David de Miranda saliendo por la Puerta del Príncipe de Sevilla.

David de Miranda saliendo por la Puerta del Príncipe de Sevilla. Empresa Pagés-Arjona

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Sevilla

Un impávido David de Miranda cuenta su verdad con un gran 'Hojalatero' de El Parralejo y abre la Puerta del Príncipe

Cayetano, que se despedía de Sevilla, se fue entre silencios y Roca Rey no ha tenido su mejor tarde. El sexto fue un gran toro de El Parralejo.

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Desde que le hizo el quite a Roca Rey con sus mirandinas, con el cuerpo totalmente erguido con el capote plegado en su espalda para sacarlo justo en el embroque y una larga templadísima, un impávido David de Miranda dio un aviso a navegantes.

Un aviso de que venía a contar su verdad, que tiene tanto poder, que es la que te lleva a todos sitios. Incluso, a cruzar el umbral de la Puerta del Príncipe de Sevilla.

Llegaba de Huelva a Sevilla a contar su verdad sobre sus años de lucha tras caer a los infiernos tras una importante lesión; sus años de no recibir el trato deseado en los despachos y, sin caer en el ostracismo, sus años en los que una pandemia paró en seco sus anhelos tras un incontestable triunfo en Madrid.

Si el año pasado le faltó rotundidad ante la corrida de la feria de Santiago Domecq, este venía totalmente mentalizado y con la lección aprendida para aplicar en cada muletazo todos los consejos que le daba el maestro Manolo Cortés sobre el temple.

Hay tardes que parecen que están para uno y esta del sábado de feria estaba para el de Trigueros con muchos aficionados onubenses entre el paisanaje. Pero también muchos otros que venían a ver cómo se iba del toreo entre silencios Cayetano y a Roca Rey, el rey de la taquilla, por ahora.

David se ha llevado el lote, con un 'Hojalatero' de ensueño de El Parralejo lidiado en sexto lugar, porque a veces la vida es justa, pero él lo ha sabido aprovechar firmando una faena de mucho peso sin enmendar las zapatillas.

Las chicuelinas, cuando el viento le dejó, fueron ajustadísimas y con mucha cadencia ante un animal que pronto mostró su prontitud, su calidad y buen son. El onubense sabía que no se le podía escapar y ya con el inicio, la plaza fue un clamor.

Le pegó ocho o diez estatuarios totalmente erguido sin mover una pestaña y sin salirse de un palmo de terreno con un valor descomunal para cuajarlo después a cámara lenta por el pitón derecho, bajándole la mano y llevándolo hasta detrás de la cadera en algunos muletazos circulares.

Con unas muñecas más de sedas y con un sentido del temple extraordinario, muy cadenciosas fueron dos series más por el derecho con la panza de la muleta intercalando una arrucina que, inexplicablemente, se convirtió en un cambio de mano por su apabullante seguridad.

Ya con la espada en la mano, se tiró a matar o a morir y el animal cayó redondo tras un estoconazo que le abrió de par en par su primera Puerta del Príncipe.

Ya le había cortado una oreja de peso al tercero de la tarde. Inspirado no fue tan claro como ese buen sexto, pero también tuvo calidad, que el propio Miranda potenció, mimándolo y abriéndole los caminos en cada muletazo.

La faena tardó calar en los tendidos, pero fue precisamente otra ajustada arrucina la que despertó al personal y a la música, que en este caso ayudó a que el trasteo echara el vuelo.

Lo brindó a los medios e inició el trasteo con el clásico litrazo, aunque pronto se dio cuenta que el animal quería más distancia. Se la dio, recuperó el celo y a partir de la tercera llegaron dos tandas de derechazos muy templados y muy de verdad a cámara lenta. Estas precedieron a unas bernadinas de vértigo en las que entre su cuerpo y el toro no cabía ni el aire y a una estocada que tumbó al de El Parralejo.

Despedida de Cayetano

En esta misma tarde se despedía Cayetano homenajeando a su bisabuelo con un terno lila y plata, igual que el Niño de la Palma vistió en una de sus tardes en esta misma plaza, pero el torero de dinastía se fue al igual que empezó hace dos décadas como novillero, sin aportar mucho a la tarde.

Bajo la atenta mirada de su hermano Kiko Rivera en el callejón, con el aplomado primero fue imposible el lucimiento y con el cuarto todo se convirtió en un despropósito.

Desde la actitud de la banda que, a modo de homenaje, arrancó a tocar el pasodoble 'Juncal' cuando no había cogido la muleta hasta los muletazos sin eco que intentaba Cayetano con un toro que estuvo a punto de echarse hasta en dos ocasiones tras ser excesivamente castigado en el caballo.

Un homenaje a un torero que si no llega a ser hijo, nieto y bisnieto de quien es quizás no se hubiera mantenido en el candelero taurino durante 20 años. En definitiva, un sinsentido que la Maestranza, ni lo que queda de afición de Sevilla, se merecían.

Y el que era la estrella del cartel Roca Rey se quedó de convidado de piedra y descolocado. Su primero tuvo franqueza, pero los trayazos iniciales del peruano le hicieron mella y cuando quiso torear al natural a pies juntos el animal, ya desfondado, no podía con su alma.

Con el quinto el vendaval que se levantó ya presagió el caos. Brilló con los palos Antonio Chacón ante un animal incierto, violento y con muchas teclas, con las que no acertó el peruano más pendiente de la pelea que se desencadenó en los tendidos de sol que del trasteo en sí.

De hecho, se dio cuenta de que se pasó de faena cuando el animal lo desarmó y escuchó un primer aviso aún sonando la música, algo insólito en Sevilla. Una Sevilla que parece que ha tocado fondo mientras David tocaba el cielo en volandas por la Puerta del Príncipe. Sólo falta que le abra las puertas de otras ferias. Dios nos oiga.