Comprendo que el presidente del Gobierno tenga que descansar, pero la última decisión de ampliar el espacio marítimo acotado como zona prohibida tanto para la navegación como para el uso de sus playas alrededor de La Mareta es una medida muy impopular.

Entiendo que la prohibición establecida por Pedro Sánchez y sus asesores se ha debido a la publicación de fotos y videos por OK Diario y otros medios supuestamente tomados desde alguna embarcación en el mar, ya que la zona acotada en un primer momento parecía que no era suficiente para impedir la invasión de la privacidad de la residencia veraniega del presidente y su familia.

Han protestado los pescadores, pues son muchas hectáreas marítimas las afectadas, así como los hoteles cercanos a esa zona, usuarios de esas playas, los que navegan por allí y los lanzaroteños en general.

Pero al señor Sánchez ya no le importa que lo critiquen por tomarse un mes completo de vacaciones, por haber acudido tarde a las zonas más afectadas por los incendios ultra protegido y por tener medio centenar de policías y guardias civiles para que lo protejan.

Su rostro refleja el desgaste de siete años en el gobierno y el último año de imputaciones de sus familiares, el fiscal general, su secretario de organización, su anterior secretario de organización y otros muchos altos cargos políticos y públicos. Los casos de corrupción que le afectan a él directamente, a su partido y a su gobierno no paran de crecer. Todo va de mal en peor y a pesar de sus apoyos parlamentarios, cada vez más menguantes, él sabe que su fin se acerca.

El presidente también sabe que pueden pedir los jueces el suplicatorio para él, pues pienso que no se librará como en su día se salvó Felipe González de ser imputado y procesado por el GAL.

Sus comparecencias públicas denotan su cansancio y deterioro pues por mucha resiliencia que tenga, su conciencia no le debe permitir descansar correctamente ni vivir el día a día como otros dirigentes políticos de otros países democráticos que abandonan el cargo por un titular en primera plana en la prensa que le afecte de lleno.

No me gustaría estar en la Mareta mientras toda España observa cómo el responsable del gobierno está en aquel palacio regalado al rey Juan Carlos protegido por tantos policías y guardias que tienen que adelantar de su bolsillo las dietas, impidiendo a los bañistas, marineros y toda clase de navegantes el acceso no a la zona colindante como se ha hecho siempre, sino a un espacio injustamente acotado para evitar que todo el mundo observe como un político acabado se refugia allí huyendo de sus obligaciones y de su cercanía al pueblo.

Él sabe que ya no podrá pasear por las calles de España tranquilamente y que en cualquier lugar se le recriminará su caradura. Seguirá intentándolo todo para continuar en el poder, quizás para tener el aforamiento, pero la justicia avanza con los pocos medios que tiene al igual que la UCO y otras policías judiciales a las que se les intenta boicotear su trabajo.

Pedro Sánchez tendrá un final de verano difícil y un otoño peor. Por eso, yo creo que quizás no llegue a finales de año. Ni él mismo puede sacar ya más conejos de la chistera. Por eso, quizás la presencia de Zapatero junto a él en Lanzarote y las visitas de Illa obedecen a una estrategia para poner a otro socialista en su lugar y conseguir que el gobierno social-comunista continúe con el apoyo de los partidos separatistas, que no harán más que esquilmar las arcas del Estado, exigiendo más competencias e incrementando las diferencias entre los españoles.

La Mareta es testigo de los últimos días de un presidente. Tras este descanso estival ya no volverá Sánchez a su palacio canario, su ostentación en la isla quedará para la historia como han persistido las imágenes de Franco en el Azor.