Sandra Bullock vuelve a Netflix por Navidad. La ganadora del Oscar estrena su primer trabajo como actriz desde que A ciegas se convirtiera en 2018 en la película más popular en la breve historia de la plataforma. Tres años después de su triunfal recibimiento, aún no mejorado en la industria del streaming, los seguidores de una de las grandes estrellas de su generación recibirán con los brazos abiertos su regreso al cine. Desgraciadamente, no hay mucho más que celebrar en un thriller dramático ahogado hasta el paroxismo por un exceso de giros y tramas. 

Hollywood estuvo trabajando durante diez años en el proyecto de llevar al cine Unforgiven, una aclamada miniserie británica de tres episodios estrenada por ITV en enero de 2019. Después de ver el resultado, es fácil entender por qué fue tan caótico el camino a la pantalla de una producción que inicialmente iba a protagonizar Angelina Jolie con Scott Frank (Gambito de dama) o Christopher McQuarrie (Sospechosos habituales) como director y guionista. La conclusión es simple: 110 minutos no son suficientes para contar todas las ramificaciones de la dramática historia de Ruth Slater e Imperdonable no parece interesada en renunciar a ninguna de las subtramas que acaban condenándola.  

Bullock interpreta a una mujer que sale de la cárcel 20 años después de matar a un sérif de policía que iba a desahuciarla a ella y a su hermana pequeña. La devastada -física y emocionalmente- Ruth sueña con tener una vida tranquila y reconciliarse con su hermana menor, ahora una estudiante universitaria (Aisling Franciosi), pero en el mundo exterior ser la asesina de un policía no es la mejor carta de presentación. Con la ayuda de un abogado que vive en la casa donde sucedió todo (Vincent D’Onofrio), un compañero de trabajo que ignora su pasado (Jon Bernthal) y un empático agente de la condicional (Rob Morgan), Ruth busca una segunda oportunidad en la vida. 

Los cambios en la premisa son mínimos respecto a la producción original, aunque en el último acto de Imperdonable el guion escrito a seis manos por Peter Craig, Hillary Seitz y Courtenay Miles (rara vez suele ser sinónimo de buenas noticias que haya tantos guionistas vinculados a un proyecto) da un giro sorpresa hacia el drama aún más radical que te obliga a mirar a la protagonista con otros ojos. El gran error de Imperdonable, sin embargo, viene de antes: querer ser tres películas en una. Ninguna de ellas es satisfactoria. 

El drama de Netflix pretende explorar las consecuencias de aquel traumático suceso acontecido 20 años atrás, tanto desde el punto de vista de la ejecutora como del de los otros protagonistas involuntarios del suceso: los dos hijos del policía asesinado y la niña que perdió a su hermana mayor y encontró una nueva familia que ahora debe lidiar con la liberación de una mujer de la que nunca hablaron a su hija. Las tres subtramas no tienen el tiempo o el arco narrativo necesarios para justificar su lugar en una película que paga caro su indecisión. Hay una razón por la que la serie original estaba contada en tres episodios. 

En la imagen, Sandra Bullock y Rob Morgan.

Las respectivas historias de los personajes quedan en tierra de nadie (el guion nunca sabe qué hacer con la confusión de esa joven que sabe que le faltan piezas al rompecabezas de su vida) o directamente desdibujadas (la accidentada trama de los hijos del sérif parece ser víctima de un montaje que se ha dejado numerosos pasos por el camino). Ni siquiera la entrega de Bullock, una actriz que abraza como nunca antes la deglamourización y la solemnidad para trasladar a la audiencia los traumas de un personaje consumido que busca algo a lo que agarrarse, es capaz de salvar la película.

El artificio y el caos se apoderan del debut en inglés de la alemana Nora Fingscheidt, una directora que había causado sensación en la Berlinale con la provocadora System Crasher y que aquí es incapaz de poner orden en una película que es víctima de sus propias decisiones. El pedigrí de sus responsables acaba jugando en contra de las supuestas ambiciones de Imperdonable.

Hans Zimmer compone la banda sonora junto a uno de sus músicos de confianza, Viola Davis aparece en un personaje satélite que debería haber recaído en una actriz de carácter y Guillermo Navarro (el director de fotografía de El laberinto del fauno) intenta reflejar la atmósfera opresiva de una historia que necesitaba un enfoque mucho más pequeño y naturalista. En Hollywood, a veces más es más. Esta no es una de esas ocasiones. 

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