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En 1991 el Deportivo volvía a jugar en Primera División, y lo hacía de la mano de jugadores que en los años siguientes formarían parte del Superdépor, como Miroslav Đukić y Fran. El primer gol del regreso del cuadro coruñés a la máxima categoría del fútbol español llegó en Valencia y tuvo como protagonista a Sabín Bilbao, un lateral izquierdo que había llegado al club dos años antes desde el Sestao y que ayudó a cimentar el equipo que estaba por venir.

A su llegada del club vasco a A Coruña tenía 29 años, y lo hizo junto a su compañero de equipo Santiago Francés. "Todavía recuerdo cuando llegamos a la ciudad y fuimos a Riazor a cerrar los fichajes con el presidente Lendoiro", recuerda el exfutbolista. Aquello fue el inicio de los mejores años de su carrera deportiva: "Cuando subimos a Primera todo fue muy nuevo para mí, nunca había jugado en esa categoría y era imposible no sentir presión", cuenta.

Hay dos momentos que nunca olvidará de su paso por el Deportivo: el día del ascenso contra el Real Murcia en 1991, cuando en el minuto dos de partido ardió la grada de Preferencia; y, meses después, el partido contra el Valencia en el que marcó el primer gol del equipo en Primera.

"Arsenio nos quería y cuidaba como si fuésemos sus hijos"

Sabín Bilbao, exjugador del Deportivo

El vizcaíno siguió jugando en el Deportivo hasta el año 93, cuando, ante el boom del Superdépor, perdió protagonismo y decidió marcharse al Granada FC en busca de nuevas oportunidades. No lo hizo solo, pues durante sus cuatro años en A Coruña conoció a su mujer, Eva, que lo acompañó hasta la ciudad andaluza. Un año después colgaba las botas, poniendo el broche a una carrera que empezó en el 82 en el SD Erandio.

Dicen que uno siempre vuelve a donde fue feliz. Y, tras su retirada del fútbol profesional Sabín y su mujer decidieron volver a A Coruña, donde se establecieron y formaron una familia. Abrieron una panadería y, entre hornada y hornada, en 1999 nació su hija, María, que continuó con el legado familiar del deporte, pero en el patinaje artístico, alzándose como medallista nacional.

Una mirada al pasado

"Cuando teníamos la panadería mucha gente me decía 'tienes que volver' para levantar al Deportivo", cuenta el exfutbolista. Algo que le parece muy bonito y sorprendente es que niños de 10 años se acuerden de él: "Bien por el abuelo o por el padre. Siempre es bonito ver el cariño que te guarda la gente".

Confiesa que cuando puede sigue los partidos del club: "Hace unas semanas vi el partido contra el Castellón. Creo que tienen que poner más chispa, más intensidad. No puedes depender solo de ti mismo, también tienes que hacerlo del equipo contrario, de si te deja hacer las cosas o no".

De su paso por el Deportivo, Sabín recuerda con cariño la relación con sus compañeros. "Bebeto y Mauro eran súper buenas personas. Vi a Bebeto hace unas semanas cuando visitó A Coruña, tenemos buena relación con él y con su mujer, Denise. Fue bonito volver a reencontrarnos con ellos", dice Sabín.

"Cuando subimos a Primera todo fue muy nuevo para mí, nunca había jugado en esa categoría y era imposible no sentir presión"

Sabín Bilbao, exjugador del Deportivo

También guarda un cariño especial a Arsenio Iglesias. "Era quien mandaba", dice entre risas. Aun así, todo el vestuario lo respetaba y lo quería: "Nos quería y cuidaba como si fuésemos sus hijos". También explica que era exigente, "como tienen que ser todos los entrenadores" y que siempre buscaba armar su mejor esquema para los domingos en Riazor.

"¿Qué diferencia hay entre ser futbolista hace 30 años y serlo hoy?", le pregunto. Sabín reflexiona sobre ello y explica algunos de los cambios más notables que percibe. "Ahora se cobra bastante más que antes. Cuando el Deportivo estaba en segunda nuestros sueldos no eran ni de cerca como son ahora", dice. También, las dietas que seguían antes los futbolistas no tenían que ver con las de ahora: "Sí que cuando teníamos partido y nos concentrábamos nos hacían comer pasta a todos, pero ahora se tiene más control sobre ellos en su día a día".

A sus 65 años, Sabín disfruta de una vida tranquila en A Coruña rodeado de los suyos, en la ciudad en la que vivió los mejores años de su carrera deportiva. "Aquí encontré mi sitio. Fui feliz como jugador y sigo siéndolo hoy como coruñés de adopción", concluye.