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Gin-tonic, sangría y mojitos: los orígenes de los combinados más famosos del verano

Un remedio británico contra la malaria, una mezcla del pirata más famoso de la historia y una tradición española del siglo XIX: te contamos cómo se crearon los tres grandes protagonistas de las terrazas veraniegas ¿Con cuál te quedas?
Cócteles
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El verano siempre ha marcado una época especialmente importante para el turismo y la hostelería, especialmente en España. Sin embargo, este año parece que el turismo extranjero seguirá con su lenta recuperación desde la llegada del coronavirus. Es por eso por lo que se busca potenciar el turismo y el consumo local. Toca redescubrir las costas y los interiores gallegos, y maravillarnos con los productos y establecimientos de nuestra tierra. 

Y si hablamos de ocio y consumo local, no podemos obviar las famosas sobremesas y tardes de terrazas donde van bailando los cafés, las cañas, los vinos, los “digestivos” y algún que otro buen cóctel. Los combinados, como cualquier otra receta, tienen una historia y unos secretos que contar, y para celebrar la llegada del sol a Galicia, hemos elegido las tres combinaciones más consumidas entre terrazas y chiringuitos.

Gin-tonic, de remedio medicinal a refinado combinado

Hay pocos placeres similares al de servirse un gin-tonic bien frío en una copa de balón tras una contundente comida. Este cóctel a base de ginebra, tónica, hielo y limón, puede parecer sencillo en su realización, esconde un origen complejo y circunstancial. A pesar de lo que pueda parecer, la ginebra no es un invento totalmente británico, ya que su origen reside en Holanda. Allí fue donde se comenzó a destilar esta bebida alcohólica, durante el siglo XVI, llamada genever en referencia a la baya de enebro con la que se crea. Los soldados ingleses destinados en Flandes tomaron buena nota de aquella bebida que tanto “valor” aportaba a los combatientes en la batalla y se la llevaron a Londres. Allí tuvo bastante éxito (en parte porque la política inglesa buscaba evitar por cualquier medio que productos extranjeros se introdujesen en las islas, cerrando el paso a otras bebidas exitosas en la época, como el coñac francés). Todo esto provocó que, en pocos años, la ginebra fuera la bebida alcohólica más producida en Reino Unido, llegando a contar con más de 5.000 variedades distintas. Sin embargo, ¿cómo debía tomarse la ginebra?

El gin-tonic comenzó a popularizarse entre los soldados británicos que habían estado en las Indias
(Foto: Unplash)

El acompañante perfecto sería la tónica, cuyo “nacimiento” tiene que ver más con la palabra “tónico” que con la palabra “refresco”. El precursor fue el agua carbonatada, ideada por el alemán Jacob Schweppe allá por el año 1783. Vendida como producto medicinal para tratar problemas digestivos, fue infiltrándose en la nobleza europea, especialmente la británica, lo que hizo que su popularidad aumentara con creces. Los sucesores de Schweppe no dejaron de mejorar y perfeccionar la receta, y casi 50 años después lanzaron el primer refresco carbonatado de limón. Sin embargo, a la unión entre la ginebra y el agua carbonatada le faltaba un ingrediente más: la quinina

Una vez más, serían los soldados británicos los culpables de la popularización de la mezcla. Esta vez, destinados en la India, a finales del siglo XIX, donde los despliegues coloniales de la corona británica se saldaban con miles de muertes debido a las enfermedades contraídas en el lugar, especialmente la malaria. Para combatirla, los pelotones británicos consumían polvo de quinina (especialmente amargo, pero efectivo como remedio natural) con agua y azúcar. Con el paso del tiempo, a esta curiosa mezcla se le añadió ginebra. ¿Por qué? Principalmente para extender el consumo de la medicina por todo el ejército británico (la conocida como “agua india” no era del agrado de muchos, pero la ginebra ayudaba a que se consumiera); y para seguir apoyando la producción del destilado en las islas británicas.

Con el paso de los años, el gin-tonic se ha ido refinando y existen multitud de detalles que podemos añadir a nuestro coctel para hacerlo único: bayas de enebro, flores o hierbas aromatizantes…
(Foto: Unplash)

Además, el consumo de alcohol se popularizaba entre los soldados, ya que ayudaba a tener más “valor” en el campo de batalla. Al volver del frente, los soldados británicos solían pedir este combinado en tascas y bares, convirtiendo a la ginebra con “agua india” como símbolo de coraje y valentía. Las producciones de agua carbonatada vieron un buen filón y añadieron quinina, creando así la tónica, que dio lugar al conocido gin-tonic. Este cóctel fue perfeccionándose hasta nuestros días, convirtiéndose en una bebida nacional para los británicos y en una refrescante opción para una calurosa sobremesa de verano.

Mojito, una bebida de piratas que triunfó en Cuba

Si hablamos de cócteles estrellas en verano, el mojito tiene muy poco que envidiar al éxito del gin-tonic. Esta refrescante mezcla de ron blanco, soda, zumo de lima, menta (o hierbabuena), azúcar moreno y hielos ha cautivado a todo tipo de personas, incluso… a piratas. Así lo asegura la leyenda que atribuye la creación del cóctel más famoso de Cuba a Sir Frances Drake, que tan bien conocemos por tierras gallegas. 

Dice la leyenda que el antecesor del mojito lo creó el mismísimo Sir Frances Drake, buscando combatir el escorbuto entre su tripulación
(Foto: Unplash)

Al parecer, el corsario inglés tenía un problema particular con su tripulación: solían enfermar con cierta frecuencia. En la época, las dolencias como el cólera o el escorbuto eran el pan de cada día para los marineros que pasaban largos períodos de tiempo en alta mar. Para combatir esto, Drake decidió elaborar un antecesor del mojito a base de tafia (un aguardiente de caña), azúcar, limón y menta. El aguardiente calentaba el cuerpo y el limón proporcionaba la vitamina C necesaria para frenar el escorbuto. Allá por el siglo XVI, esta bebida tuvo moderado éxito, especialmente en Cuba, donde se le llama Draque o Draquesito a este curioso combinado. Sin embargo, el aguardiente hacía que el Draque fuera un trago demasiado amargo, por mucho azúcar que le añadiese la tripulación de Drake.

Cuando se fue perfeccionando la producción de ron blanco, este sustituyó al aguardiente y se convirtió en mojito, que viene de la palabra mojo o mezcla. El mojito actual tiene su origen entre los años 1910 y 1930, y algunas fuentes apuntan a La Playa de la Concha, donde un supuesto descendiente de españoles lo elaboraba como producto exclusivo en bar de aristócratas. Poco a poco esta refrescante bebida fue ganando adeptos, y muchos de ellos extranjeros. Durante la Ley Seca norteamericana, muchas personalidades hacían “viajes” a Cuba para disfrutar de mojitos y demás alcoholes que no se podían permitir en su país. Nombres como John Wayne o Frank Sinatra fueron algunos de los que apreciaron el sabor de los cócteles cubanos. Sin embargo, su mayor fanático sería el escritor Ernest Hemingway, que dedicó varias líneas a los mojitos que bebía en la famosa Bodeguita del Medio. De hecho, era tan fanático de este combinado que hay quien le atribuye la creación del mojito.

Sangría, un origen disputado para un “superventas” español

No hay discusión: si hablamos de un cóctel ganador durante el verano ese es la sangría. Ya sea admirada u odiada, lo que no se puede negar es su éxito dentro y fuera de las fronteras españolas. Aunque tiene un poco de mala fama porque su consumo se relaciona con el denominado turismo de borrachera, lo cierto es que la sangría es un acompañante ideal para una comida veraniega.

El origen de la sangría es muy discutido, ya que casi todas las culturas han ido aromatizando los vinos desde su creación.
(Foto: Unplash)

Sin embargo, existe un problema a la hora de indicar un origen certero de la sangría: casi todas las culturas han elaborado en su pasado combinaciones de vino con azúcar, miel y frutas. La teoría más extendida es la que defiende que la sangría fue creada por campesinos españoles y portugueses a principios del siglo XIX, fruto de una tradición de añadir elementos externos al vino para endulzarlo: en este caso manzanas, cítricos y melocotones.

Otra teoría apunta a que fueron los británicos (sí, otra vez) los creadores de la sangría. Alrededor del año 1700, en las Antillas, estaba prohibido beber alcohol, por lo que un grupo de marineros se las ingenió para ocultar su ron español creando una mezcla con miel, frutas y vino, dándole el aspecto de un zumo de frutas ordinario. De hecho, el primer registro escrito sobre la sangría, del padre Esteban Torres, afirma el origen inglés de la sangría. Sin embargo, también se unen a la fiesta los franceses, que defienden que el origen es de las Antillas francesas, derivada de la expresión san-gris. A pesar de las diferencias de origen y nomenclatura, lo cierto es que las recetas españolas, portuguesas, británicas y francesas tienen numerosos puntos en común.

En los últimos años la sangría ha ido ganando fuerza como un coctel a tener en cuenta, y numerosos bartenders y chefs de renombre comienzan a trabajar con ella para llevarla a un espacio gourmet.
(Foto: Unplash)

En 2014 parece que se cerró esta discusión por el origen de la sangría, ya que el Parlamento Europeo aprobó el término “sangría” como vino aromatizado exclusivamente elaborado en España y Portugal, por lo que, si se elabora fuera de estos dos países, no podrá denominarse sangría. 

Pero, líos de derechos de autor aparte, una buena sangría se basa en un buen macerado de frutas y vino tinto, dejando la mezcla hecha al menos con un día de antelación. Por supuesto, como todas las recetas tradicionales españolas, cada casa tiene su propia receta: en Asturias triunfa la sangría de sidra, con un toque más ácido; y en Cataluña suelen elaborar sangría de cava.

Y tú, ¿con cuál te quedas? Independientemente de si te gusta más el gin-tonic, la sangría o el mojito, los tres tienen el mismo objetivo: disfrutar de una refrescante mezcla bajo el sol (eso sí, con sentidiño, que nos conocemos).

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