Iba yo caminando por la calle Betis de vuelta a casa tras ejercitarme desde temprano recorriendo bonitos rincones de Sevilla. Entonces pensé cuando pasaba junto a Abades en algunos actos a los que había asistido allí hace tiempo convocados por instituciones empresariales, políticas o sociales. También recordé el club Antares y las conferencias con almuerzos en su sede.

Reflexioné sobre el poco tiempo del que disponemos los abogados y otros profesionales para estar en todos lados a la vez. Yo comienzo mi día haciendo deporte y después inicio mi jornada laboral que continúo hasta las diez de la noche, al menos de lunes a jueves. El viernes procuro finalizar en el bufete a medio día aunque después me dedique a escribir artículos, filmar videos, impartir clases, etc.

El tiempo libre lo dedico a la familia, a leer, pasear, viajar, disfrutar de las librerías, el campo, la playa, etc. No sé si me estoy convirtiendo en un ciudadano poco sociable o es que dedico mucho tiempo a mis clientes y los casos que me encomiendan. Lo que sí sé es que cuando no trabajo, necesito hacer deporte, estar con los míos o disfrutar de una playa del Algarve en silencio sin escuchar a gente que cuenten su vida sin importarle que otros se enteren.

También me gusta entrar en La Casa del Libro de Madrid y ojear libros sentado en uno de sus ventanales que dan a la Gran Vía. Ahora mismo, viajo a Córdoba y ya imagino como me perderé en la Facultad de Filosofía y Letras y escribiré allí en un lugar tranquilo. En la ciudad de Séneca, pasearé por las tranquilas calles de la Judería, junto a la Mezquita, las murallas del Alcázar y la ribera del río.

Volviendo a lo que decía al principio, pensé en aquel momento junto al Guadalquivir cómo la gente ociosa suele rellenar sus ratos libres asistiendo a actos litúrgicos, sociales, políticos, empresariales o con otros contenidos. Quizás seamos pocos los que prefiramos conversar con tranquilidad, leer un buen libro o encontrarnos con nosotros mismos en los ratos libres antes que coincidir con las mismas personas que vemos en casi todos los encuentros a los que hemos asistido en nuestra ciudad.

A lo mejor por eso me resultan más interesantes los eventos a los que soy invitado fuera de Sevilla, pues conozco a gente nueva y las conversaciones son distintas. Y mejor estoy en Londres o la Costa Azul que en una concurrida playa de nuestros litorales más cercanos.

Desde la lejanía y en un entorno sosegado se prepara uno mejor para la vuelta a las actividades cotidianas tras las vacaciones. Ya en estos días, repaso lo que ha sido el último curso iniciado en septiembre y casi terminado ya. Cada año llega uno al descanso estival con más ganas y con más reflexiones sobre lo que hemos hecho o dejado de hacer.

Y a uno le vienen los recuerdos de aquellos veranos de la infancia junto a una piscina, las noches de cine, los buenos amigos, las niñas guapas y un helado respirando el aire libre de la sierra. Y los buenos momentos de la adolescencia bailando con la pandilla tras tomar unas cuantas cervezas y haber pasado el día tostándonos al sol, el billar, los dados y las tentativas para conquistar a aquellas chicas que más nos gustaban.

Entonces apenas teníamos obligaciones más allá de terminar el curso con pocas asignaturas pendientes. Hoy y ayer: es bonito pensar en los buenos ratos que hemos pasado esos veranos que ahora vemos como si estuviésemos ahí volviendo a casa en una noche fresca con la rebeca que nos habíamos puesto en el cine sentados en un sillón metálico mirando a la rubia de delante que a veces nos observaba de reojo con sus bonitos ojos verdes.