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El San Lorenzo de El Greco lo tiene Galicia, "escondido" en un rincón de Lugo

Los mundos que contiene la obra del gran artista del Renacimiento expuesta en el Colegio del Cardenal de Monforte
El Greco, Aparición de la Virgen con el Niño a San Lorenzo (detalle), ca., 1578-1580, Pinacoteca del Colegio de los Jesuitas de Monforte.
El Greco, Aparición de la Virgen con el Niño a San Lorenzo (detalle), ca., 1578-1580, Pinacoteca del Colegio de los Jesuitas de Monforte.

Una alga marina vista bajo microscopio, un verso de Rosalía de Castro, las imágenes en movimiento de un escáner cerebral o una performance de Marina Abramović, resguardan mundos complejos, encriptados. Mundos crípticos ante nuestros ojos incapaces de percibir, así de primeras, todo el significado; porque son obras / mundos que, así de primeras, nada cambian, no importan nada tanto. No importan tanto, aunque cada obra de arte contenga los colores, texturas y matices del pasado, del presente de existir en tu retina o del futuro en la memoria. Nada cambian aun formando parte del pensamiento colectivo de una generación, de varias generaciones, de vidas enteras y de las formas de sentir que son comunes, que evaden el tiempo y atraviesan lugares burlando las fronteras. ¿Nada cambian…?


Algas verdes salpican la superficie exterior de un tallo de alerce (National Geographic).

Metacuadros

Ni células secuestradas en placas de Petri ni fotografías devueltas por un telescopio espacial de la NASA.

Una pista…

Como preparación de los cuadros, El Greco y sus ayudantes extendían una capa de imprimación para obtener un fondo homogéneo en sus texturas, luces e irisaciones. Es importante esta homogeneización porque texturas, luces y sombras e irisaciones son la base sólida del mundo del que se quiere / necesita / hay que dejar constancia.

En la imagen superior, vemos los pigmentos terrosos u ocres presentes en diferentes obras. Son restos de las preparaciones de pintura que el artista probaba en la propia tela de los cuadros y que, de cerca, semejan obras de arte contenidas dentro de la gran obra. Hay quien cree que El Greco no buscaba dejar olvidadas estas formas y texturas secretas, y hay quien defiende que eso era exactamente lo que pretendía.

La Pinacoteca del Colegio de los Jesuitas de Monforte

En sus primeros años en Toledo, El Greco recibía grandes encargos de pinturas de santos. Quizás, estos encargos se debiesen a una buena valoración de su técnica o, a lo mejor, se corrió la voz de la vida que Doménico podía depositar en la mirada de sus retratados… O a la confianza con la cual creaba lo que quería, sin importarle que no fuesen bien recibidas las insinuaciones de las formas del cuerpo de una virgen o una santa.

Y el Greco que vino a nuestra Castilla medieval del siglo XVI habiendo atravesado la Italia del Renacimiento, sintió aquí como el idealismo italiano se le ahogaba bajo el espiritualismo castellano de la austera Toledo. Vino acaso buscando El Escorial, donde quería trabajar, y halló nuestra alma. De sus primeras obras, véneto-romanas, va pasando a sus obras genuinamente castellanas, espiritualistas, con un espiritualismo concentrado, violento y tormentoso, como se ve en el San Mauricio y en el Entierro del Conde de Orgaz.  (Miguel de Unamuno)


El Greco, El entierro del Conde de Orgaz, 1588, Iglesia de Santo Tomé (Toledo).

El Colegio de los Jesuitas de Monforte, más conocido como Colegio del Cardenal, resguarda dos creaciones de este artista del Renacimiento. Hoy veremos más de cerca nuestra Aparición de la Virgen con el Niño a San Lorenzo (ca. 1578-1580).

Assum est, inqüit, versa et Manduca

Asado está, parece, gíralo y cómelo’

En el año 257, el emperador Valeriano publicó un decreto: todo el que se declarase cristiano sería condenado a muerte. Aprovechando el asesinato del papa junto con otros diáconos (aprovechando, por lo tanto, el miedo y el poder), el alcalde de Roma ordenó al diácono Lorenzo hacer entrega de las riquezas de la Iglesia. En tres días, Lorenzo reunió a pobres, lisiados, enfermos, huérfanos, viudas, prostitutas y ancianas que había ayudado en alguna ocasión y se los puso en fila al alcalde: Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le aseguro que son lo más valioso que posee el emperador, dijo Lorenzo justo antes de ser condenado a morir en una parrilla. Durante el martirio, cuentan que el santo dijo Assum est, inqüit, versa et manduca, es decir, Asado está, parece, gíralo y cómelo.

Naturalmente, esta historia que gusta y sorprende a cualquiera, encantaba a los renacentistas que vieron en San Lorenzo a un amigo… A ese amigo que bien podría callar, pero habla porque el hambre de decir y hacer lo que tiene dentro y cree justo, pues le puede; el amigo que tira para adelante con orgullo, aunque queme.

Debido a la temática, se piensa que El Greco pudo pintar esta obra para el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, pero el cuadro fue legado en 1600 al Colegio de los Jesuitas de Monforte de Lemos por el fundador Rodrigo de Castro Osorio (inquisidor del tribunal supremo, obispo de Zamora y Cuenca, arzobispo de Sevilla y cardenal y consejero de Estado).

Aparición de la Virgen con el Niño a San Lorenzo

Con la mano derecha, Lorenzo empuña la parrilla, símbolo de su martirio, mientras que señala con la otra el instrumento de su muerte. El rostro implorante se vuelve hacia arriba, a la Virgen con el Niño, en un ángulo del lienzo. Es importante la emoción en el retrato, porque lo complejo en pintura no es componer un rostro, sino reconocer la emoción en sus ojos, en las comisuras de los labios que descienden levemente. La pintura es un lenguaje no verbal, y para construir retratos, es esencial comprender la manera en que los gestos más pequeños comunican todo cuanto sentimos incluso cuando no queremos expresarlo.

Celaje desigual, tridimensionalidad, el relieve de tres alturas y la repetición de modelos.

Una mancha anárquica se mezcla con el cielo y los nubarrones unifican la estructura compositiva del lienzo. Los claros que forman un halo alrededor del santo siluetan su figura. Este San Lorenzo es una anticipación de las técnicas más utilizadas por el artista que coloca a sus retratos sobre fondos de celaje desigual… Fondos que bien podrían ser obras de arte en sí mismas.


Gracias a las radiografías se constata que El Greco realizó cambios desde el primer diseño: en donde ahora vemos tres borlas antes habría cuatro.

Las figuras pintadas por El Greco parecen querer romper el lienzo, salirse de la escena… Y esto es así por dos razones: primera, porque pinta con brochas de todos los grosores desde el principio al final del proceso, y con toques finísimos y rápidos crea luces que son el secreto del volumen, de la tridimensionalidad. Segunda, porque el Greco podría crear una obra con cuatro pigmentos: porque los negros o rojos non son simplemente negros o rojos, sino una amalgama de tonos realistas como los que podemos ver en los objetos de la vida, nunca iguales, ni siquiera parecidos, porque la luces y el contexto son múltiples y cambiantes.

El relieve de tres alturas de esta obra es una técnica antigua que consiste en crear un juego de colores —claro, oscuro e intermedio— que se superponen. En este caso, el tono oscuro es el granate presente en las partes más internas del brocado, el intermedio lo tenemos en el amarillo de plomo y estaño (pintado a rayas para crear la textura real de los hilos) y, por último, el blanco que aporta la luz. El Greco no solo aplica la técnica en el brocado de esta obra, sino que la pondrá constantemente en práctica a lo largo de los años de varias maneras, debido a la evolución para conseguir la sensación de relieve.

Como si Doménico tuviese un catálogo de modelos, repetirá también a lo largo de su carrera las mismas caras y cuerpos. Como vemos en la imagen de abajo, la posición en que coloca los dedos, el gesto de las manos o la manera de reflejar la luz en las manos, ya sea venida del fuego o de los paños luminosos, se repite una y otra vez con diferentes personajes.

Según Carmen Garrido, doctora en Historia del Arte, es más fácil de lo habitual saber qué grecos son originales y cuáles son copias o plagios ya que estas pinturas no son lo que parecen; no son —o, al menos, no únicamente— lo que vemos. El caos / desorden que se percibe de los brochazos rápidos, la amalgama de personajes o los elementos que parecen dispuestos de manera aleatoria esconden estructura y armonía. Por eso, quien copia al Greco sin comprenderlo al detalle, sin dedicar su vida a descifrarlo, falla. Tanto la simetría como la asimetría funcionan ante nuestros ojos por su perfección tan natural como la del alga marina, un verso de Rosalía de Castro, las imágenes en movimiento de un escáner cerebral o una performance de Marina Abramović: todas obras de arte / mundos que reflejan un pasado y sentir propios.

Referencias

Company, X. (2015). "La luz y el color en la pintura de El Greco". Arbor, 191 (776): a275. DOI: http://dx.doi.org/10.3989/arbor.2015.776n6002

Museo Nacional del Prado. (2014). “El Greco. El proceso creativo de sus originales”. Disponibles en:

Colegio de Nuestra Señora de la Antigua. Historia y aportación cultural. (s. f.). https://escolapiosmonforte.es/historia/

Sica Romero
Sica Romero
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Escritora e Historiadora del Arte especializada en el ámbito de la docencia y la museística, le fue otorgado el premio literario Arcebispo Juan de San Clemente por Avelaíñas Eléctricas, su primera obra de narrativa. Colabora en medios de comunicación de prensa escrita y radio. En los diarios Quincemil y Treintayseis publica cada domingo un artículo de divulgación cultural.
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