El otoño es la época perfecta para disfrutar de castañas asadas, calabaza y, para los más golosos, un buen chocolate con churros. A Coruña cuenta con más de una docena de establecimientos que sirven esta dulce combinación. Basta con pasearse por las calles del centro, como la calle Real, la calle Galera y Juan Flórez, para encontrarse con varias churrerías.
Desde hace años, los coruñeses se dividen entre los que prefieren el chocolate con churros de Bonilla a la Vista y los que se quedan con el de El Timón. Estas dos churrerías llevan años siendo las más famosas de la ciudad, aunque también hay otras conocidas como Núñez o Valen. La verdad es que A Coruña es la ciudad de Galicia con más churrerías. Lo que lleva a pensar en cuál es la razón.
Para Marta Fernández, responsable de las churrerías en Bonilla a la Vista, la principal razón es que la ciudad guarda una gran tradición con el chocolate. "A los coruñeses les encanta disfrutar del chocolate con churros, más que en otras ciudades", dice. Aunque los reyes de la fiesta son los churros. Prueba de ello es que cuentan con cinco establecimientos repartidos por varias zonas y cuentan en todos ellos con mucha demanda: "Ampliamos hace poco el local de Juan Flórez para poder atender a más clientes".
Misma impresión la que tiene Aurelio Esmoris, propietario de El Timón: "En A Coruña hay mucha costumbre de comer chocolate con churros". El churrero, que continúa con el legado de su padre, explica que en la ciudad en lo que se refiere a churros ha recibido mucha influencia de Madrid y Castilla y León, pero por el chocolate, sin duda, viene del pasado como puerto colonial y de las antiguas fábricas de este producto.
Una tradición con siglos de historia
Lo cierto es que la afición de A Coruña por el chocolate ha perdurado casi cuatro siglos. El historiador y profesor, Xosé Alfeirán, seguramente una de las personas en vida que mejor conoce la historia de A Coruña, explica que esta afición comenzó en el siglo XVIII, cuando el puerto empezó a comerciar con las colonias españolas en América, descargándose aquí el cacao.
Esto llevó a que, entre finales del siglo XIX y principios del XX, en la ciudad hubiese algunas fábricas de chocolate asentadas. La ciudad era un importante puerto de descarga de cacao, aunque, al igual que sucedía con otros productos como el café, el poder acceder al chocolate se convirtió en un producto de lujo destinado a las clases más pudientes.
Pero este obstáculo no iba a frenar a los coruñeses de a pie. Las clases humildes empezaron a elaborar un sucedáneo del chocolate con las cáscaras que recubren el cacao. La guía turística Aurora Paz explica que esa es la razón por la que en Ferrol se refieren a los habitantes de la ciudad con el mote de cascarilleros. "Por las noches, cuando se descargaba el cacao de los barcos quedaban estas cascarillas, y era habitual que la gente de los barrios fuera a recogerlas para hacer una infusión parecida al cacao".
A Coruña contó con varias fábricas de chocolate repartidas por la ciudad, las más famosas fueron La Proveedora Gallega de Chocolates y La Española. La primera, situada en la Estrecha de San Andrés, estuvo operativa hasta 1990; muchos coruñeses recuerdan a día de hoy el olor dulce que se respiraba por la calle a casi todas horas. La segunda se encontraba en la Avenida Rubine, cerca de la plaza de Pontevedra; de hecho, la calle lleva el nombre de su fundador, Fernando Rubine, conocido empresario y político coruñés de la década de 1870.
