Mi madre, mujer sabia donde las haya, usa con mucha frecuencia una expresión para decir que algo ha causado un gran revuelo: se ha armado la de Dios es Cristo. No sé exactamente de donde viene esa frase, pero lo sucedido estos días respecto a cartel anunciador de la Semana Santa de Sevilla me la ha traído de inmediato a la cabeza. Parece que estuviera pensada para esto.

Según el diccionario, armarse la de Dios es Cristo equivale a formar un lío, escándalo o barullo y parece que la frase proviene de lo sucedido en los violentos enfrentamientos del primer concilio ecuménico de Nicea, en el año 325, ahí es nada. Y, aunque haya llovido mucho desde entonces, lo de enfrentarnos por cualquier motivo sigue tan vigente que continuamos armando la de Dios es Cristo cada dos por tres. Y en este caso, nunca mejor dicho.

La polémica surgía alrededor de un cartel en el que Jesucristo aparece sobre fondo rojo intenso, con una expresión pacífica y dulce y apenas cubierto en sus partes pudendas con un lienzo, lo que dista mucha de la imagen a que estamos acostumbrados. O eso es lo que creen muchos, porque no hay más que echar un vistazo a la iconografía cristiana para percatarse de que no es el primer Cristo casi desnudo, ni con un físico o un gesto parecido. Pero hay quien prefiere indignarse que informarse, que es mucho más trabajoso y menos divertido. Dónde va a parar.

Cartel de Semana Santa de Sevilla

Cartel de Semana Santa de Sevilla

Y yo, por más que lo miro, no sé a santo de qué -también una expresión apropiada al caso- viene tanto revuelo. No voy a entrar en opiniones estéticas sobre el cartel, que para gustos hay colores, ni tampoco en el modo de decidir a quién se hace el encargo, que no viene al caso. Lo que me importa es si de verdad hay razones para que alguien se sienta molesto por este cartel, por muy devoto que sea de la Semana Santa.

La imagen ha sido objeto de ataques homófobos, y eso es lo que más me preocupa. Porque hay quienes entienden que es una imagen demasiado femenina, o tal vez lo que hoy entendemos por gay friendly, y eso les molesta. Y yo me pregunto si Jesucristo hubiera podido ser homosexual, y qué trascendencia podría tener para quienes creen en su palabra. ¿Acaso perdería valor su mensaje por tener determinada orientación sexual? La respuesta debería ser obvia, pero, por desgracia, parece no serlo tanto.

Pero voy más allá. La razón por la que ha molestado tanto la imagen no es por lo que hay en ella, sino por los prejuicios que hay en quienes la miran. Porque, de inmediato, relacionan esa imagen de expresión dulce con algo femenino, y Cristo no podía tener nada de femenino. Acabáramos. Las cualidades que más se valoran son las que se asignan a los varones, y las mujeres hemos sido durante demasiado tiempo seres de segunda categoría. Consciente o inconscientemente, se piensa en una imagen de Jesucristo como un macho muy macho, que resiste como tal todo tipo de torturas, y eso casa mal con lo que el artista expresa.

De otra parte, parece que se critica el hecho de que sea "demasiado guapo". Como si volviéramos a los tiempos de "el hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso", que creíamos superados. Sin embargo, deberíamos pensar que, si se trata del hijo de Dios, debería ser un dechado de perfección, por dentro y por fuera. Máxime, cuando consigue algo tan inaudito como resucitar, y hacerlo hecho un pincel, después de todas las perrerías que le habían hecho. Si salir de semejante trance no es para tener expresión de paz, que venga Dios y lo vea. También nunca mejor dicho.

Así que aprovechemos el escándalo para reflexionar un poco, que nunca viene mal. Igual es verdad lo de que Dios escribe recto en renglones torcidos. O en carteles de Semana Santa, que para eso lo puede todo. ¿O no?