28 octubre, 2023 02:16

A finales del siglo XVI, los corsarios Francis Drake y John Hawkins propusieron a la reina Isabel I de Inglaterra enviar una expedición al Caribe con el objetivo de establecer una base inglesa permanente en Panamá, desde donde podrían poner en jaque el dominio español en América. La reina accedió a su proposición y armó una flota compuesta por 27 fragatas, 1.500 marineros y 3.000 soldados, convirtiéndola en la mayor escuadra jamás enviada contra las posesiones españolas de ultramar.

Sin embargo, la falta de víveres y agua potable hicieron que Drake propusiese hacer un alto en las Islas Canarias, aunque eso supusiera aplazar el ataque a Panamá y perder el factor sorpresa. El general Thomas Baskerville, al mando de las tropas de desembarco, aseguraba que podía tomar Las Palmas en menos de cuatro horas, lo que les proporcionaría una plaza estratégica, así que pusieron rumbo a las islas.

Tras hora y media de combates, el 6 de octubre de 1595, los ingleses se fueron por donde habían llegado tras haber perdido a más de 40 hombres y cuatro barcazas de desembarco. Doscientos años después, el legendario almirante inglés Horatio Nelson no sólo volvió a fallar en el intento, sino que perdió uno de sus brazos por el camino. Todo gracias a un heroico general que disfrutaba en las islas de su retiro dorado: Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana.

Retrato del general Antonio Gutiérrez de Otero.

Retrato del general Antonio Gutiérrez de Otero. Museo del Ejército, Ministerio de Defensa de España

En el año 1496 las Islas Canarias se integraban en la Corona de Castilla, provocando que el archipiélago sufriera los efectos de los conflictos internacionales en los que ésta se vio involucrada a lo largo de su historia.

Canarias constituía una base fundamental en las comunicaciones de la Corona con América, de donde procedían el oro y la plata que permitían mantener su política de hegemonía europea durante el siglo XVI y buena parte del XVII. Sin embargo, su lejanía de la Península la convertía en un vulnerable territorio expuesto a los ataques de las potencias rivales de la corona, como ingleses, franceses, holandeses o turcos, lo que provocó que, durante más de 300 años sufriera continuos ataques de piratas, corsarios y naciones, como parte de las guerras que libraban con España.

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Un plan infalible

El 14 de febrero de 1797, frente al cabo de San Vicente, en el extremo occidental de la costa portuguesa del Algarve, una escuadra española formada por 32 buques de guerra, entre ellos el Santísima Trinidad, entonces el mayor buque de guerra del mundo y 2.638 cañones, se enfrentó a una flota inglesa de 22 barcos y 1.430 cañones, al mando de John Jervis, que castigó a los españoles con una durísima derrota.

Tras la batalla, el joven y ambicioso contraalmirante Horatio Nelson, ascendido por su acción durante este enfrentamiento, propuso al almirante Jervis encabezar una escuadra de guerra compuesta por ocho navíos, 378 cañones y 1.000 hombres para tomar la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, que estaba protegida por varios fortines armados con artillería situados en la costa.

Pero Horatio no contaba con que el gobernador de Tenerife no era un simple funcionario, sino un carismático general con una brillante hoja de servicios: Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana.

Busto de Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana.

Busto de Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana. Wikimedia Commons

Antonio había nacido en Aranda de Duero el 8 de mayo de 1729 y toda su vida estaría marcada por la carrera militar, que dio inició con tan sólo siete años de edad cuando ingresó en el Ejército como cadete. Entre sus gestas, se encuentra la expulsión de los ingleses de Las Malvinas en 1770, la expedición contra Argel y el Bloqueo de Gibraltar de 1775 y la reconquista de Menorca de manos inglesas en 1782.

Tras una vida llena de guerra, sangre y muerte, fue recompensado, con 61 años, con un ascenso a mariscal de Campo y el nombramiento de comandante general de las Islas Canarias en 1790. Antonio vivía plácidamente su retiro dorado en una modesta casa en las faldas de La Cardonera, en Santa Cruz de Tenerife, donde cultivaba su pequeño huerto. Pero su apacible tranquilidad llegaría a su fin el amanecer de 21 de julio de 1797, cuando un vigía costero dio la voz de alarma. La flota de Nelson se acercaba.

Antonio Gutiérrez vivía su retiro dorado en Tenerife. Su tranquilidad acabaría en 1797, cuando un vigía costero avisó de que la flota de Nelson se acercaba.

Antonio Gutiérrez dio la orden de preparar las defensas para un inminente ataque, por lo que reunió y desplegó por la zona todas las fuerzas de las que disponía, no más que 300 soldados profesionales. Pero los isleños se pusieron a disposición de su carismático comandante, por lo que se pudieron organizar milicias entrenadas muy brevemente a manos de los sargentos profesionales y que no superaban los 1.000 efectivos.

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Tenerife sola ante el peligro

Nelson, confiado de su superioridad, desplegó, la madrugada del 22 de julio, 39 lanchas para desembarcar a sus hombres en la playa de Valleseco y en la ciudad de Santa Cruz, pero el viento y el hecho de que los defensores ya estuvieran alertados de las intenciones de Nelson, hicieron que esta primera acción fracasara.

A las diez de la mañana del mismo día, las fragatas inglesas fondearon lo más cerca posible de la costa para atraer los disparos de la artillería española mientras protegían el desembarco de 1.000 hombres en la playa de Valleseco. El fuego cruzado de los defensores desde el castillo de Paso Alto y otras posiciones fortificadas provocó que los barcos tuvieran que dejar el fondeadero para resguardarse a una distancia de seguridad. Gutiérrez, además, había enviado refuerzos para ocupar los pasos que llevaban a la ciudad, lo que dejaba a los británicos en la playa aislados y sin el apoyo de su artillería naval por lo que, el 23 de julio, se retiraron de nuevo.

Gutiérrez, esperando un nuevo ataque, cambió inteligentemente la disposición de sus fuerzas. Dejó un pequeño destacamento en el castillo de Paso Alto, concentró sus efectivos para defender la ciudad y reforzó las defensas del puerto.

Tras haber fracasado dos veces, Nelson decidió atacar frontalmente Santa Cruz de Tenerife con un desembarco masivo en el puerto al frente de sus tropas con el objetivo de desplegarse rápidamente por toda la ciudad, sorprender a los defensores y evitar contraataques.

Nelson herido durante el asalto a Tenerife.

Nelson herido durante el asalto a Tenerife. Wikimedia Commons

La noche del 24 de julio, los ingleses comenzaron el desembarco, pero de nuevo la red de artillería organizada por Gutiérrez desde los fortines españoles los barrió del mapa. Cuenta la leyenda que Nelson, que viajaba en uno de los botes que logró llegar a la costa, recibió un impacto procedente del cañón Tigre, que le destrozó el brazo, obligando a evacuarle de inmediato. La realidad es que fue una bala de mosquete la que le hirió en el brazo rompiéndole el codo y cortándole una arteria, por lo que tuvieron que amputarle el brazo para cortar la hemorragia y salvar así su vida.

Los ingleses que consiguieron desembarcar fueron superadores por los defensores, por lo que se vieron obligados a refugiarse en el convento de Santo Domingo. Gutiérrez ocupó el muelle para evitar la llegada de refuerzos desde los barcos de Nelson y aumentó la intensidad del asedio al convento, provocando que los británicos en su interior se rindiesen para poder salvar sus vidas.

El tercer y último intento también había fracasado. El día 25 se firmó la rendición y los más de 300 hombres que estaban asediados en Santo Domingo volvieron a sus barcos en lanchas inglesas e incluso algunas españolas.

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Inglaterra se da por vencida

A pesar de las escasas defensas, las unidades militares y las milicias bajo el mando de Gutiérrez repelieron el intento de conquista gracias a que el gobernador utilizaba sabiamente sus recursos para adelantarse a cada uno de los movimientos que previsiblemente realizarían las fuerzas atacantes y a la ayuda de los vecinos a su llamada para defender la isla.

Nelson perdió su brazo, 226 vidas y 123 de sus hombres fueron heridos. Los españoles sufrieron 23 muertos y 40 heridos.

En una carta escrita de su puño y letra, el contraalmirante inglés agradecía a Gutiérrez que hubiese dejado a sus tropas abandonar la isla sin daño alguno con la única condición de no volver a atacar el archipiélago canario:

“No puedo dejar esta isla sin devolver mis más sinceras gracias por su cariñosa atención para mí y su humanidad para aquellos de nuestros heridos que estuvieron en su poder o a su cuidado, así como su generosidad con todos los que fueron desembarcados, la cual no olvidaré de hacer presente a mi soberano, y espero en alguna futura ocasión poder tener el honor de expresar personalmente cuánto soy suyo obediente y humilde servidor.

Ruego me honre aceptando un barril de cerveza y un queso.

HORATIO NELSON”

Carta de respuesta de Gutiérrez a Nelson.

Carta de respuesta de Gutiérrez a Nelson. Museo del Ejército, Ministerio de Defensa de España

Aquella memorable jornada del 25 de junio de 1797 fue, posiblemente, una de las páginas más gloriosas y desconocidas de la historia de Canarias y España y es recordada cada año en Santa Cruz de Tenerife con una recreación histórica

En recompensa por sus acciones, Antonio Gutiérrez fue ascendido a teniente general y le fue otorgada la Encomienda de Esparragal de la Orden de Alcántara. Además, elevó una petición de recompensas para los más destacados durante aquellos enfrentamientos, pero no se concedió ninguna. Fallecía el 15 de mayo de 1799 en Santa Cruz de Tenerife, siendo enterrado en la capilla de Santiago el mayor en la iglesia de La Concepción.

En Inglaterra, Horatio Nelson es recordado con una colosal columna de 50 metros levantada en Trafalgar Square que es visitada a diario por miles de personas. Mientras tanto en España Antonio Gutiérrez es recordado con un discreto busto en su Aranda natal.

Ningún otro país intentó conquistar de nuevo las islas Canarias.