Los más cafeteros, o frikis, que suena algo más contemporáneo, reconocerán este Post Hoc como la abreviatura de Post hoc, ergo propter hoc, nombre que dio título al segundo capítulo de la aclamada serie The West Wing, que se tradujo como "El Ala Oeste de la Casa Blanca".

Supongo que, para desubicados, porque, para los amantes de las series de la politik ésta, sin duda, sigue manteniéndose el Top number one, aunque muchos se empeñen en tildarla de visión un tanto moña de esto a lo que le llamamos política, y Borgen, que no se queda corta y bien podría haberle arrebatado el título.

Para el resto, el latinajo viene a decir: "Después de, por lo tanto, a consecuencia de"; y, nuestro grandioso refranero español resuelve con: "de aquellos polvos vienen estos lodos", por aquello de pretender que suene algo menos quevedesco.

Si bien es verdad que, en algunos casos, nos defina al pie de la letra los acontecimientos, también es cierto que, en innumerables supuestos, resulta ser una falacia, puesto que, entre un hecho y otro acontecido con posterioridad no existe ningún nexo causal entre ambos, y, por tanto, se rompe la consecuencia.

El contexto político actual nos genera muchos más post hoc de los que, a priori, sería deseable. La casuística en torno a la investidura de Pedro Sánchez, como presidente del Gobierno, apuntaba a que sí sería causa directa el admitir como sumatorio para la formación del propio Gobierno a partidos que ni tan solo reconocen como propio el Estado de derecho que rige en España, todo aquello que produjera un ataque a la calidad democrática, y a la estabilidad en la gobernanza.

Pero, a sensu contrario, todo ataque a la democracia actual con la cercenación de derechos no se une por nexo causal con el pacto de gobierno.

Son hechos que no traen causa más que con un plan personalista y con la única finalidad de exculpar a propios, o, peor aún, privar a la administración de justicia del cumplimiento del fin por el que se rige su existencia, que es la averiguación y el esclarecimiento de los hechos.

La división de poderes ya hace tiempo que se encuentra en la unidad de cuidados intensivos, el jaque mate en la recusación a antojo, y el principio del fin de la acusación popular ensombrece los principios sobre los que se sostiene la Carta Magna que da orden y concierto a todo el ordenamiento jurídico.

No todo lo que ocurre es consecuencia del hecho anterior, pero, la injerencia hasta llegar a la médula espinal del Estado Democrático y de Derecho, y quebrar el principio constitucional de la división de poderes, sí que nos conduce de una democracia a una autocracia a pasos agigantados si la sociedad no despierta de esta situación de aletargamiento institucional, acrecentado con la desafección política, que de esto ya hablaremos, largo y tendido.