Quema prescrita en el área de El Berrocal, cerca de Almadén de la Plata (Sevilla).

Quema prescrita en el área de El Berrocal, cerca de Almadén de la Plata (Sevilla). Antonio Jordán López

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Antonio Jordán, experto en suelo: "Deberíamos dejar de hablar de cambio climático y referirnos al nuevo clima"

La combinación de olas de calor prolongadas, vegetación seca y abandono del medio rural dibuja un escenario en el que los incendios son más virulentos.

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Los recientes incendios en Andalucía y España, como el que arrasó hace apenas unos días la zona de Tarifa, han vuelto a poner en evidencia la fragilidad del territorio frente a un fuego cada vez más difícil de contener.

La combinación de olas de calor prolongadas, vegetación seca y abandono del medio rural dibuja un escenario en el que los incendios ya no se comportan como antes.

De esa transformación habla Antonio Jordán López, profesor titular de la Universidad de Sevilla y experto en edafología y química agrícola.

Jordán advierte de que debemos dejar de hablar de "cambio climático" y empezar a asumir que nos enfrentamos a un "nuevo clima", en el que los incendios de cuarta, quinta o incluso sexta generación marcan la diferencia.

Usted habla de incendios de sexta generación. ¿En qué se diferencia de los incendios tradicionales?

El término "incendios de sexta generación" ha cobrado protagonismo recientemente. De forma sencilla, podemos definir un incendio de sexta generación como un incendio que se expande con rapidez sobre un área de vegetación seca y homogénea.

Estos incendios generan múltiples focos secundarios de tanta potencia que pueden alterar las capas altas de la atmósfera, generando nubes de tormenta (pirocumulonimbos) que producen rayos y crean nuevos fuegos.

En realidad, este tipo de incendios no son frecuentes, aunque así contamos con algunos ejemplos recientes como el de Sierra Bermeja, en Málaga. Pero incendios como los que estamos viendo estos días, que pueden clasificarse como de cuarta o quinta generación, reúnen el potencial para convertirse en uno de sexta.

¿Qué hace que esta clase de incendios sean tan impredecibles?

No sé si hay un concepto más gráfico que el de "tormenta de fuego" para describir esta situación. El fuego libera un intenso calor, es capaz de generar vientos, de modo que se comporta de manera impredecible.

La corriente de aire ascendente es tan grande y potente que puede modificar la atmósfera a gran escala. Bajo esas condiciones, se forman nubes de tormenta que originan lluvia, rayos que impactan sobre la vegetación seca o el suelo y forman nuevos focos secundarios de manera aleatoria.

En un contexto de olas de calor largas, recurrentes e intensas, las condiciones de la vegetación son las más adecuadas para que se produzca un incendio, y esto es una situación nueva. Solo un cambio meteorológico puede permitir que el fuego se apague o pueda ser controlado por los equipos de extinción de incendios.

En este caso, el cambio climático, de origen antrópico, aparece ya como un responsable directo. Se trata de una situación tan nueva y caótica que, de momento, los científicos no somos capaces de modelizar ni predecir su aparición o su comportamiento.

Una tierra devorada por el fuego.

Una tierra devorada por el fuego. Antonio Jordán López

Afirma que el cambio climático está en la raíz de estos incendios. ¿Qué peso tienen otros factores, como la acumulación de biomasa o el abandono del campo?

Me gustaría precisar esto a lo que nos referimos con "cambio climático". Afortunadamente, nadie duda ya del calentamiento global, a pesar de que los científicos llevan avisándonos durante décadas de ello. En este momento ya deberíamos empezar a dejar de hablar de cambio climático y referirnos al nuevo clima.

Entre los factores comunes que podemos observar en los incendios de cuarta, quinta o sexta generación encontramos una alta velocidad de propagación sobre un paisaje homogéneo (como consecuencia del abandono del medio rural), la aparición de múltiples focos de fuego, producidos por rayos, pavesas o reavivación del fuego en zonas aparentemente ya apagadas, y el contacto con zonas habitadas.

España lleva años sufriendo megaincendios. ¿Estamos peor preparados que otros países o es un fenómeno global al que todos llegamos tarde?

España disfruta de unos servicios de extinción de incendios enormemente valiosos y eficaces con nada que envidiar a otros países, a pesar de las limitaciones en medios técnicos y las deplorables condiciones profesionales en las que los mantenemos.

En cualquier caso, lo que sí estamos viendo en otros países como Estados Unidos, Canadá o Australia es lo que los investigadores llamamos "paradoja de la extinción". Es decir: si apagamos todos los fuegos, solo estamos acumulando material combustible que, en algún momento arderá.

Es necesario, por tanto, que aprendamos a "convivir" con el fuego, que es un agente natural más. No se trata de apagar todos los fuegos, sino de comenzar a permitir fuegos de baja intensidad, controlarlos sin apagarlos, y, de esa manera, mantener bajo el nivel de combustible.

¿Hasta qué punto es eficaz la tecnología actual —helicópteros, aviones, cortafuegos— frente a incendios de quinta o sexta generación?

Seré breve: de ninguna eficacia.

¿Qué responsabilidad tienen las administraciones a la hora de permitir la urbanización dispersa en zonas de riesgo?

Toda la responsabilidad. Pero soy optimista y espero que problemas tan graves como a los que nos estamos enfrentando en la actualidad cambien la forma en que los gestores manejan la interfaz urbano-forestal.

Seis o siete décadas atrás, quien vivía en el bosque lo manejaba, porque utilizaba los recursos. Era necesario mantener limpios los caminos para extraer el corcho de los alcornoques o la madera de las encinas.

Hoy, cuando la población que vive en esos entornos ya no vive de esos recursos, sino que se trata de segundas residencias, viviendas de alquiler o cámpings, el cuidado que se pone en mantener el medio en condiciones óptimas ya no es el mismo.

Dice que los científicos llevan décadas avisando sin que se les escuche. ¿Qué cree que ha fallado en la política española y europea respecto a la gestión de los incendios?

Hay aproximaciones diversas. Pero, en general, ha primado una visión cortoplacista y, por decirlo así, economicista. En general, ha habido una falta de previsión y confianza en los criterios de los científicos.

Siempre se puede echar la culpa a los pirómanos para eludir la responsabilidad en la aparición de incendios. Un pirómano, una negligencia o un accidente pueden ocasionar un fuego.

Sin pretender eludir la responsabilidad social o penal que pueda haber en la aparición de un incendio, que un fuego se transforme en un gran incendio forestal, un megaincendio o un incendio de sexta generación no es culpa de ningún pirómano. Es culpa de la gestión que se haya realizado durante los años anteriores del medio rural y natural.

¿Considera que la sociedad española es consciente de la gravedad del problema o seguimos percibiendo los incendios como un desastre estacional más?

Hablar de la sociedad española es relativamente complejo. Si nos referimos a la sociedad española rural o a la sociedad española urbana, la conciencia del problema suele ser muy diferente.

En general, las personas que vivimos en las ciudades no somos o somos menos conscientes de la gravedad de los problemas ambientales, porque vemos en menor medida o más tarde las consecuencias. En el caso de los incendios, respuestas simples como elevar las penas por provocar un incendio causan cierto sonrojo por lo ingenuo de la cuestión.

Había incendios antes de que existiesen pirómanos y seguirán existiendo después. Pretender atribuir la gravedad de la ola de incendios que estamos viviendo estos días a los pirómanos es infantil. Se trata de la gestión.