Sevilla acoge el cuarto día de la semana el mercadillo al aire libre de la calle Feria. El Jueves es el más antiguo de la ciudad, y posiblemente de Europa, ya que se supone es anterior a la conquista de San Fernando. Numerología. Quizás la clave de su éxito esté en la magia de celebrarse el cuarto día. Cuatro como las estaciones del año, los puntos cardinales, las operaciones matemáticas básicas o los elementos clásicos. También los Cuatro Fantásticos, los palos de la baraja, las fases lunares o los jinetes del Apocalipsis. ¡Ay madre! Cuatro eran los componentes de The Beatles, Queen, Abba o U2. Aquí, aunque sin tanta música, la calle sigue viva y ofrece objetos como los que se exponen a lo largo de los cuatro próximos párrafos, a modo de tenderetes:

Pendientes y collares, corales, anillos, relojes… ¿Qué ocurriría a esa hora en la que se detuvo la marcha de sus manecillas? “No necesito un reloj con alarma. Mis ideas me despiertan” (Ray Bradbury). Vírgenes y Niños Jesús pueden encontrarse desde los primeros puestos, colocados a partir del cruce de la calle Castellar (que no Castelar, la del Arenal) en dirección opuesta a San Juan de la Palma. Aquí también se venden medallas de hermandades. Restos de maniquíes, esculturas y figuritas ¿Qué tendrá la de Rómulo y Remo que por todas partes está…?

De pronto nos invade el ansia por coleccionar. Decía Mario Benedetti que la perfección es una pulida colección de errores: Montones de llaveros, Hollycards, discos de 33 revoluciones por minuto (Antonio Mairena) o de 45 rpm (‘Solo pienso en ti’ de Víctor Manuel), dvd, cámaras de fotos, postales, carteles de cine (esos que el viento también se llevó de nuestras calles. Hoy solo se ven pegados, incluso un año y medio antes de que ocurran, los de los próximos conciertos en la ciudad), focos, cuadros y mapamundis. Durante siglos, el poder pasear por esta calle un jueves por la mañana debió de ser para muchas personas la única ventana al mundo, aunque se tratase de un corto viaje a través de los globos terráqueos que algunos puestos ofrecen.

Libros, cuadernillos de chistes y pasatiempos, láminas, revistas, ‘El Guerrero del Antifaz’, carteles antiguos, monedas, insignias militares y de cuerpos de seguridad, pines, candelabros, candiles, lámparas, espejos, cristalerías y cosas de cobre y plata. Hoy nadie quiere plata en sus casas ¿Le interesa un Manual curso de técnico en operaciones aeroportuarias? Por allí está. Junto a los manteles, gafas o rosarios gigantes, de esos que colgaban de la pared en casa de los mayores. La Virgen del Rosario permanece como testigo ilustre del paso de los años y preside el mercadillo desde su altar en la capilla en la que brota un olivo cada primavera.

Viaje al pasado. Juguetes antiguos, cochecitos de metal, muñecas de porcelana, Monsters o diabólicas (como la que asesinaba gaviotas en la película ‘El triángulo diabólico de las Bermudas’ que se estrenó hace casi cincuenta años y todavía se asoma a alguna de nuestras pesadillas). Ya lo dijo Antonio Machado: “El cine… ese invento del demonio”. Zapatos, muñecos manga, azulejos, macetas, espuelas, cerámicas de la Cartuja, teteras o molinillos de café, sábanas y manteles… Mientras tanto, un señor pasea un caniche pintado de rosa entre la multitud que se junta antes de llegar a Correduría...

Al final, bien. Ocho siglos -el doble de cuatro- dan para demasiado. Durante todo este tiempo hubo etapas mejores y peores en las que casi siempre se han podido encontrar objetos cutres o verdaderas obras de arte. Impulsados por este fin, todavía son muchos quienes peregrinan cada semana a primera hora a ver qué tesoro encuentran en los puestos del Jueves. Allí van los juerneros feriantes, en grupo o pandilla, con chaquetón, manos en los bolsillos y suelas de goma que los proteja del frío de este mes de enero. Abróchense las bufandas. A ver quién llega primero y se lleva el premio. Será dentro de cuatro días. La primavera se acerca…