Seguramente has pasado por ahí y no te hayas dado ni cuenta. En el callejón de San Benito de la Ciudad Vieja, entre las calles Herrerías y Maestranza, hay una especie de grabados en el suelo que, por deducción, podrían ser tumbas.
"En el interior de las iglesias, en el suelo de las naves... solía haber tumbas, y las anónimas tenían un número para identificarlas", cuenta Xosé Alfeirán, historiador y profesor, y seguramente también una de las personas en vida que mejor conoce la historia de A Coruña.
Este callejón, abierto en 1903, atraviesa hoy una escuela infantil y el convento de Santa Bárbara. Por ahí pasa gente todos los días, sobre todo padres que llevan a sus hijos a la guardería, o turistas curiosos que se dejan perder por los rincones de la Ciudad Vieja. De hecho, lo más seguro es que hayas pisado alguna de las lápidas al darte un paseo por la Feria Medieval.
Pero son pocos los que reparan en los grabados escritos en el suelo. Números, en nuestro propio alfabeto, que dejan entrever que esto no es algo medieval, sino reciente. "Del siglo XIX, seguramente", deduce Alfeirán.
"Habéis dado con uno de los pocos misterios que quedan por desvelar en A Coruña", añade el historiador. Y es que, pese a haber dedicado su vida a estudiar los entresijos mejor guardados de la ciudad herculina, este pequeño detalle se le escapa.
Callejón de San Benito
Aun así, baraja varias hipótesis. "Podría tratarse de la finca de algún edificio. A no ser que perteneciera a las colegiatas también. Pero no permitirían que se enterrara a la gente fuera del templo", opina.
Piensa también que pudo haber ocurrido en la época del mandato de Alfonso Molina en la ciudad (1947-1959). "Las baldosas son iguales que las que hay enfrente del cuartel militar de la Ciudad Vieja, en la plaza de Azcárraga", afirma.
Lápidas en el callejón de San Benito de A Coruña
Fue Molina quien pavimentó esa zona. "Al pasar al otro lado del callejón, el que da a Maestranza, el suelo ya es diferente. Las casas son más modernas", comenta. Por eso, deduce que pudo haber sido en ese momento cuando se trasladaron hasta ahí los cuerpos que habían estado enterrados en el convento de San Francisco de Maestranza.
El caso es que, aunque se desconoce quién yace ahí, lo que casi seguro es que se trate de tumbas de personas anónimas, acompañadas por un escrito en latín que, con el paso de los años y tras miles de pisadas, terminó borrándose y haciéndose ilegible. Los números que aún se distinguen van desde el 6 al 65, llegando incluso hasta el 114.
