Desde el interior del kiosco Óscar López Lesta conversa con dos personas: una lo acompaña dentro, otra está apoyada en un lateral del exterior sobre el saliente de un pequeño mostrador. Es mediodía y las charlas son habituales a esta hora en este espacio superviviente de la venta de prensa escrita y revistas en plena calle. Muy pocos kioscos quedan en A Coruña, el que atiende Óscar lleva abierto desde 1991, y hablar con clientes, vecinos o amigos es uno de los placeres que aún mantienen estos negocios en vías de desaparición.
"Hay mucha gente a la que le gusta venir a hablar, sobre todo gente mayor. Estar cinco, diez minutos o más tiempo conversando de lo que sea, de la actualidad. Haces medio amistades y conversar con clientes mientras atiendes a otros es gratificante. Se marchan contentos por haber estado charlando un rato", admite Óscar López.
Estos encuentros diarios los tenía este kiosquero en la calle Marqués de Pontejos y los tiene ahora en Panaderas, en la parada del bus urbano, a donde se desplazó este negocio hace dos años y medio, cuando empezaron las obras en un edificio en ruinas de Pontejos (el nombre que conserva el kiosco) que ultima su transformación en bloque de viviendas de alquiler social.
Pontejos es un kiosco familiar. Lo atienden Óscar y su hermano Jorge desde que su padre falleció hace seis años. José Luis López se había instalado en una esquina de Marqués de Pontejos hace 34 años, cuando tras un año en el paro se hizo con un puesto similar que había enfrente y solo vendía caramelos y golosinas. Le dio una vuelta a la oferta, añadió periódicos y revistas, libros, discos y películas de segunda mano.
Óscar López dentro del kiosco Pontejos.
Todo esto se sigue vendiendo, pero en menor cantidad. Porque los hábitos evolucionan y afectan a las costumbres duraderas, que son cambiadas por otras. "La gente lee menos prensa física y la pandemia fue lo que acabó reduciendo más su lectura. Nosotros trabajábamos con los bares y algún comercio o negocio de la zona, les llevábamos el periódico, pero unos cerraron y otros no quisieron seguir con la prensa. También murió gente mayor, que era la que más leía", cuenta Óscar López.
La prensa diaria se ofrece cada día en Pontejos porque hay clientes fieles que quieren estar bien informados, aunque con tiradas más bajas. Y no hay tantas revistas como antes, "casi ninguna técnica", sí las del corazón, que, supone Óscar, "no se deben leer tanto en el teléfono móvil".
San Nicolás, el próximo en cerrar
Plaza de Pontevedra, avenida de la Marina, Vereda del Polvorín. En estas ubicaciones había kioscos hasta hace poco. Ya no existen. Por jubilación de sus responsables, por tradición rota, porque "no compensa", "porque se lee poco" o porque "otros comercios venden periódicos". El próximo en cerrar será el de San Nicolás, que lleva más de dos décadas en la plaza junto al crucero tras mudarse desde los soportales de la Marina.
A Coruña ha visto desaparecer de sus calles estos entrañables habitáculos que a diario han ofrecido prensa escrita a la población, caramelos, helados, distracciones, entretenimiento. Quedan kioscos abiertos en Alfredo Vicenti, en Durán Loriga y el Campo de Marte, y de los cuatro que más recientemente abrieron en el Paseo Marítimo solo dos están abiertos, de los que uno, en Adormideras, ofrece aún prensa.
"Esta es una ocupación que no se renueva, no hay relevo generacional. A corto plazo, podemos resistir algunos kioscos, ir tirando, pero a largo plazo no", augura el kiosquero de Pontejos, o de Panaderas, de momento un superviviente.