Hasta hace unas semanas, e incluso unos días, nadie hablaba de los aranceles. Es más, probablemente habría gente que no supiera bien en qué consisten, aunque también es probable que hoy mismo siga habiendo quien ignora en qué consiste un arancel sin perjuicio de lo cual se permite opinar de ello a diestro y siniestro. Porque si algo nos sobra son todólogos dispuestos a opinar de todo.
La Real Academia Española define arancel como "un impuesto que se aplica a los productos importados o a ciertos servicios", una definición incontestable, aunque no abarque todas las acepciones posibles, que deja bien claro el concepto.
La cuestión es que a mí lo de los aranceles me sonaba hasta ahora a algo antiguo, de lo que nos hablaban en las clases de historia al referirse al comercio en la Edad Media, y que no parecía suponer problema alguno en esta sociedad súper globalizada en la que nos ha tocado vivir.
Pero hete aquí que gana las elecciones norteamericanas un señor de pelo raro e ideas todavía más raras y decide resucitar los aranceles como si con eso fuera a convertir a su país en el no va más -si es que no lo era ya- en vez de convertir a sus ciudadanos que no nadan en la abundancia en el no va menos, que es lo que va a ocurrir.
Confieso que no entiendo de economía, pero eso no impide que sea capaz de ver que esto es una burrada como la copa de un pino.
Y tampoco impide que se me pongan los pelos como escarpias al ver a ese señor de pelo e ideas raras ponerse a hacer cruces en una lista de los países a los que hay que castigar, como el alumno al que la profesora le encomendaba cuidar de la clase en su ausencia.
Pero el problema es que esto no es una clase de primaria ni él es un niño enrabietado con sus compañeros, por más que lo parezca en muchas cosas.
No obstante, lo realmente preocupante es que semejante individuo haya sido mayoritariamente votado por el país teóricamente más importante del mundo, y que, con todas las locuras que ha sido capaz de desplegar en tan poco tiempo, todavía tenga los apoyos que tiene.
No sé qué opinarán sus votantes cuando el tiempo demuestre que lo que él presenta como genialidades no son sino majaderías de niños malcriados, pero tampoco sé si en ese momento, si llega, estaremos en condiciones de dar marcha atrás y revertir todas esas medidas.
Tal vez lo peor de todo es que, a pesar de que con esto de los aranceles la ha liado parda, no es lo único que ha hecho, y me atrevo a afirmar que tampoco es lo más grave.
Todas las medidas adoptadas en retroceso de los derechos de las minorías, en detrimento de la igualdad y los derechos de las mujeres, y en contra de las personas migrantes, entre otras muchas que seguro que se me escapan, son un verdadero manual de cómo cargarse el estado de derecho y las libertades de un plumazo.
Y eso en el país que siempre se ha autoproclamado como "el país de la libertad", ahí
es nada.
No sé adonde iremos a parar porque, si echamos un vistazo al mapa geopolítico, comprobaremos que este no es el único dirigente cuyas ocurrencias hacen dudar seriamente de su salud mental y mucho menos de su espíritu democrático. Y para eso no es posible poner aranceles.
Aunque quizás habría que estudiar la forma de implantarlos. Por la cuenta que nos trae.