
Unas copas de manzanilla.
Manzanilla o Fino: esta es la diferencia entre estos dos vinos olorosos típicos de la primavera sevillana
Ambos generosos se elaboran a partir de la misma uva, la Palomino Fino, y se someten a un proceso de crianza biológica bajo velo de flor.
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Termina la Semana Santa, pero la primavera continúa. Con ella, Sevilla se transforma. Las calles recuperan su alegría, las terrazas vuelven a llenarse y los días se alargan lo suficiente como para que una copa al sol se convierta en un pequeño ritual.
En este contexto, hay una bebida que empieza a ganar protagonismo: la manzanilla. Ligera, fresca y profundamente ligada a la identidad andaluza, es uno de los vinos más consumidos en la ciudad durante esta época, especialmente en la Feria de Abril, donde adquiere un papel casi simbólico.
Pero no son pocos los que, llegada esta temporada, se preguntan en qué se diferencia realmente de otro vino muy popular del sur: el fino.
Aunque a simple vista puedan parecer casi idénticos, la manzanilla y el fino presentan características diferenciadas, tanto en su elaboración como en su sabor y origen.
Ambos vinos generosos se elaboran a partir de la misma uva, la Palomino Fino, y se someten a un proceso de crianza biológica bajo velo de flor, una capa de levaduras que protege el vino del contacto directo con el oxígeno.
Este tipo de envejecimiento da lugar a vinos secos, de aromas punzantes y con una graduación media que ronda los 15 grados. Sin embargo, la clave que los distingue está en el lugar de crianza.
Jerez o Sanlúcar
El fino se produce en distintas localidades del Marco de Jerez, como Jerez de la Frontera o El Puerto de Santa María. La manzanilla, en cambio, solo puede criarse en Sanlúcar de Barrameda, una condición protegida por su propia denominación de origen.
Este enclave costero, influido por el Atlántico y la desembocadura del río Guadalquivir, proporciona unas condiciones climáticas únicas: una mayor humedad y temperaturas suaves que favorecen un velo de flor más denso y persistente. Esta diferencia climática es determinante en el resultado final.
Así, mientras el fino presenta un carácter más seco, estructurado y con notas almendradas, la manzanilla resulta más ligera, delicada y con matices salinos y florales que evocan el entorno marítimo donde envejece.
En boca, la manzanilla es más fresca y suave, ideal para los primeros calores de la primavera, mientras que el fino ofrece un perfil más marcado, con un final más largo y seco.
Feria de Abril
En Sevilla, aunque ambos vinos son conocidos y apreciados, es la manzanilla la que ha calado con fuerza en el ámbito festivo. Su presencia en la Feria de Abril es indiscutible, tanto sola como en su versión más popular, el rebujito, mezclada con refresco de lima y abundante hielo. Esta fórmula, fresca y fácil de beber, ha contribuido a consolidar su imagen como vino de fiesta, de celebración y de encuentro.
El fino, por su parte, suele encontrarse con mayor frecuencia en otros contextos, como el tapeo o las reuniones familiares, y goza de mayor predicamento en provincias como Córdoba o la propia Jerez.
Más allá de preferencias personales, lo cierto es que tanto el fino como la manzanilla representan dos formas distintas de entender un mismo vino. Ambos forman parte de la cultura enológica andaluza y responden a tradiciones muy arraigadas.
Elegir uno u otro dependerá del momento, del acompañamiento gastronómico o del gusto individual, pero conocer sus diferencias es una forma de apreciar con más profundidad un producto que, más que una bebida, es parte del paisaje cultural y social del sur.
Con la primavera como escenario y la Feria ya a la vuelta de la esquina, conviene tener clara esta distinción para saborear, con conocimiento y aprecio, una de las costumbres más características de estas fechas en Sevilla.