Hay una tienda frente a la playa de Riazor en A Coruña con el diseño de su nombre con formas onduladas, como las olas que cada día desde 1980 sus propietarios ven acabar en la orilla. Manitas nació hace 45 años y en su escaparate se anuncia la liquidación.
En realidad el cierre se prevé desde hace unos años y los clientes habituales ya estaban al corriente de los planes de Francisco Román Mosquera y Rosa Villarino, el matrimonio que el 2 de enero de 1980 abrió su negocio de bricolaje.
"No había tiendas como esta en la ciudad, luego fueron apareciendo de manualidades, y más tarde las grandes cadenas y superficies con las que ya no puedes competir. Ahora hay otro tipo de comercio, se compra de otra manera, y no supimos adaptarnos", resume Mosquera, que ya está jubilado.
Madera cortada en el interior de Manitas.
En las primeras bolsas de plástico para clientes de su tienda él aparecía dibujado con un taladro en la mano. Porque él es un manitas, "aunque no un perfeccionista, como mi hijo", reconoce. Mosquera, que estudió Arquitectura Técnica, pertenece a familia de madereros de Sada, y la madera ha estado siempre muy presente en Manitas.
Hay madera por casi todo el bajo de la avenida de Buenos Aires y en el almacén superior, a la vista o guardada tras puertas y vitrinas, materia prima cortada en distinto formato o ya con forma de pivotes, sujetadores de cortinas, atriles, sillas, estanterías, letras de adorno...
Piezas de madera en el interior de la tienda Manitas de A Coruña.
Herramientas variadas, pintura, barnices, productos químicos y alguna antigua publicación de bricolaje que Mosquera llegó a mostrar en la Feria del Libro de A Coruña, en los albores de su negocio, terminan por decorar el interior de Manitas, donde su dueño, durante cuatro décadas, ha diseñado "soluciones" para sus clientes.
"Manitas de toda la vida"
"Yo fabricaba algo, no reparaba. Pero sobre todo le decía a la gente cómo tenía que hacer para montar algún mueble en su casa, asesoraba para sacar de un apuro. En realidad, trabajaba para los manitas haciendo el trabajo duro porque me metía de lleno en ello dándole vueltas, y luego ellos lo acababan", explica Mosquera.
Ha sido eso lo que más le ha satisfecho de su trabajo. "Daba a los clientes la posibilidad de que se luciesen". "Mi marido vale más para enseñar que para hacer, y tiene mucha paciencia”, añade Rosa, su esposa, que apostilla casi todo lo que cuenta Francisco.
Productos químicos para bricolaje.
"Hay clientes que tienen su casa amueblada con cosas compradas o fabricadas aquí". Colegios de la ciudad, teatros para sus escenarios han recurrido también alguna vez a Mosquera, recuerda. "Manitas de toda la vida", recalca la mujer como si fuera un eslogan.
"No pensamos que fuéramos a durar tanto, pero hemos sido constantes", asegura Rosa Villarino. Ella está ahora en la tienda cada día y su marido va por las mañanas "a ayudar". El anuncio de liquidación está desde hace un mes visible en los cristales del escaparate para quien pase por delante, para las olas de Riazor que han visto latir a Manitas.