Si hay un color característico de Sevilla es el amarillo albero. Aunque el Arco palideciera, todavía está presente en la fachada de muchos edificios representativos de la ciudad como el palacio de San Telmo o el Salvador. Destaca su presencia en el ruedo de la Maestranza o en las fachadas y en la plaza sin fuente del Patio de Banderas. También en la casa del Señor de Sevilla. Hace años, los parques de la ciudad renovaban frecuentemente sus caminos con albero intenso: Jardines de Murillo, Cristina, Paseo de Catalina de Ribera o el Parque de María Luisa. Color albero es la luz del sol al atardecer sobre las Setas, el Alcázar, la Plaza de España o el Monasterio de la Cartuja. También tiñe el suelo de las Atarazanas o de los jardines del Prado de San Sebastián, el antiguo Real.

Como dijo James Joyce, “los colores dependen de la luz que uno ve”. Pantone, la empresa norteamericana que creó el sistema PMS (Pantone Matching System) para identificar los colores por medio de un código de números y letras le asignó al albero el código 130C. Como los 130 millones de objetos que orbitan la tierra o el número del Modelo que permite a empresarios y profesionales presentar y consultar declaraciones y realizar los pagos fraccionados del IRPF, a quienes este año dará a más de uno dolores de cabeza durante esa Feria en la que unos 390 farolillos se extienden a lo largo de cada hilera de 130 metros.

No todo es de color. Como dice el refrán, “cada uno habla de la Feria según como le va en ella”. El hecho de que empiece la noche del sábado o la del lunes personalmente no me quita el sueño. Es más, para quienes trabajan en turnos, el hecho de que la Feria tenga dos fines de semana les permite disfrutar al menos de uno. Tampoco me parecen divertidos los vídeos que suben a las redes con el personal dando tumbos de vuelta, o el tener que regresar a casa en el coche de san Fernando bien entrada la noche. De color albero son también los zapatos a la vuelta...

El albero se transforma en blanco y negro en las fotografías que guardamos alimentando a las palomas en la Plaza de América. O en rosa, cuando la Feria aparece en los medios. “La pequeña pantalla es la barraca de feria donde el pueblo viene a ver las maravillas del mundo” (Kazimierz Brandys).

La Feria es una actitud. “Advertir la vida mientras se vive, alcanzar a vislumbrar su implacable grandeza, disfrutar del tiempo y de las personas que lo habitan, celebrar la vida y el sueño de vivir, ése es su arte” (Doménico Cieri Estrada). Abrirse a los demás. Hay gente que está en modo Feria todo el año. Una de las más emotivas fue aquella en la que montamos una caseta en la habitación de Iciar López-Montenegro, entonces convaleciente. Hasta Los Caminantes aparecieron. Boli Bores era la reina de la Feria. El cielo está lleno de farolillos de colores... Como todas las fiestas sevillanas, la Feria es un gran encuentro. Amigos y familia se ven una semana al año para disfrutar juntos alejados del ritmo vertiginoso que nos distrae en el día a día.

“Darle a cada día su propio afán, pero también su propia sonrisa, su propio gozo, su propio color, su propio aroma. Eso es la inteligencia. Porque una inteligencia que no nos ayude a vivir, no la quiero” (Antonio Gala). ‘Por monteras’: El albero también está presente en las obras que expone estos días Alexandra Del Bene en el Palacio de Villapanés. Las pulseras de albero de Pepa Juste llevan por lema “lo más especial que hay es regalar tu propia tierra” y el medio al que asomo los domingos desde hace algunos meses también optó por dicho color para presentarse ante la ciudad, pero sobre todo lo reconocemos esta semana en el Real. Como dicen las sevillanas de María del Monte, “en un mundo de colores todo tiene su color”. La Feria es amarillo albero.