmediato, que no es otro que el municipal.
Y aquí es precisamente donde pueden empezar a observarse las consecuencias, con impacto directo en la sociedad, de la polarización política en la que estamos sumergidos sin llegar, todavía, a ver el fondo.
Aunque, en esta ecuación, que no lo ignoren los partidos políticos, hay que introducir la variante del líder municipal, en oposición al paracaidista o cunero municipal que no actúa en su propia plaza. Del segundo, qué duda cabe, es seguidor del superior jerárquico; pero, del primero, por menos, florecen partidos locales independientes.
A la espera de desarrollo reglamentario, la Ley de Costas ha empezado a dar sus primeros pasos.