En el corazón del Atlántico,en el extremo occidental de la ría de Arousa, se alza la isla de Sálvora, un rincón salvaje del municipio de Ribeira (A Coruña) que forma parte del Parque Nacional das Illas Atlánticas de Galicia. Se trata de un paraíso natural repleto de leyendas y de playas paradisíacas dignas de admirar.
Desde la revista National Geographic apuntan que "estas doscientas doce hectáreas de granito claro que desafían las embestidas oceánicas es uno de esos lugares de Galicia mágicos". Este rincón rocoso cuyas leyendas sorprenden, fue protegido por Julio Vilches durante casi 40 años, su último farero.
El último farero de la isla de Sálvora
Faro de Sálvora
Antes de hablar del farero que protegió la isla durante casi cuatro décadas, Julio Vilches, es necesario hablar de los orígenes de dicha isla. En el Medievo este lugar estuvo habitado por clérigos, nobles, vecinos de Carreira y hasta piratas.
No obstante, a lo largo de los siglos su dominio fue cambiando de manos. En el siglo XVI, pasó a formar parte del patrimonio de la familia Mariño, que implantó un modelo feudal de explotación.
Ya en el siglo XVIII, la isla vivió un momento de esplendor económico con la instalación de una fábrica de salazón de pescado, considerada la primera de Galicia.
Durante años fue utilizada para cultivos, pastoreo y actividad ganadera. Incluso tuvo un breve uso militar, hasta que, a mediados del siglo XX, volvió a manos de los Otero-Goyanes, descendientes directos de los Mariño.
Hasta los años 70, Sálvora mantuvo una pequeña comunidad estable, pero con el tiempo fue quedando vacía, permaneciendo casi intacta, salvaje, ajena al bullicio.
En agosto de 2017, la isla despidió a su último habitante: Julio Vilches, el farero que durante casi 40 años vigiló las aguas desde su torre. En su libro Sálvora, diario de un farero, recoge recuerdos únicos: un bosque de amanitas, una supuesta casa del ogro y hasta "nieves perpetuas" en la cima de la isla.
En la actualidad, Sálvora forma parte del Parque Nacional das Illas Atlánticas de Galicia, tras ser adquirida por la Xunta y el Ministerio de Medio Ambiente. Sin embargo, aunque el acceso está regulado y limitado, se teme que el turismo masivo termine por romper la esencia misteriosa de la isla.
"Paraíso de playas vírgenes"
Illa de Sálvora
Así definen la isla de Sálvora desde National Geographic. En este paraíso existen varias playas que son una absoluta maravilla, pero tan solo se puede visitar una de ellas.
La playa del Almacén es la única accesible, pues las otras -Os Lagos, Zafra y Area dos Bois- están resguardadas y no se pueden visitar por motivos de conservación. Es una auténtica joya de aguas cristalinas y arena blanca y fina que te dejará sin palabras. Eso sí, el agua está muy fría.
A su alrededor se levantan construcciones singulares: el pazo de los Goyanes, hoy convertido en centro de interpretación, la pequeña capilla de Santa Catalina y la conocida estatua de la Sirena Mariña, figura envuelta en leyendas.
Como parte del Parque Nacional das Illas Atlánticas, solo se puede recorrer un pequeño porcentaje de la isla, siguiendo dos senderos marcados: el del Faro (30 minutos, fácil) y el de la Aldea (1,7 km, dificultad media).
La sirenita gallega
La sirenita de Sálvora
La leyenda más conocida de Sálvora es la de la sirena que dio origen al linaje Mariño. Según la tradición, esta salvó a un caballero romano naufragado en la isla -algunos relatos dicen que era Roldán, sobrino de Carlomagno- y ambos se enamoraron.
De su unión nació un hijo llamado Mariño. La sirena, muda por naturaleza, recuperó el habla al gritar "¡fillo!" (hijo) cuando creyó que su bebé iba a caer al fuego durante la noche de San Juan en manos de Roldán.
Vivieron juntos hasta la muerte del caballero, tras la cual la sirena regresó al mar, no sin antes dejar una advertencia: en cada generación Mariño nacería un varón con escamas en los muslos, destinado a volver con ella.
En recuerdo del mito, en 1968 se erigió una estatua de piedra de la sirena en la playa del Almacén, obra del escultor burgalés Ismael Ortega Martín. Hoy mira al mar como símbolo de una historia que mezcla amor, mar y linaje.