El mapa de los investigadores sevillanos. Sevilla
La Nueva Planta: una mirada viva a la Sevilla del XVIII
La Nueva Planta de Sevilla es una obra gráfica de Pedro Mena Vega y Javier Navarro de Pablos expuesta en el vestíbulo de la Escuela de Arquitectura desde septiembre.
Pablo de Olavide era un tipo ocupado. En el verano de 1767, solo un día después de ser nombrado asistente (alcalde) de Sevilla, el rey Carlos IV ya le había encomendado la colonización de la Andalucía vaciada. El limeño, enérgico y confiado, no duda en acometer ambas tareas porque, como buen ilustrado, espera que el empleo de la razón y de la ciencia sean garantía de su éxito. Olavide sabe que, para transformar la realidad y llevársela a su terreno, necesita primero asirla, entenderla: dibujarla.
Es por eso que, adelantándose a lo que ocurrirá en los siglos venideros, tanto en las amplias faldas de la Sierra Morena como en las estrechas callejuelas hispalenses despliega el poder irresistible de la planificación urbana para llevar a cabo sus propósitos. El famoso plano de Sevilla que da a la luz en 1771 como uno de sus grandes logros responde plenamente a esa necesidad de conocer y controlar la ciudad para poder mejorarla. Así lo explica cuando escribe ese año a otro de los empeñados en la reforma del país, el conde de Aranda: «hasta ahora no se había sacado Plano alguno de una ciudad tan vasta y numerosa […], y siendo difícil comprenderla, era mucho más difícil gobernarla».
Treinta y cinco años antes, en otra gran ciudad, la Eterna, un grupo de entusiastas ha tenido la misma idea. No es que Roma esté precisamente falta de planos, pero desde luego sí de uno con la precisión geométrica y catastral que ya anuncian iniciativas como la de la familia Cassini, que en aquella época recorre Francia con sus instrumentos para triangularla y definirla hasta el centímetro cuadrado. Liderados por el abad hispano-milanés Diego Revillas, los eruditos romanos comparten su inquietud con un arquitecto recién llegado del norte de Italia, formado en topografía y agrimensura, que asume inmediatamente el proyecto como propio y vincula a él su destino: Giovanni Battista Nolli.
En el mundo de la arquitectura y el urbanismo, decir este nombre es tanto como señalar el origen de la ciudad contemporánea: comenzar a entender lo urbano como algo continuo, permanentemente vivido y revivido, que trasciende el simple límite entre exterior e interior para abordar toda la riqueza de lo intermedio, de los tránsitos por zaguanes, soportales, galerías y patios.
Un vistazo al plano original, publicado tras diversos retrasos en 1748, bastará para distinguirlo rápidamente de tantos otros que nos pueden ser familiares: en él se nos revela por primera vez una ciudad abierta, en la que están ahí para nosotros no solo las calles y plazas sino las naves de las iglesias, los jardines de los palacios e, incluso, los claustros de los conventos más inaccesibles.
Nolli necesitó para publicar su obra maestra doce años, diecinueve planchas grabadas, toda la pericia técnica de un equipo altamente cualificado y el firme apoyo de la Iglesia, que le había brindado un salvoconducto para visitar y delinear hasta su último edificio. ¿Y si, en lugar de haber tenido que encarar continuos obstáculos en la Sevilla de su época, Olavide hubiera tenido la misma suerte? Esta es la pregunta que nos hicimos hace ahora siete años dos arquitectos recién egresados, compartiendo la misma ambición insensata que había llevado al lombardo a la quiebra y al limeño frente a la Inquisición.
El resultado, tras muchas horas de intenso trabajo y la ayuda inestimable de la compañera Pilar Canterla, es la Nueva Planta de Sevilla, la visión de lo que pudo ser un levantamiento planimétrico de la Híspalis del último cuarto del siglo XVIII si las circunstancias hubieran sido más romanas. Los 1097 lugares señalados van desde elementos claramente reconocibles del callejero actual como la catedral, la plaza de San Francisco o la Alameda a oscuras referencias a sitios perdidos como la posada de Baviera, la cuesta de la Niña o el huerto de la Imagen, todos los cuales convivían en la Sevilla real del momento representado.
Apoyados en una ingente labor previa de recopilación de plantas de edificios, padrones de vecinos, visitas a archivos y fotos furtivas a planos de evacuación de incendios, ofrecemos este trabajo como el mejor homenaje que sabemos hacer al lugar donde hemos nacido.
La Nueva Planta de Sevilla es una obra gráfica de Pedro Mena Vega y Javier Navarro de Pablos que se distribuye bajo encargo y una versión de ella a tamaño real (1.78 x 2.52 m) se hallará expuesta en el vestíbulo de la Escuela de Arquitectura desde el próximo mes de septiembre.