La política, lejos de lo que pueda parecer, no es ajena a esto de la innovación, y no solo en el ámbito tecnológico, que hasta ahí todos podríamos estar de acuerdo, siempre que traigan de la mano agilidad, eficiencia y eficacia, sino también en la búsqueda de nuevas fórmulas parlamentarias, porque, al fin y al cabo, para qué están los parlamentos, si no es para debatir, sea del modo que sea.
En este rol innovista surge, desde Les Corts, en concreto, bajo la patente del grupo Compromís, una nueva fórmula parlamentaria, en cuanto al fondo, eso sí, porque se hace a través de una Proposición No de Ley (PNL), en la que solicita la dimisión del presidente del Consell.
Solicitar una dimisión en sede parlamentaria puede resultar un tanto rocambolesca y un mucho de escenificación, porque, con independencia del resultado, no tiene consecuencia jurídica alguna.
La dimisión es un acto de personalisimo ejercido, como no podría ser de otra forma, por la persona que ostenta el cargo que quiera abandonar, pero no por petición de agentes externos, esto es otro asunto, igual para otro artículo que mucho puede hablarse sobre las invitaciones de salida.
Pero la verdad es que ya está todo inventado, cuando un parlamento quiere forzar la salida del dirigente del ejecutivo, no tiene más que acudir a la denominada moción de censura, como máximo exponente de petición de responsabilidades políticas en el seno del supremo órgano representativo del pueblo.
Ahora bien, por supuesto, se requieren unas configuraciones aritméticas, que lejos está, al menos en estos momentos, de conseguir el peticionario de la PNL, que recurre a estas nuevas formulaciones con la única finalidad de conseguir consecuencias mediáticas.
Y sí, en estos momentos los medios informativos están cubriendo la votación de la dimisión de Mazón, aunque no con tantos focos como se pretendía por parte del grupo Compromís, porque, en el último momento, a petición del grupo parlamentario VOX, la votación será secreta, dejando un escenario sin luces ni fotografía.
Los reglamentos parlamentarios regulan las normas organizativas, pero esto dista mucho de la opinión popular, a la que estos menesteres ni les ocupa ni les preocupa.
Una situación que se ve acrecentada por el aumento de la desafección política, y la vía del titular sin fundamento no es precisamente la solución más práctica para que ciudadanía y parlamento converjan no solo en representaciones a modo de escaños sino en identidad.
En definitiva, mientras nuestros representantes votan una propuesta de la que no deriva ninguna consecuencia, el resto de mortales seguimos con el día a día, lejos del ruido que sale del Palau dels Borja.