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Si pensamos en un verano en Galicia es inevitable imaginar las impresionantes playas que bordean nuestra costa o el placer tan nuestro de poner una sudadera a las ocho de la tarde cuando empieza a caer el sol, pero más inevitable resulta pensar en las noches del verano gallego, donde siempre hay un claro protagonista: las fiestas de verbena. Esas fiestas en las que las orquestas unen a generaciones versionando los hits del verano, sin olvidarse de las canciones populares que todos nos sabemos de pe a pa.

De esas noches de verbena nos pueden hablar bien dos de sus artífices, las bailarinas de las orquestas más importantes de toda Galicia: Cristina Díaz, bailarina y coreógrafa de la París de Noia y Sara Allegue, bailarina y encargada de las coreografías de la orquesta Panorama, quienes han convertido las orquestas de toda la vida en un verdadero espectáculo del que cuesta apartar la mirada.

Para Cristina y Sara el verano es una maratón en las que no solamente recorren todo el territorio gallego, sino también Madrid, Asturias, Cantabria…y así hasta completar alrededor de 155 fechas. Una gira exigente en la que “a lo mejor hay meses con 20 días seguidos” cuenta Sara, “y donde una fiesta se merece el cien por cien que la anterior”.

Aunque la gira fuerte es en verano- de junio a octubre-las orquestas no paran y ellas trabajan todo el año actuando o ensayando. “Nosotros solo paramos un mes de vacaciones, tenemos un contrato indefinido y vivimos de esto todo el año, hay una estabilidad perfectamente”, comenta Cris, que lleva en la París de Noia desde el año 2019.

Un ritmo que, como cuenta Sara, aguantan gracias a un público que “antes de abrir el telón ya están cantando la canción porque saben cómo empieza París y cómo empieza Panorama, a mí se me eriza la piel todos los días”.

Lo que se abre ante ellos nada tiene que ver con las orquestas de antaño, en las que el cantante no tenía siquiera bailarines en su escenografía.

Hoy en día, en una actuación de la París o la Panorama no solamente hay bailarines, también acróbatas, luces y focos potentes y un escenario a la altura de un concierto de cualquier artista reconocido.

Es un proyecto que hay que defender. Todos bailamos, no hay stop para nadie, las orquestas son espectáculos”, describe Sara, pero espectáculos que pueden ser un arma de doble filo, pues existe el riesgo de perder la esencia de la verbena. Para evitarlo, “es muy importante la conexión con el público, porque llega un momento que solo miran”,explica Cristina, “y los que vivieron toda la vida esto siguen siendo nuestro público y tienen que tener su momento…no se puede perder el que tú levantes la mano y todo el mundo la levante contigo”.

Esa interacción del showman con el público, con manos en alto y linternas encendidas, es la esencia de la verbena y como dicen sus bailarinas: “ya no es tu momento de lucirte, es el momento de la gente, que se queda con lo que tú le hiciste sentir en ese momento, se acuerda de lo bien que se lo pasó esa noche porque la bailarina estuvo cantando con ellos, no con lo bien que bailaste”.

Verbena XXL: Galicia, la cuna de un espectáculo que arrasa dentro y fuera

De orquesta en orquesta. Ese es el verano que se vive en Galicia, considerada la meca de la verbena en España. Es la comunidad autónoma con más agrupaciones musicales dedicadas a este tipo de espectáculo -más de 400- y con más de 5.000 actuaciones cada verano.

“Galicia es la cuna de la verbena, hay más fiestas que pueblos”, confirma Cristina, quien, entre risas, justifica este fenómeno asegurando que “somos, de España, los más fiesteros”.

Ambas bailarinas se sorprendieron, en sus inicios, por la cantidad de pueblos y fiestas que existen en la comunidad y por las enormes celebraciones que se montan incluso en las aldeas más pequeñas y recónditas.

Actuamos en pueblos con menos de 2.000 habitantes y la gente hace kilómetros para vernos”, cuenta agradecida la bailarina de la París de Noia.

Pero si en Galicia hay expectación por ver a Panorama y París, fuera de sus fronteras todavía es mayor, llegando a actuar ante multitudes de hasta 55.000 personas.

“Aquí la gente ha vivido esto siempre, pero tú vas a Madrid y se vuelven locos”, explica Sara. “Ellos están acostumbrados a otro tipo de orquestas, no a lo que hacemos nosotros”.

Sara -quien debutó en el mundo de la verbena junto a la París de Noia-recuerda su primera actuación en Ávila ante 20.000 personas, con imágenes que no olvidará: “Veía a la gente corriendo y gritando desde la muralla como si fueran las rebajas. Una locura”.

A pesar de la gran exposición, ambas confiesan que los nervios han dado paso a la concentración: el objetivo es que el show salga adelante. Aun así, reconocen que aún sienten mariposas en el estómago cuando "juegan en casa"- en las fiestas de Ferrolterra- o en fiestas como la de O Burgo, Santiago de Compostela u Ourense, que consideran de las más impresionantes.

"Al final, el baile siempre nos salvó"

Sara Allegue

A ojos del público, subirse al escenario puede parecer una fiesta continua. Cristina y Sara han conseguido vivir de su sueño-el baile- pero detrás del brillo de las luces, los aplausos y las coreografías milimetradas hay un nivel de exigencia física y emocional que pocos imaginan.

“Algunas personas no entienden cómo tenemos tanta energía actuando tantas noches seguidas, y ahí empiezan los prejuicios que todavía existen sobre quienes trabajamos de noche”, lamenta Sara, “y yo me preparo con mi entrenador todo el invierno para aguantar una gira de este nivel”.

“Eres una artista, pero trabajas de noche”, añade Cristina, “un policía que trabaja de día o noche, ¿Cambia algo? En nuestro caso es lo mismo, pero con una cantidad de fechas descomunal”.

El agotamiento físico se acumula durante la gira: llegan a casa de madrugada, duermen lo justo y vuelven al autobús rumbo al siguiente escenario. “Tu vida va al revés que cualquier otro ser humano”, un cansancio acumulado que tiene un impacto en la salud una vez terminan los meses más intensos del verano.

“Nosotras al final de la gira siempre enfermamos, el cuerpo sabe que va a terminar y se rinde”, reconoce Sara.

A pesar de ello, a ambas les merece la pena porque su recompensa no es otra que estar focalizadas en el trabajo, que todo salga adelante y saber para ellas mismas que han defendido el proyecto porque, como dice Sara, “al final, el baile siempre nos salvó”.