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La Picaña de A Coruña, monta un bar con 19 años tras 7 de camarera: "Nadie me ha regalado nada"

El local ofrece un espacio perfecto para "tomar pinchos y cañas" y probar la especialidad de la casa: un montadito de picaña con patatas fritas
Lucía Oliveira, propietaria de Bar La Picaña
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Lucía Oliveira, propietaria de Bar La Picaña
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El bar La Picaña hace apenas 15 días que abrió sus puertas en la calle de la Franja. La idea era sencilla: crear un local pequeño, pero acogedor, en el que poder tomar unos pinchos y unas cañas con amigos. Lucía Oliveira, una joven de 19 años, es la cara detrás de esta propuesta gastronómica.

Lucía comenzó a trabajar de camarera a los 13 años. Era un trabajo en un pequeño local de Pastoriza. Nada serio, lo suficiente para ganarse un sueldo humilde, aunque sin ninguna seguridad legal. Desde entonces ha trabajado en diferentes locales de restauración y de ocio nocturno de A Coruña. Hace unas semanas tomó una decisión de lo más trascendental: abandonar uno de sus dos trabajos como camarera para un bar propio.

Con 19 años presenta una propuesta "típica de la zona". Pone de ejemplo locales como La Bombilla o El Cocodrilo: un local en el que poder tomar una cerveza o un refresco y acompañarlo con un pincho rápido. El plato estrella de La Picaña es un montadito de este tipo de carne con unas patatas fritas de acompañamiento.

La carta: tapas típicas a buen precio

La Picaña, el plato insignia del bar

En La Picaña hay tapas y raciones "de comida casera, nada de congelados". Lucía ofrece chapatitas de picaña (la especialidad de la casa), de rabas y de picadillo, pero también sartenes de huevos rotos con beicon, chorizo o jamón. Tampoco se olvidan de la comida tradicional, en la carta podemos encontrar tortilla, ensaladilla, raxo, fingers de pollo, chorizo criollo y rabas.

Por ahora, Lucía compagina su trabajo en el ocio nocturno con La Picaña. Reconoce que es duro y, sobre todo, cansado, pero está decidida a continuar: "Cuando abres un negocio tienes que echarle horas, darte a conocer entre los vecinos: ganarte al cliente", explica. Toma el proyecto con ilusión, aunque con miedo: "Siempre está la inseguridad del principio, pero la aceptación de los clientes está siendo muy buena. Todo el mundo nos dice que la comida está muy rica y que los precios son competitivos", detalla la joven empresaria.

A su lado está Jacobo, su pareja y uno de los culpables de que Lucía se embarcase en esta aventura. Los propietarios del espacio son familiares de Jacobo y, tras cerrar su anterior local, le ofrecieron a la pareja un traspaso: "Mi idea era abrir un local de copas dentro de unos años, pero me surgió la oportunidad y me decidí", explica Lucía con la emoción propia del principio.

Reconoce que el local nace de su esfuerzo y constancia: "Nadie me ha regalado nada, ni me ha ayudado para montar el local", explica. Algo que, sin duda, le hace estar orgullosa.

Bar La Picaña
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