Entré por una puerta lateral de la Fábrica de Tabacos, ya que la entrada a la antigua Facultad de Derecho seguía cerrada casi veinte años después de comenzar las obras de reforma del edificio para acoplar a las facultades que se quedarían allí, Filología e Historia.
Esa mañana venía de caminar por el centro de Sevilla desde muy temprano, de noche aún, y al irme acercando al Prado saliendo ya de los Jardines de Murillo, algo en mi interior hizo que me dirigiese hacia la explanada que hay delante de mi facultad.
Acercándome a la cancela de los muros que rodean la edificación dieciochesca brotaban mis recuerdos y sensaciones de aquellos años tan bonitos cuando me labraba mi futuro.
Subí por las grandes escaleras de mármol rojo y allí arriba comencé a deambular por un amplio pasillo de losas de mármol blanco y gris sin cruzarme con nadie y en una cierta semioscuridad ya que la poca luz existente provenía de un gran ventanal al fondo orientado hacia la estatua del Cid.
Comprobé que podía girar hacia la izquierda y adentrarme en otro ancho pasillo que me llevaría a la zona de la antigua biblioteca. Viré a la izquierda para llegar por fin a la puerta del Aula Magna, dividida ahora en varias aulas.
Entonces, me asomé por una de las ventanas que dan a una gran terraza y divisé el cielo azul acordándome de aquellas mañanas charlando con mis amigos sobre lo divino y lo humano mientras llegaba el profesor que nos impartiría la siguiente clase.
En ese momento, me vi sorprendido por una voz que me resultaba familiar aunque lejana:
-¡Hola, Luis!
Me giré y en lo primero que me fijé fue en los ojos de Gabi y en su bonita sonrisa. ¡Era ella! Me quedé sin voz.
-¿Qué pasa? ¿No me conoces?
-¡Sí, Gabi!
-¿Qué haces por aquí tan de sport?
-Estoy en mi facultad recordando viejos tiempos.
-¡Qué casualidad! Yo también pasaba cerca de aquí y cuando llegué a la puerta del Rectorado me dije ¡Voy a entrar en mi antigua facultad de Psicología!
-¡Qué bonitos recuerdos de aquellos años! Me acuerdo perfectamente del día que te conocí en la biblioteca de tu facultad, era el primer día que visitaba esa sala tan acogedora con todas las librerías acristaladas.
-Me fijé en ti nada más entrar y me di cuenta de que no eras de la facultad, tenías toda la pinta de ser de Derecho.
-Comenzamos a charlar muy pronto y recuerdo perfectamente que te pregunté por el libro que estabas leyendo: “Tus zonas erróneas”. Lo compré ese mismo día y tú me escribiste tu nombre a modo de recuerdo. Es uno de los libros fundamentales en mi vida.
-Lo recuerdo como si fuese ayer. Creo que han reformado esa biblioteca ¡Vamos a comprobarlo!
Estuve a punto de salir con Gabi pero yo tenía novia entonces y quedamos algunas veces como amigos. Años después me encontré con ella cuando yo iba con mi bicicleta entrando en Sevilla desde la antigua carretera de Los Palacios y la invité a tomar algo en un bar del que yo era socio en aquellos años.
Charlamos y quedamos en vernos pero ni yo fui a Cádiz a verla ni ella me llamó, quizás esperando que yo diese el primer paso.
Le pregunté qué había sido de ella desde entonces y me dijo que se casó y se divorció muy pronto, y no había tenido hijos. Ejercía de psicóloga en su propia consulta y estaba en Sevilla en un congreso. Fuimos a tomar un café a la Calle San Fernando sentados en una terraza a pleno sol, mirando los dos hacia la fachada del Rectorado.
Ella me dijo que aunque hubiera pasado mucho tiempo quería confiarme que esperaba en aquellos primeros días que nos conocimos que yo le hubiese pedido salir.
-¿Por qué no me sugeriste nada?
-Anhelaba que tú dieses el primer paso.
-Estaba saliendo entonces con Carmen.
-Lo sabía, pero tú me gustabas.
-¡Y tú a mí!