El novillero Marco Pérez pasea una oreja en Sevilla.

El novillero Marco Pérez pasea una oreja en Sevilla. Empresa Pagés-Arjona

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Sevilla

Zulueta y Marco Pérez desafían al ‘apagón general’ y calientan la feria con calidad y mucho oficio

El pasodoble dedicado a Javier Zulueta ha tenido mal estreno. Por primera vez el público ha aplaudido en sentido negativo a la banda Tejera cuando dejó de tocar.

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Con media hora de retraso comenzó la novillada que había levantado mucha expectación incluida en el ciclo abrileño con dos novilleros punteros del escalafón: el sevillano Javier Zulueta y el salmantino Marco Pérez ante reses de Alejandro Talavante.

Ambos han desafiado al apagón general que ha reinado este lunes en todos los hogares de España con sus ganas de triunfo, calentando la feria con mucha calidad y oficio. Sin embargo, a la tarde le ha faltado rotundidad para que el túnel de la Puerta del Príncipe se iluminara a su paso.

No ha podido ser en una tarde que ha ido contra la lógica en un estado de alerta 3 en Andalucía. A eso de las 17,15 horas se hizo la luz en el Arenal, los semáforos de Sevilla comenzaron a funcionar y la empresa Pagés echó la pata pa´lante para dar la novillada de buen juego y preciosa estampa del torero extremeño Alejandro Talavante.

El salmantino, al que Sevilla deseaba verlo vestido de luces, hizo el paseíllo con la montera en la mano al presentarse con caballos en la Maestranza. La última vez que pisó su ruedo se entretuvo en cortarle un rabo a un novillo en el festival organizado para el Gran Poder.

Como no podía ser de otra manera, comenzó arreando en la puerta de chiqueros. Allí sufrió un desarme que no le impidió enjaretarle media docena de delantales muy vistosos y una media de cartel, aunque está claro que como el toreo templado a la verónica no hay ná. Sin embargo, con la muleta le faltó pulso ante un novillo encastado que era muy difícil templar.

A sus 17 años y con más oficio que muchos matadores de toros, lo mejor que filmó fueron las trincherillas y los pases de pecho hasta la hombrera. Al final apostó por las cercanías, rozando los muslos con los pitones, que le valieron la primera oreja de la tarde.

Con el tercero quiso abrir al menos un ala de la Puerta del Príncipe, pero el escaso fondo del animal se lo impidió. El novillo llegó a echarse a mitad de la faena, sin embargo, enganchándolo con las bambas de la muleta en el mismo hocico consiguió extraerle dos tandas de naturales de bello trazo.

Tras dos pinchazos, puso todas sus esperanzas en el quinto de la tarde, un buen jabonero al que supo tocarle las teclas sobre todo al natural con profundos naturales, corriéndole la mano con temple y pases de pecho de mucho poder.

No obstante, un pinchazo previo a una estocada las diluyó porque tal y como estaba el ambiente, el premio pudo ser doble. Eso sí, la vuelta al ruedo le supo a gloria porque duró casi más que su faena.

El temple de Zulueta

Javier Zulueta, que ya ha dado la vuelta a España como novillero, en ningún momento quiso quedarse detrás en una de las tardes más especiales de novillero. Vestido de azabache, templó a su primero a la verónica con el mentón en el pecho y mucho gusto. Tras castigarlo poco en el caballo, comenzó su faena con una rodilla en tierra para basarla sobre la mano derecha.

Es cierto que el novillo en cada muletazo se fue desinflando, pero el estreno del pasodoble 'Javier Zulueta' le restó. Perfectamente interpretado por la banda Tejera, hubo un momento en que no se sabía si era la sintonía de 'Verano azul' o la banda sonora de alguna película del Imperio Romano. Tan raro sonó aquello que me atrevo a decir que por primera vez el público aplaudió en sentido negativo cuando la banda paró.

En el cuarto, de nombre Sultán y con una clase exquisita, quiso resarcir el desaguisado musical y tocó a las mil maravillas 'Suspiros de España' y ahora sí todo fue cadencia, sobre todo en un cambio de mano sensacional.

Fueron tres series por el pitón izquierdo con naturales hasta detrás de la cadera crujiendo por momentos al animal, no sólo acompañándolo. La última tanda de frente y a pies juntos fue colosal. También la estocada, pero sí es cierto que a la faena en sí le faltó esa rotundidad que requiere cortar las dos orejas en Sevilla que hubieran marcado el nivel de la feria.

Ya con toda la plaza iluminada, gracias a Dios, se fue a los chiqueros para recibir al último, pero la faena ni tomó vuelo ni forma en una tarde en la que ambos han desafiado al apagón y han dado luz al toreo porque aquí hay futuro. Qué buena tarde han tenido que pasar sus dos abuelos, quienes fueran alguacilillo y puntillero durante tantos años en esta plaza.