Hace varios siglos, para acceder a la ciudad de A Coruña era necesario pasar una muralla defensiva que protegía a la ciudad. Hoy en día este tipo de fronteras son cosa del pasado, aunque todavía es posible vislumbrar los restos de este sistema desde el paseo marítimo.
Dividiendo las playas de Riazor y del Orzán, un gran espigón se adentra en el mar como una lengua desde tierra. La construcción data del siglo XVIII, cuando se erigió para cerrar la península coruñesa desde el Orzán hasta el puerto.
Marco Antonio Rivas, arqueólogo municipal, explica que este no es el único resto de aquella muralla de una altura considerable y en buen estado de conservación. ¿El motivo de que no los veamos?: "El resto de la muralla es difícil de musealizar por estar debajo de edificaciones existentes, muchas de ellas catalogadas".
"No es que desapareciera. Todavía se conservan en mayor o menor medida tramos importantes de muralla original", añade.
Esta muralla, más moderna, es heredera de otras anteriores. Las primeras de las que hay constancia en la ciudad se ubicaban en lo que hoy en día es la Ciudad Vieja.
Rivas cuenta que la que rodeaba lo considerado como Ciudad Alta genera todavía dudas sobre su antigüedad porque "hicimos dataciones sorbe un tramo que apareció en el solar de Santo Domingo y dio resultados de época romana, en torno al siglo III d.C., pero necesitamos hacer más excavaciones para que aparezcan más restos de esa cronología".
La invasión pirata que cambió la defensa de la ciudad
Ya en la Edad Media, otra muralla que data de entre los siglos XIII y XIV conformaba esa protección en torno a la Ciudad Alta y seguía en pie cuando, en mayo del 1589, el pirata Sir Francis Drake asediaba con la Contraarmada inglesa la ciudad.
"La protección no sirvió de nada y los ingleses pasaron sin problema", cuenta al respecto el historiador coruñés Pablo Castro.
Vista de A Coruña en 1639, recogida en 'A Coruña. Historia e imagen de un puerto atlántico' de Alfredo Vigo.
A su marcha, añade Marco Antonio Rivas, "las autoridades se dan cuenta de que es necesario hacer una un sistema defensivo más efectivo en esa zona". Así fue como nació un refuerzo defensivo en lo llamado "frente de tierra", a la vez que la urbe crecía hacia Pescadería.
Con un cambio en el uso de las murallas en la época moderna, estas pasan a servir para controlar el territorio con sistemas defensivos. En este caso, el sistema se completaba con el castillo de Santa Cruz, la batería de Mera, el castillo de San Diego, la batería de Oza, el Fuerte de Valparaíso y la batería de Praderas.
"El uso generalizado de la pólvora hace que los sistemas defensivos evolucionen y se hagan plataformas muy anchas en lo que se llaman baluartes para colocar artillería y mover un mayor número de tropa", ejemplifica el arqueólogo.
En este contexto se crea en el siglo XVIII desde el Orzán un muro con estas características diferentes.
Este se extendía por lo que ahora es la calle Juana de Vega. Castro indica que "atravesaba todo el istmo de la ciudad, desde lo que ahora es la calle Sánchez Bregua, junto a la plaza de Ourense, hasta la división entre Riazor y Orzán, lo que le llamamos coraza o espigón". Su incrusión en la playa servía para que, durante las mareas bajas, los intrusos no entraran en la ciudad.
Plano del frente de tierra de A Coruña de 1810.
Debido a su configuración en forma de península, A Coruña estaba ya protegida por otros frentes por el mar, por eso se optó por cerrar el frente de tierra en una zona que entonces era el epicentro de la actividad económica.
Además, como apunta Rivas, esa estructura contaba con dos puertas: "Una daba acceso por lo que hoy en día es San Andrés y otra en lo que es la delegación del Gobierno". La primera de ellas era conocida como Torre del Caramanchón —que daba nombre a la coraza como del Caramanchón—, mientras que la segunda era la Torre del Malvecín. Otros nombres que recibía esta última eran Torre de Abajo o Batería de Salvas.
Lo que se esconde bajo el homenaje a los héroes del Orzán
Poco queda ya de esa muralla, que comenzó a ser derruida de manera progresiva en la segunda mitad del siglo XIX, desde el año 1869, coincidiendo con el crecimiento de la ciudad y un aumento significativo en la población, tal y como explica Castro.
Tal fue la lentitud del proceso, que una fotografía de José Sellier de 1890, y que se muestra en la entrada de la Casa Picasso, todavía documenta los restos de la Torre del Malvecín ubicada en la plaza de Ourense.
Hace tan solo unos años, entre el 2012 y el 2013, la actual coraza se renovó para acoger también el monumento a los héroes de la tragedia del Orzán. El arqueólogo municipal recuerda que entonces los trabajos permitieron descubrir un yacimiento en el espigón.
"Se descubrió el suelo que está en el extremo este de la construcción. Hoy en día son visibles las losas de piedra que son las losas originales de la muralla. Esto nos permitió ver cómo estaba construido", rememora.
Lo descubierto indicó que la construcción partía de cajones de piedra con un relleno de tierra y cubierto posteriormente con un pavimento.
Ahora, siglos después, estas losas, así como todo el muro que toca con la arena y se adentra en el mar son los restos que tenemos de la muralla del siglo XVIII. Lejos de ser una frontera, este punto se ha convertido en uno de los iconos de la ciudad y un balcón sobre el Atlántico desde el que observar la ciudad.
