José Emilio Picos, vecino de Paiporta, perdió a su padre en la dana y casi muere en una tienda.

José Emilio Picos, vecino de Paiporta, perdió a su padre en la dana y casi muere en una tienda. Raquel Granell

Valencia ESPECIAL 29-O

El agónico 29-O de José, que perdió a su padre en la dana y casi muere en una tienda: "Saqué la cabeza por el techo"

Miembro de la Asociación Damnificados DANA L'Horta Sud, ve "con decepción" la instrucción judicial y critica la no realización de las obras antirriadas.

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Paiporta
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El 30 de octubre de 2024, horas después de la riada y de conseguir escapar del Consum en el que se encontraba con su mujer, José Emilio Picos salió en busca de su padre de 89 años, residente en Picanya, que vivía junto al fatídico barranco del Poyo.

Tras la puerta del domicilio, una montaña de barro le impedía abrir la puerta. Cuando pudo entrar en la casa, al no ver a su padre, tuvo "claro" que había fallecido. "Estaba claro que él estaba muerto; no estaba su cuerpo ahí en la vivienda y había que empezar a buscarlo", recuerda.

Durante días recorrió las calles de las localidades colindantes "como un zombi". En su recorrido, se detuvo frente a la calle Florida, en Paiporta, donde un tapón de coches, cañas y barro impedía ver el final del trayecto. Tomó una foto del desastre y prosiguió su marcha. Días después, le avisaron de que su padre fue hallado en esa misma calle, sin vida.

"Un año después parece que fue ayer. Te aferras a ese día como que no quieres que transcurra el tiempo", asegura 12 meses después de que 230 personas perecieran en las inundaciones. Un 29 de octubre de 2024 en el que tanto él como su mujer también estuvieron a punto de perder la vida.

"Eran ríos con mucha fuerza", recuerda José. A las 19:30 horas, el agua ya entraba en el supermercado en el que decidieron refugiarse. A las 20:11, cuando sonó el Es-Alert, el agua "ya llegaba por las caderas".

"Vimos que la cosa se ponía muy fea, empezaron a entrar coches rompiendo los cristales y cuando el agua me llegaba por el pecho decidí trepar una estantería y empezar a subir a la gente. Éramos ocho trabajadores del Consum, mi mujer y yo. Cuando subimos todos rompí el techo para poder sacar las cabezas", rememora.

José Emilio Picos, vecino de Paiporta, durante la entrevista con El Español.

José Emilio Picos, vecino de Paiporta, durante la entrevista con El Español. Raquel Granell

Tras cinco horas de agonía en lo alto de una estantería, rodeado de coches y cristales, mientras que el nivel del agua no bajaba, a la una de la madrugada José y su mujer consiguieron volver a su casa, donde se encontraba su hija Paula, de 22 años.

Con ella pudo hablar justo antes de que la cobertura de los móviles desapareciera. "Le dije: 'Paula, papá va a intentar subirse a una estantería porque si no nos ahogamos todos', ahí se cortó la llamada y no pude hablar más con ella", narra José.

A la mañana siguiente, Paiporta era un polvorín, una zona de guerra que el agua del Poyo había devastado. "Caminábamos todos por la calle, sobre todo el 30 y el 31 de octubre, como zombis. Era difícil encontrarte a alguien que no tuviera o un fallecido directo o que conociera a alguien que había muerto".

"Durante cuatro días estuvimos solos", reclama. Para él, la gestión de la emergencia "fue un desastre". "El Cecopi no sirvió para nada, había mucha inseguridad en las calles los días posteriores también. Esto es un cúmulo de incompetentes", asegura.

José Emilio Picos, vecino de Paiporta, mira al barranco del Poyo.

José Emilio Picos, vecino de Paiporta, mira al barranco del Poyo. Raquel Granell

Sin embargo, además de la propia gestión de la emergencia de la riada del 29-O, José Emilio pone el foco sobre las obras antirriadas que, de haberse ejecutado en su momento, podrían haber mitigado el impacto de la tragedia.

"El desvío del Poyo es necesario. Los proyectos estaban encerrados en un cajón porque nuestros políticos no han querido ponerlos en marcha. Ellos no miran por nosotros, pero si no hubiera habido muertos, miraríamos a quien no ha hecho las obras. Los muertos han hecho un muro y ellos se han puesto detrás", afirma con contundencia.

Proceso judicial

José Emilio forma parte de la Asociación de Damnificados Horta Sud, representada por Christian Lesaec. Se trata de una asociación que se ha personado en la causa judicial por la gestión, en la que él mismo ha declarado ante la magistrada Nuria Ruiz Tobarra.

De la misma manera que resaltó la "comprensión" de la jueza, ahora ve "con decepción" el procedimiento judicial que se está llevando a cabo.

"Me gustó la actitud de la jueza durante la declaración. Lo que no me gusta es el sesgo. El empecinamiento en no imputar al presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar (Miguel Polo) me parece increíble", asegura.

Huellas de la fatídica dana del 29 de octubre de 2024, un año después en Paiporta.

Huellas de la fatídica dana del 29 de octubre de 2024, un año después en Paiporta. Raquel Granell

En cuanto al president de la Generalitat, Carlos Mazón, el pasado mes de mayo, al salir del juzgado, José declaró ante los medios que no quería hablar con ningún representante político. Un año después de la riada, mantiene que es "irresponsable e incompetente".

Además, también carga contra el Ejecutivo central. "La administración central, perdóname que te diga, pero tenemos un presidente del Gobierno que no estaba donde debería estar en circunstancias como esta y que, además, está utilizando esta tragedia para tener un rédito político".

José, hijo de uno de los fallecidos por la dana: "La Confederación está escudada detrás de los muertos" Raquel Granell Imagen

Junto con la necesidad de mejorar el trabajo de recuperación a nivel local, tiene claro que "estuvimos solos en el peor momento". "Las palabras no me van a devolver a mi padre, quiero que se dejen de palmaditas al hombro y se pongan a trabajar", reivindica.

Doce meses después de la barrancada que encogió el corazón de todo el país, José Emilio no tiene miedo cuando suena el Es-Alert. "Me acuerdo que le dije a mi mujer: 'Bueno, ¿y ahora qué? Si me da igual, si el agua la tengo por la cadera'. Yo no tengo miedo. Yo me asustaré cuando en lugar de estar cayendo 200 litros por metro cuadrado en Gandía o en la costa, estén cayendo por Chiva", concluye.