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Alcohólicos anónimos de A Coruña: "Hablo de mi historia para no olvidar de dónde vengo"

Comprensión, igualdad y respeto es todo lo que encuentran las personas alcohólicas que acude al bajo número dos de la calle Pan de Soraluce: la palabra como camino a la recuperación y reinserción
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El bajo número dos de la calle Pan de Soraluce de A Coruña es humilde. Una decena de sillas y una tribuna componen la entrada del local. Poco más hace falta para completar la tarea que moviliza cada día a los asistentes al grupo de Alcohólicos Anónimos del Noroeste: hablar para no sentirse solos y, lo más importante, no volver a beber una gota de alcohol.

Hoy, 15 de noviembre, se celebra el Día Mundial sin Alcohol, aunque personas como Juan, David, Gloria o Julia (nombres ficticios) celebran esta efeméride exactamente el mismo número de días que abren el local de Alcohólicos Anónimos de A Coruña: las 24 horas, los 365 días del año. No hay descanso, en cualquier momento puede entrar una persona pidiendo ayuda: "Cuando viene alguien nuevo se para todo. Es sagrado. Al enfermo alcohólico hay que tratarle ya, mañana es tarde", explican desde la agrupación. Por ello, también se les puede localizar por teléfono (881 309 391 o 663 868 972).

David (49 años) y Gloria (50 años) son los más veteranos. Hace seis años que decidieron fundar la asociación y, a día de hoy, cosechan 10 y 7 de sobriedad, respectivamente. No hay día que no se acuerden del motivo que les llevó a fundar el grupo y dejar de consumir alcohol. Sus compañeros se lo recuerdan cada día: "Cuando llegas sientes que nadie te entiende porque realmente es así. Aquí encuentras gente que te comprende, que ha pasado por lo mismo que tú", explica Gloria. David, de hecho, estuvo a punto de darse a la fuga la primera vez que acudió a Alcohólicos Anónimos, pero se quedó porque "la persona que me estaba hablando había vivido lo mismo que yo, con la diferencia que él había acabado en la calle. Y no quería eso para mi".

En el local siempre hay gente. Siempre hay una mano tendida. Cada dos horas se celebran juntas en las que poder expresarse. En ellas el coordinador lanza una pregunta al aire: "¿Qué compañero quiere subir a hablar?", pregunta Juan. Rápidamente se alzan once manos. El primero en subir es Eloy (nombre ficticio). Un día más vuelve a recordar qué le trajo a este lugar y por qué no quiere volver a repetir el mismo error: "Cuando era joven ya me sentía raro, había algo que no encajaba", explica. Para muchos es difícil de comprender, pero no para sus compañeros. Ellos ya lo han vivido.

La relación entre iguales, la clave: "Por fin siento que encajo"

Basta con hablar con algunos miembros del grupo para entenderlo. Todos comparten una historia muy similar. Vergüenza, soledad e incomprensión son adjetivos que usa cada miembro de Alcohólicos Anónimos para describir su viaje por la enfermedad. En el grupo hay gente de todo tipo: mujeres, hombres, empleados, parados, jóvenes, ancianos, solteros, casados... Son muy distintos entre sí, pero en el fondo tienen algo muy fuerte en común. Eso es precisamente lo que les salva, o por lo menos así lo ve Julia: "Tengo 56 años y puedo decirte que empecé a vivir con 53", cuenta refiriéndose al momento en el que entró en la asociación..

Es madre de familia. Tiene un marido y dos hijos. En ellos solo ha encontrado apoyo y comprensión a lo largo de los últimos 30 años. Con todo, nunca fue suficiente: "Estuve 14 años sobria y durante todo ese tiempo nunca estaba feliz. Me hubiese cambiado por cualquiera de la calle", recuerda. Tras años sin beber, un día recayó, aunque todavía sigue sin saber cómo pasó. Finalmente, decidió probar suerte en Alcohólicos Anónimos. Ese fue su gran acierto: "Volví a nacer", sentencia.

En ellos encontró lo que había estando buscando durante años: comprensión y una relación de iguales. "Por primera vez en la vida siento que encajo. He recuperado la ilusión", asegura feliz. Así lo refrendan los tres años que lleva sin beber y las cinco horas diarias que pasa en la asociación. Y no lo hace por obligación sino por gusto. No hay un número mágico de horas que haya que pasar en el local, aunque David cree tener la receta perfecta: "El mismo que estarías en el bar".

"A mi no me gusta beber, bebo por necesidad"

Juan cumplió este año su séptimo aniversario como abstemio. Muchas veces es el encargado de recibir a aquellos que llegan pidiendo ayuda. Él les da precisamente lo que necesitan: comprensión, apoyo y respuestas. Es capaz de hacerlo porque sabe exactamente cómo se sienten. Lo ha vivido y lo sigue padeciendo: "Soy alcohólico y siempre lo seré. No te voy a decir qué es lo que tienes que hacer o si eres alcohólico. Eso ya lo descubrirás tú", le dice a un nuevo miembro a las ocho de la tarde de un martes.

En su mirada no hay pena, no hay esa mirada de compasión que se da a aquel del que te compadeces. Hay entendimiento, igualdad y respeto. "A mi no me gustaba beber, bebía por necesidad. Es un camino que solo tiene cuatro salidas: la calle, el psiquiátrico, la cárcel o, el más desastroso, la muerte. El alcoholismo mata y es una enfermedad incurable. Quién tiene que querer dejar de beber eres tú", le destaca al compañero que acaba de entrar por la puerta buscando una salida. "Si estoy aquí es porque estoy seguro, quiero parar", le asegura el recién incorporado. En el grupo creen que el 80% de la decisión es dar el paso y participar en una junta. Es el salto de fe.

David tiene claro que los primeros meses son los más complicados. Todo puede ser una trampa, aunque esa sensación nunca se va de todo, ya que el alcohol está tremendamente normalizado. "Siempre llega un momento en el que crees que ya lo has superado, que ya puedes beber esa cerveza o esa clara. Pero es mentira. Un sorbo significa recaer", explica.

La familia, un esfuerzo activo

Gloria, además de pertenecer a la directiva de Alcohólicos Anónimos, es la encargada de coordinar el equipo de ayuda a los familiares. La actitud de los seres queridos durante el periodo de recuperación es clave para lograr el éxito. Las presiones, recriminaciones o los intentos de control al paciente pueden poner en riesgo el proceso de sanación. Por ello, la asociación pone a disposición de las familias un canal de ayuda al que acudir en momentos complicados.

Con todo, no todo el mundo tiene una red de apoyo familiar. Precisamente por ello la Asociación cuenta con un servicio de hospedaje para 25 personas. Es totalmente gratuito y el único requisito es mostrar un interés real por dejar de beber. El alquiler, la luz y la comida corre a cargo de la agrupación, que se autofinancia gracias a las aportaciones de sus miembros.

"Es importante que la persona alcohólica venga por su propio pie y no obligada", asegura Gloria. Explica que es habitual que el núcleo familiar reaccione de forma radical a un caso de alcoholismo en casa: "Hay familiares que pasan a ser guardianes, que vigilan a la persona todo el día", cuenta. Sin embargo, para Alcohólicos Anónimos esa no es la solución porque "si un alcohólico quiere beber, lo va a hacer. La clave está en informar y concienciar".

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