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La imaginación siempre ha sido una gran herramienta de trabajo. Quizás a veces produzca monstruos como ‘el sueño de la razón’ dibujado por Goya, pero es siempre capaz de crear conceptos sorprendentes que pueden resultar en la génesis de una gran idea. Por otro lado, el deseo, es una emoción incontenible, en la que la voluntad se impone a la razón, creando un impulso casi eléctrico. Imaginación y deseo son conceptos creadores de mundos. Y es que, todos los seres humanos han jugado a eso de forma consciente o inconsciente.

Imaginar y desear lugares es un mecanismo psicológico a través del cual crear una vía de escape, una salida necesaria hacia un futuro mejor. Imaginar la ciudad, a través del deseo es un camino profesional a través del cual el arquitecto vislumbra el futuro y sus posibilidades. Las utopías urbanas siempre han sido modelos de análisis a partir de los cuales extraer estrategias e ideas para la ciudad contemporánea. Los populares modelos de la Ville Radieuse de Le Corbusier o la Ciudad Jardín de Ebenezer Howard, muestran una ciudad nueva, que deja a un lado la memoria de la ciudad existente para proponer una extensión en forma de modelo nuevo.

Pero, cuando esa posibilidad agota su realismo, el deseo sigue presente provocando que la imaginación busque alternativas. En ese sentido, la mirada se vuelve hacia Roma, la ciudad occidental que ha sido capaz de reconstruirse varias veces desde la nada utilizando el palimpsesto. Las transformaciones de Roma a través de la historia han servido de modelo a otras ciudades, proporcionando una estrategia de intervención sobre un tejido urbano que no admite grandes transformaciones porque la identidad y la memoria del lugar son tan desbordantes que su completa demolición sería impensable. Además, a pesar de que la conciencia patrimonial es relativamente contemporánea, las antiguas estructuras urbanas siempre han sido aprovechables por lo que su destrucción carece de sentido en términos económicos.

La famosa ‘ciudad Potemkin’ enunciada por Adolf Loos hablando de la Viena que él habitaba en la Europa de entreguerras, era lo que hoy se denominaría una ‘ciudad postureo’, es decir, aquella en que la reforma de una fachada oculta el deterioro del interior. A este concepto enunciado por Loos se podría oponer como ejemplo algunas de las ciudades más interesantes del Mediterráneo como Nápoles o Palermo, en las que el exterior no expresa con claridad la riqueza que ocultan algunas arquitecturas. La dualidad interior exterior, transmuta la utopía y, mientras que la ciudad Potemkin en una utopía extrovertida que quiere mostrar una realidad falsa, Nápoles o Palermo son ciudades introvertidas, pero nunca utópicas, sino que su desarrollo urbano es visceral y parte directamente de los eventos históricos. Quizás, no sean tan utópicas, sino reales, pero eso no evita que en un entorno tan mundano también enraíce con fuerza la imaginación.

Foto: Nuria Prieto

El urbanismo de la Ley Salmón

En A Coruña, el urbanismo es, como en otras ciudades un collage de modelos que con el paso del tiempo se han consolidado. Si bien los más contemporáneos son los más reconocibles y en ellos puede verse claramente una intención de trazado urbano, en términos analíticos son más interesantes los que se desarrollaron con anterioridad buscando cambiar la ciudad con muy pocos recursos. Un modelo que combinó la ciudad Potemkin con la transformación mundana de la trama urbana. Pero los modelos urbanos no sirven de nada si no existe una voluntad política y un promotor (público o privado) que impulse su desarrollo. Esta voluntad nace de la comprensión del modelo urbano propuesto y el convencimiento de que este provocará alguna mejora social. La ley Salmón popularmente conocida como Ley del Paro es como se denominó a la Ley de previsión contra el paro, promulgada el 25 de Junio de 1935 por el ministro Federico Salmón durante dl gobierno de la Segunda República. Esta ley, tenía como objetivo la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras del país. De estructura ramificada, la ley afectaba a varios ámbitos sociales entre los que destaca ‘el problema de la vivienda’. La ley basaba uno de sus conceptos esenciales en que si el trabajador no tiene una vivienda digna, no puede trabajar ni tener una vida plena. Por ello la ley proporcionaba un conjunto de facilidades para el acceso a la vivienda, pero también para la promoción de vivienda por parte de pequeños propietarios. La Ley permitió que, en poco tiempo, se construyesen en la mayoría de capitales españolas muchas viviendas dignas e higiénicas, y que algunas personas con ahorros se pudiesen convertir en pequeños arrendatarios impulsando un modelo que no provocase un ecosistema polarizado entre grandes tenedores y arrendatarios, sino que equilibraba las rentas. Las viviendas construidas a partir de la Ley Salmón se reconocen por basarse en criterios funcionalistas, y muestran una estética racionalista con algún detalle Art Déco.

Foto: Nuria Prieto

En A Coruña hay barrios en los que es posible ver el impacto de la ley Salmón como Os Mallos o, Montealto, donde arquitectos como Rafael González Villar, Peregrín Estellés, Antonio Tenreiro, Juan González-Cebrián o Santiago Rey Pedreira desarrollan obras sencillas, casi neutras que construyen el tejido urbano. En Madrid el ensanche de Ibiza, O’Donnell o Argüelles son desarrollados por Casto Fernández Shaw, Luis Gutiérrez Soto, Arrillaga de la Vega o Ángel Laciana García. La Guerra Civil interrumpe la aplicación de la ley dejándola sin continuidad durante la dictadura. Así, el periodo arquitectónico y urbanístico de aplicación de la ley permanece como algo acotado en el tiempo.

En el número 8 de la calle Federico Tapia se puede ver a día de hoy uno de estos ejemplos que suponen un punto de equilibrio entre una solución realista y proporcionada a la vivienda y la imagen en disolución de la burguesa ciudad Potemkin. El edificio proyectado por Rafael González Villar fue terminado en 1939, y puede entenderse como uno de los últimos ejemplos de esta tipología. Situado en una parcela bastante regular de once metros de frente y unos veinte metros de fondo, el arquitecto disimula con maestría la irregularidad de la parcela encajando perfectamente el programa requerido. Cada planta alberga dos viviendas de esquema simétrico, cada una de las cuales cuenta con cinco dormitorios, baño, aseo, cocina, comedor y sala de estar. El núcleo de comunicaciones formado por la escalera se sitúa en el centro de la parcela.

La ciudad Potemkin frente al modelo mediterráneo

Pero algo de Potemkin y algo de mediterráneo tiene esta obra de González Villar, y es que lo más singular se encuentra en el interior. Frente a una fachada racionalista brillante, pero muy común, el arquitecto diseña un patio interior generoso en el que todas las fachadas que dan a él son curvas. La pauta es marcada por la escalera, de trazado curvo, gesto que se replica en todas las estancias que dan a él y que, de forma ingeniosa permiten la entrada de luz y ventilación natural incluso en los baños que, de utilizar un esquema rectilíneo crearían un vértice donde sería imposible incrustar ningún tipo de hueco. Todas las habitaciones de la vivienda poseen ventilación e iluminación natural, hacia fachada, hacia el patio interior o hacia el patio de manzana, para ello González Villar lleva las circulaciones de cada vivienda hacia las medianeras, y así son los pasillos los que carecen de esta condición que es esencial en las habitaciones, pero no tanto en las zonas de circulación.

Foto: Nuria Prieto

La fachada replica la composición simétrica de la planta mediante el uso de la ‘bow window’ o boínder en español, que permite a la sala de estar avanzar respecto al resto de la planta y beneficiarse también de mayor luz. El plano de la fachada permanece en la misma posición, pero el arquitecto le proporciona continuidad con los boínder a través de la incorporación de balcones. Este gesto se ve enfatizado por la disposición de una barandilla de protección tubular que pasa por delante de todos los elementos. Esta fachada no es solo una solución para esta parcela, sino que se concibe como modelo, uno que González Villar repetirá en numerosas ocasiones buscando incluso la homogeneidad de manzanas completas en la ciudad. De hecho, en la parcela adyacente a esta existe otro edificio de viviendas idéntico a este.

Foto: Nuria Prieto

La estructura de la vivienda es sencilla, y se ejecutó en hormigón; los acabados de fachada son económicos, utilizando revocos de hormigón. Los huecos se resolvieron con carpinterías de madera. La ornamentación está casi ausente en este proyecto. González Villar era un arquitecto que había manejado de manera magistral el lenguaje Art Déco, así, cuando comienza a desarrollar obras racionalistas la transición le resultó sencilla: conserva los volúmenes, reduce las fragmentaciones y limpia la poca ornamentación que hubiese dispuesto décadas antes. En este caso, solo los dinteles de las ventanas incorporan un ligero moldurado y un acanalado muy simple. La riqueza de la composición arquitectónica reside en la proporción y deslizamiento de los diferentes planos creando un volumen fragmentado y rico.

Foto: Nuria Prieto

Penetrar en la realidad

Imaginar la ciudad es una constante y no un instante de despreocupada deriva del pensamiento siguiendo el trazado de un deseo. La ciudad es uno de los hábitats creados por el ser humano y como tal no es ajeno a sus deseos. No siempre es fácil leer la realidad, en ocasiones esta se presenta con demasiado ruido o caos. Es difícil de comprender y por tanto más aún de intervenir. Los arquitectos y arquitectas trabajan con ese contexto, penetran en la realidad para comprenderla.

“La realidad no me dice nada literariamente, aunque pueda decírmelo fotográficamente. Admiro a los que pueden escribir acerca de lo que oyen y ven directamente; yo no puedo penetrar la realidad, es misteriosa” Juan Rulfo

Frente a la poesía y la fotografía, la arquitectura penetra en la mundanidad de la realidad para transformarla a través de los mecanismos disponibles que a veces no son otra cosa que leyes frías o tecnicismos alejados de la lírica. Pero frente a esa penetración de las manos en el tejido urbano, tras ella, al igual que en todas las artes la imaginación sigue siendo una estrategia y el deseo aquello que la guía.