2 diciembre, 2023 02:57

El 23 de agosto de 1939, una semana antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial, el ministro de exteriores de Adolf Hitler, Joachim von Ribbentrop, viajó a Moscú para firmar un acuerdo de colaboración con el ministro de exteriores soviético, Viacheslav Molotov.

Aquel acuerdo era un tratado de no agresión entre los dos países, que también se comprometían a desarrollar acuerdos económicos y colaborar políticamente. Pero, además, incluía una cláusula secreta que se descubrió tiempo después: la Unión Soviética y Alemania se repartirían Europa.

El pacto duró poco menos de dos años, ya que Hitler tenía sus propios planes para invadir la Unión Soviética con la Operación Barbarroja y, en junio de 1941, empezó a ocupar la parte de Polonia que se suponía que pertenecía a los soviéticos. Como consecuencia, Stalin se vio obligado a cambiar de bando y colaborar con los Aliados para frenar el avance de los nazis dentro de su propio país.

Esta alianza imposible nos demuestra que en la política y en la guerra todo es posible. Depende de quién lo firme, de quién lo diga o de quién lo haga. Lo que es malo para muchos, es bueno para otros. Lo que es indefendible en un momento, es lo mejor tiempo después, aunque años más tarde nos avergüence reconocerlo. Y por eso pocos conocen que el PNV negoció con la Alemania nazi para conseguir unificar las provincias vascas en una zona autónoma. Y no solo con Hitler, sino también con su mayor aliado: el fascista Benito Mussolini.

Paradójicamente, entonces el PNV se acercó a los líderes del fascismo. Ahora, en cambio, su línea roja para pactar con el PP es, precisamente, la existencia de Vox. 

Negociando la rendición con Mussolini

El 25 de junio de 1938, un coche recogía a Juan de Ajuriaguerra, jefe del ejecutivo del Partido Nacionalista Vasco, en el puerto de Algorta, en Guecho, Vizcaya, para trasladarlo al palacio de Munoa. Allí le esperaban el general Doria, jefe del Cuerpo de Tropas Voluntarias, una fuerza italiana de combate que constituyó la ayuda más importante que la Italia fascista aportó a los sublevados contra la Segunda República Española, y Mario Roatta, jefe del Servicio de Información Militar de Mussolini.

El objetivo de aquella reunión era ofrecer la rendición de todas las tropas vascas, incluidos los 20 batallones comunistas, al ejército italiano, pero no a Franco.

Mario Roatta Mancini.

Mario Roatta Mancini.

Tan solo unos días antes, Bilbao había caído en manos del bando sublevado, pero para entonces la maquinaria ya se había puesto en marcha, ya que el gobierno vasco había contactado con el Vaticano para que mediara. Pio XI había conseguido que Franco asegurara que, si Bilbao se rendía a sus tropas, no habría represalias. Pero inexplicablemente la propuesta del Papa con las condiciones de la rendición llegó a manos del presidente de la República, Manuel Azaña, que canceló el envío de refuerzos al País Vasco, al considerarlo una traición.

Las negociaciones entre vascos e italianos culminaron el 24 de agosto de 1937. Las tropas vascas entregaron sus armas a Mussolini a cambio de unas evacuaciones que nunca llegaron. Además, Franco decidió no aceptar el pacto y ordenó a los italianos que le entregaran a los oficiales y dirigentes vascos. Inmediatamente se pusieron en marcha consejos de guerra que dictaron centenares de sentencias de muerte para toda la cúpula militar del ejército vasco.

Recurren a Hitler

Pero no sería esta, la única ocasión en la que el PNV negociaría con el fascismo. Años más tarde, también recurrirían a nada más y nada menos que al mismísimo Adolf Hitler.

Según el Service Historique de la Defense de Vincennes, archivos que el gobierno francés desclasificó entre 2018 y 2019, el Partido Nacionalista Vasco en el exilio intentó hasta en tres ocasiones aproximarse a la Wehrmacht y las SS durante la ocupación nazi del País Vasco francés en plena Segunda Guerra Mundial. Su objetivo era establecer y unificar las provincias vascas en una zona autónoma e independiente.

Tras el final de la Guerra Civil en 1939, los políticos del PNV se encontraban dispersos por toda Europa. Los vascos no olvidaban quién había bombardeado Guernica el 26 de abril de 1937, sin embargo, sectores del PNV refugiados en la Francia ocupada, pensaron que el régimen nazi podría ser un apoyo para la independencia. Los intereses políticos del Tercer Reich y de los exiliados vascos, temerosos de ser detenidos por la Gestapo y expulsados de regreso a España, podrían llegar a crear alianzas imposibles.

De esta manera surgió el primer intento de negociación en 1941. Berlín había pedido a las autoridades ocupantes que favorecieran todas las tendencias separatistas en Francia, algo que preocupaba a Franco, que solicitó a los nazis que se prohibiera cualquier movimiento separatista que pudiese afectar a España. El responsable de asuntos políticos de la región, coincidía con la visión española, por lo que tomó las medidas necesarias para luchar contra las tendencias separatistas.

El segundo acercamiento se produjo en 1942, cuando los alemanes pensaban que se iba a producir un desembarco aliado en Bilbao para evitar su entrada en España. En esas circunstancias, los separatistas vascos ofrecieron a los nazis su apoyo antes un hipotético desembarco a cambio de la creación de una región autónoma que abarcara las provincias vascas españolas y el Bajo Pirineo en una futura República Vasca.

Pero su interlocutor, el general Leo Geyr von Schweppenburg, desautorizó su plan, ya que lo consideraba estrictamente político, además de que no creía que su país entrara jamás en España.

Ante su negativa, los vascos buscaron un nuevo interlocutor, Karl Rudolf Werner Best, un oficial de las SS que era el ideólogo del II Reich, estaba obsesionado por la pureza de la raza y era el criminal de guerra responsable de la creación de los escuadrones de exterminio que operaron en Polonia y en el Frente oriental. Best creía que algunos pueblos europeos aislados podían culminar su sueño de formar una organización territorial de Europa basada en etnias como los bretones, los irlandeses, los escoceses y los vascos, cuya cultura y lenguaje atraía enormemente a la jerarquía nazi.

Con esa idea en mente, Best había ordenado al realizador Herbert Brieger, un prestigioso cineasta del Tercer Reich, la grabación de un documental de 12 minutos llamado “Im lande der Basken” en el que se muestran todos los tópicos folclóricos y culturales de la vida rural vasca, haciendo hincapié en temas muy queridos por los nazis, como el deporte, y destacando los rasgos arios de los vascos, buscando mostrar su pureza racial y centrándose en lo “salvaje” y misterioso de este pueblo.

Karl Rudolf Werner Best

Karl Rudolf Werner Best

A pesar de grabar el documental, Best descartó su propuesta de independencia, por lo que los vascos se dirigieron directamente a la Gestapo en París donde, tras varias reuniones, tampoco llegaron a acuerdo.

El último intento se produjo en 1944, a raíz del desembarco de Normandía, cuando la cúpula nazi llegó a considerar reagruparse y resistir en la región montañosa entre la costa y la frontera franco española, circunstancia que en el PNV aprovecharon para dirigirse al responsable alemán de asuntos políticos, para que autorizara la organización de una futura zona autónoma vasca con el pretexto de influir en la población a favor de los nazis.

En el Partido Nacionalista Vasco se creía que, tras el fin de la ocupación alemana de Francia, Franco sería el siguiente en caer, precipitando la creación de una República Vasca en la que las tropas alemanas serían las primeras en garantizar el orden. Además, el PNV garantizaba que, en caso de derrota alemana, podrían obtener unas condiciones de rendición favorables.

Pero la retirada alemana de Francia, en agosto de 1944, puso fin a estas conversaciones sin llegar a ningún tipo de acuerdo.

Una alianza imposible

A pesar de todos los intentos, de todos los sondeos, de multitud de tanteos y de esfuerzos, la idea de una posible alianza vasco alemana nunca llegó a fructificar. La cúpula nazi consideraba al pueblo vasco “rojo y separatista” y a partir de 1942 el ejército alemán tuvo que enfrentarse a Rusia, desviando su atención y recursos al este. Además, la población vasca jamás habría respaldado a un PNV colaboracionista con el Tercer Reich.

En la actualidad todavía no existe unanimidad entre los historiadores a la hora de definir el motivo por el que estos intentos de negociación con los nazis se llevaron a cabo. La mayoría considera que el PNV, ante la seguridad de que Alemania ganaría la Segunda Guerra Mundial, decidió apostar por el caballo ganador con un pacto que asegurase sus reivindicaciones, dejando la puerta abierta por si lo nazis ganaban la guerra. Otros defienden que entre sus miembros había quien creía realmente que una unión vasco-nazi era no solo posible, sino beneficiosa. Incluso hay quien asegura que estos contactos formaban parte de una estrategia para conseguir información para los Aliados.

Sea como sea, tras conocer lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial, en unas circunstancias difíciles de juzgar con los ojos actuales, muchos se preguntarán por qué el PNV se ha negado hoy en día a pactar con el Partido Popular alegando su cercanía con VOX y su fascismo, cuando hace 70 años parecía no importar demasiado. Quizá, simplemente, eran otros tiempos, otra época, otros objetivos, otras personas. Quizá, simplemente, solo querían sobrevivir.