Solo una moción de censura, siempre que sume, es lo único que puede hacer caer al Gobierno de Pedro Sánchez.
Por ahora hay orden en Moncloa de aparentar normalidad aunque en los últimos meses, y sobre todo los últimos días, gobernar se haya convertido en un auténtico campo de minas.
Ni un titular como el de la subida de las pensiones o los buenos pronósticos del CIS de Tezanos consiguen marcar la agenda cuando hay continuos registros por parte de la UCO en sedes del Gobierno y excargos tan relevantes como el exministros de Transportes o el expresidente de la SEPI que han dormido esta semana entre rejas.
Sin embargo, hay un movimiento que sí puede hacer caer al Gobierno y no son los continuos casos de corrupción. Es algo más poderoso y que ha golpeado al PSOE en toda su línea de flotación: el #MeToo.
Hace cinco años centenares de miles de mujeres en el mundo empezaron a utilizar esta etiqueta para denunciar la violencia sexual y sexista, un movimiento que continúa agitando las aguas en todo el mundo, aunque queda mucho camino por delante.
Y al PSOE aún más, cuando ha reaccionado tan mal y tan tarde en el caso Salazar y el pasado viernes renunció a llevarlo a la Fiscalía para que investigue el presunto acoso sexual del exdirigente socialista.
Se limitarán, únicamente, a retirarle la militancia, a pesar de que el informe del Órgano contra el acoso acredita que los hechos son "verosímiles y trascendentes".
La historia es que este caso y el del exlíder del PSOE de Torremolinos, que Montero reconoció que tenía, y, por supuesto, el suma y sigue de los últimos días con el gallego José Tomé, el vallisoletano Javier Izquierdo, el valenciano Toni González o el alcalde de Benalcázar (Córdoba), Francisco Luis Fernández.
Y también los que pueden quedar por salir porque el 'MeToo', traducido, significa "Yo también", y puede ser que más militantes socialistas se empoderen para denunciar más casos.
La jornada de este viernes fue devastadora, y forzó a la secretaria de Igualdad del PSOE, tras la reunión con sus homólogas en las federaciones, a sentenciar que "hay un antes y un después tras lo sucedido".
Su compañera andaluza, la portavoz adjunta en el Parlamento andaluz, Ángeles Férriz, lo dejó clarísimo hace unos días: "Estoy hasta el moño de puteros y acosadores" sexuales. "En el PSOE estos comportamientos nos desgarran", fue otra de sus expresiones.
Pero esto no está ocurriendo solo en el PSOE. En esta misma semana el alcalde de Algeciras se dio de baja de militancia del PP, pero sigue en la Alcaldía y el Senado, tras llegar su caso por presunto acoso a dos concejalas de su propio partido a la Fiscalía del Supremo.
Tal es la situación que el portavoz de Vox en el Parlamento, Manuel Gavira, con y sin ironía, sugirió que "los Puntos Violeta donde tienen que estar es en la sede del PSOE” mientras se daba un banquete de palomitas viendo el espectáculo.
Por tanto, este movimiento sí puede hacer caer a un Gobierno que se está autolesionándose en su punto más débil. Eso o que la llamada Generación Z inunde las calles y lo haga dimitir en bloque, aunque esto es España, no Bulgaria.