7 enero, 2023 01:18

La peste negra o muerte negra fue la pandemia de peste más devastadora en la historia de la humanidad, afectando a Europa, África y Asia en el siglo XIV, alcanzando su punto álgido entre los años 1346 y 1353. Se calcula que el número de fallecidos por esta pandemia estuvo entre 75 y 200 millones de personas, equivalente al 30 %-60 % de la población mundial. El origen de la peste fue un brote causado por una variante de la bacteria “Yersinia pestis” y hay quien considera que fue tan devastadora, entre otros motivos, por el exterminio al que se vieron sometidos los gatos medievales, lo que permitió la proliferación de su gran transmisor: la rata negra y sus pulgas.

El punto de partida de la gran epidemia de peste negra en Europa suele situarse en la ciudad comercial de Caffa, en la península de Crimea, a orillas del mar Negro. En 1346, Caffa estaba siendo sitiada por el ejército mongol, en cuyas filas parece ser que se manifestó la enfermedad. Se cree que fueron los mongoles quienes extendieron el contagio a los sitiados arrojando sus muertos mediante catapultas al interior de los muros, pero es más probable que la bacteria penetrara a través de ratas, la rata negra. Estos pequeños roedores, de mucho menor tamaño que la rata común europea, transportaban en su pelaje cierta especie de pulgas en cuyo intestino se alojaba la bacteria Yersenia pestis. Los humanos contraían la peste tras ser picados por esta pulga o al manipular a un animal infectado.

Cuando en Caffa tuvieron conocimiento de la epidemia, los mercaderes genoveses que mantenían allí una colonia comercial huyeron despavoridos, llevando consigo la enfermedad hacia los puntos de destino, en Italia, desde donde se difundió por el resto del continente. Por medio del ensayo y el error, las autoridades de distintas ciudades llegaron a la conclusión de que la enfermedad no tardaba más de 39 días en aparecer y los que lograban sobrevivir no volvían a contagiarse nuevamente. De aquí provienen los 40 días que pasaban viajeros y navegantes confinados a la llegada a los puertos, y que es conocida como cuarentena.

Se considera a la peste negra como el peor desastre biológico de la historia de la Humanidad, y se extendió muy rápidamente sin distinción de edad o de estratos sociales. Los grandes centros de comercio de la época como Londres, Bremen, Milán o Florencia llegaron a quedarse prácticamente despoblados, con una tasa de mortalidad de más del 60% y los pocos supervivientes que quedaban huían y extendían la enfermedad aún más lejos.

A pesar de que el brote de peste del siglo XIV no era el primero de la historia, nadie conocía su mecanismo de difusión, ni sabían cómo combatirlo y era atribuido a combinaciones astrológicas, a aires o vapores o a la ira de Dios.

02

02

¿Pero por qué una plaga que tardó años en extenderse por Asia, solo necesitó unos meses para contagiar a casi toda la población europea? Hay quien afirma que todo fue debido a los gatos. Mejor dicho, a la ausencia de ellos.

Los gatos fueron traídos a Europa desde Egipto por romanos y fenicios y disfrutaron de una fabulosa reputación durante siglos, ya que protegían las cosechas de las plagas, cazaban pequeños roedores y hacían más seguros los alrededores de los hogares donde establecían su territorio, llegando a ser considerados sagrados en la tierra de los faraones. Pero esta buena reputación comenzó a deteriorarse a partir del siglo XIII.

En la Edad Media, la Iglesia católica era la entidad más poderosa de Europa y cualquier decisión eclesiástica tenía una profunda y extraordinaria influencia sobre la vida cotidiana de las personas. Por eso, cuando en junio de 1233, el Papa Gregorio IX emitió una bula llamada “Vox in Rama”, la actitud de los europeos ante los gatos cambió radicalmente.

La bula había sido emitida en respuesta a las noticias que le había hecho llegar Konrad von Marvurg, gran inquisidor del imperio germánico, en las que informaba al pontífice de algunos alarmantes episodios de blasfemia que estaban ocurriendo en Alemania.

Bula papal

En su bula, Gregorio IX describe detalladamente los rituales paganos donde participaban brujas y Lucifer disfrazado de gato negro junto a otros animales como ranas y patos, y la adoración a una estatua de gato que cobraba vida. El propósito de la bula era condenar el culto que había surgido en Renania, por lo que fue enviada específicamente a esa región para advertirles sobre esta secta, no para condenar a los gatos, pero su efecto para ellos fue demoledor.

La visión del gato en la sociedad europea se transformó y comenzó a ser asociada con el demonio. Los gatos pasaron de ser animales hogareños y útiles a ser temidos, odiados y perseguidos hasta tal punto que todavía en la actualidad los gatos negros son asociados con las brujas y como portadores de la mala suerte.

Enterrando víctimas de la peste negra

Enterrando víctimas de la peste negra Wikimedia Commons

Un prejuicio antifelino barrió Europa e incluso distintas autoridades eclesiásticas replicaron en los años posteriores esta idea hasta implantarse en el imaginario colectivo, provocando que a lo largo del tiempo millones de gatos fueran cazados y exterminados bajo sospecha de brujería.

Cuando la peste golpeó Europa, los pueblos y ciudades comenzaron a llenarse de enfermos con tumores en la piel o bubones que nadie sabía cómo combatir ni cómo se propagaban, que acababan matando a sus portadores. Muchos fanáticos culparon a grupos como los judíos o los gitanos, acusándolos de envenenar el agua o de traer el mal por disgustar a Dios con sus paganas prácticas, iniciando purgas contra ellos. Otros culparon a los animales, volviendo su mirada sobre los gatos, asociados con el diablo tras la bula de “Vox in Rama” de 1233, provocando que los felinos que habían sobrevivido al exterminio anterior fueran perseguidos y quemados, acusados de nuevo de ser cómplices de Satanás y de la propagación de la peste.

Algunos textos señalan que los gatos llegaron casi a desaparecer, desencadenando una enorme proliferación de roedores como la rata negra, transmisora, a través de sus pulgas, de la letal peste negra, un hecho que contribuyó a hacer que el brote del siglo XIV fuera el más letal de todos los tiempos.

Muchos historiadores afirman que la propagación de la peste por Europa fue debido al crecimiento de las grandes ciudades, a las grandes rutas de comercio que durante aquella época se habían establecido entre todos los puntos de Europa y, sobre todo, sus condiciones de insalubridad y hacinamiento. Las ciudades europeas de aquella época eran lugares con exceso de población, sin agua corriente, sin organización sanitaria, con las calles pobladas de animales de granja mezclados con sus propios excrementos y los de los humanos… Parece el lugar perfecto para la proliferación de cualquier tipo de plaga.

Pero estos mismos historiadores también consideran que los actos de histeria colectiva fueron otra de las claves para el triunfo de la peste, ya que por un lado acababan con la vida de muchos judíos, algunos de los cuales eran médicos y científicos, que podían estudiar la enfermedad en profundidad, y por otro, eliminaron al depredador de la fuente de contagio, el gato, que mantenía bajo control la población de ratas negras.

A pesar de que no parece descabellado pensar que el descenso de la población felina hubiese influido poderosamente en la proliferación de la peste negra, esta correlación nunca ha sido completamente demostrada ni existen estudios concluyentes sobre la validez de esta teoría.

El triunfo de la Muerte, de Pieter Brueghel el Viejo

El triunfo de la Muerte, de Pieter Brueghel el Viejo Museo del Prado

Lo que sí sabemos con total seguridad es que la peste negra casi nos lleva a la extinción y que fue el fin de una era y el inicio de otra. La repentina escasez de mano de obra barata, debido al descenso de población en toda Europa, proporcionó un gran incentivo para la innovación que ayudó a provocar el fin de la Edad Media y el inicio del Renacimiento, por lo que su importancia es vital en la historia de la Humanidad.

La peste negra se repitió en sucesivas oleadas hasta 1490, llegando finalmente a matar a unos 200 millones de personas, aunque ninguno de los brotes posteriores alcanzó la gravedad de la epidemia de 1346.

Aunque suene increíble, en pleno siglo XXI la peste está lejos de ser erradicada y, de hecho, en algunos países se registra una tendencia ascendente, ya que aún sobrevive en poblaciones de roedores silvestres, lo que provoca brotes ocasionales. La última epidemia de peste urbana en Estados Unidos ocurrió en Los Ángeles en una fecha tan cercana como 1924 y, a pesar de que hoy en día se puede controlar con medicación y existe una vacuna que nunca se ha utilizado de forma generalizada, las infecciones se siguen produciendo con frecuencia en ciertas regiones. Cada año se reportan a la Organización Mundial de la Salud alrededor de 2.000 casos de peste, sobre todo en África, aunque también hay casos en Estados Unidos, China o la India. Más del 90% de todos los casos notificados en el mundo ocurren en tan solo dos países: Madagascar y República Democrática de Congo.