Nos encontramos en el fin de semana meseta, ese que marca en el calendario una distancia equidistante que separa (o une) la Semana Santa de la Feria de Abril 2024. Es como si fuéramos marcapáginas en la mitad de un libro que devoramos, en el que no sabemos si sería más placentero continuar con la lectura o volver al principio. Desde que nacemos somos libres (afortunados) y hay algo que nos empuja a tener que decidir entre dos opciones. Esta ciudad vive en una permanente dualidad (existencia de dos caracteres o fenómenos distintos en una misma persona o en un mismo estado de cosas, según la RAE) en la que ya desde pequeños debemos tomar partido. Ya lo señalaba el amigo Burgos ante “el Misterio de la Mágica Dualidad de Sevilla”. Sirvan estas letras como homenaje y recuerdo.

Dicho proceso de selección comienza en la escuela, cuando tuvimos que decidir si en el recreo preferíamos comer el bocadillo junto a la portería del Betis o la del Sevilla (aunque siempre quedaba el baloncesto). A ello le siguieron decisiones como las de tener que optar por escribir la carta a los Reyes Magos a Melchor o Baltasar, pedir Clicks o Airgam Boys, comer pipas o quicos, ver en televisión a Marco o a Heidi, Orzowei o Sandokán, Batman o Robin…, Tampoco es que entonces hubiera muchos canales de televisión para poder elegir. “No tratéis de guiar al que pretende elegir por sí su propio camino” (William Shakespeare).

Con el paso de los años tuvimos que elegir entre Vespino o Mobilette, Chipiona o Matalascañas, Springfield o Pull&Bear, ensaladilla con atún o sin atún, Triana o Sevilla, Pantoja o Jurado, o el 8M o san Juan de Dios. “Pueden prohibirme seguir mi camino, pueden intentar forzar mi voluntad. Pero no pueden impedirme que, en el fondo de mi alma, elija a una o a otra" (Henrik Johan Ibsen).

Lo mismo sucede al llegar la Semana Santa a la hora de decidir entre salir o no salir si hay nubes, La Borriquita o La Paz, El Señor de Sevilla o el del Salvador, la Esperanza del Arco o la de la calle Pureza, Santa Marta o Mortaja, bandas de música o cornetas y tambores, Las Cigarreras o Virgen de los Reyes (o la tan de moda Rosario de Cádiz), aplausos o silencios a los costaleros, salir de nazareno o de penitente, con sandalias o descalzo, en Cristo o Virgen, cirio o vara, flores de cera o naturales, ¿petaladas?, música o golpe de tambor, quedarse la Madrugada despiertos o levantarse a las cinco de la mañana, Virgen con corona o diadema, torrija o pestiños.

Y la Feria de Sevilla, mejor en el Prado o en Los Remedios, la del pescaíto del lunes o el sábado, de día o de noche, caminar por los adoquines o sobre el albero, manzanilla o fino, el Real o la calle del Infierno, montarse en la noria o en la montaña rusa, chaqueta azul o beige, cinturón o tirantes, cerveza o rebujito, lluvia o sol. Ellas también tendrán que decidir además entre ponerse un traje de noche o vestirse de flamenca, la flor arriba o a un lado, llevar zapatos planos o tacones...

“La vida sin fiestas es como un largo camino sin posadas” (Demócrito). Esta misma semana ya me he cruzado con dos ‘cruces de abril’ infantiles por las calles, y al del cartel lo han mandado en las redes al Rocío ¡Qué estrés! Una vez pasadas estas celebraciones se nos plantea el dilema Corpus o playa.

Elección, alternativa, disyuntiva, dilema, preferencia, selección, posibilidad… ¡Ay madre! Hace años me comentaba Marina Bernal sobre este tema que no acababa de comprender el por qué se nos obligaba siempre a tomar partido en esta ciudad entre solo dos opciones. Y es verdad. Los grises también existen. ¿A qué sevillano no le gusta lo mejor de la Semana Santa y la Feria? Celebrémoslo. Es primavera. Faltan siete días para la Feria de Abril.