20 abril, 2022 02:16

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Los rusos han visto de todo durante los últimos mil años: el orgullo, la grandeza, la hambruna y el despotismo. Sólo hay una cosa que no han visto: la democracia.

Han sufrido regímenes crueles, intolerantes y sectarios. Desde Iván el Terrible a Lenin, desde Stalin a Putin, los gobernantes han sacrificado sin piedad al individuo en aras de una idea abstracta de Rusia o de ingenierías sociales desconsideradas con la humanidad.  Resignados durante siglos a la fatalidad del poder despótico, a diferencia de Occidente, la mayoría de los rusos no albergan ilusiones de que los derechos individuales triunfen sobre el poder bruto.

En ese caldo de cultivo se formó la personalidad de Putin: "O sometes o eres sometido", se dijo en su infancia cuando era maltratado en las sórdidas calles del Leningrado de posguerra. En esa jungla urbana aprendió que "los débiles reciben palizas". De esa educación sentimental nació su temprano y perseverante interés por el yudo. A esa experiencia se sumó su formación como espía del KGB.

Condecorar a los criminales

Según todas las apariencias, no sólo en Ucrania los soldados rusos han matado civiles con impunidad. En Chechenia, Georgia o Siria, donde el Kremlin se impuso a costa de decenas de miles de vidas de civiles, prácticamente ninguno de los perpetradores de crímenes de guerra fue procesado por Rusia.

Miembros del ejército ruso.

Miembros del ejército ruso.

Este lunes, Putin otorgó honores a la brigada militar acusada de masacrar a civiles en Bucha, un suburbio de Kiev. Las "acciones hábiles y resueltas" de la 64.ª Brigada de Fusileros Motorizados son "un ejemplo del cumplimiento del deber militar, el coraje, el desinterés y el alto profesionalismo", dijo Putin en un comunicado en el que les otorgó el título honorífico de "guardias". 

Esa malversación orwelliana del significado de las palabras responde a una vieja costumbre soviética.  Así como la "desnazificación" es el eufemismo para justificar la reducción a cenizas de  Mariupol y para martirizar Volnovaja o Bucha, la "reclusión sin derecho a correspondencia" era el eufemismo oficial con el que el estalinismo encubría la ejecución del arrestado, como recuerda Vasili Grossman en Vida y destino.

La actitud de Putin parece responder a un patrón. Anteriormente otorgó la medalla más alta de Rusia a un líder checheno acusado de secuestro y tortura. La misma medalla se la concedió en 2016 a Aleksandr Dvornikov, el general ruso acusado de bombardear barrios civiles y hospitales en Siria. A principios de este mes, Putin nombró a Dvornikov comandante principal de Rusia en Ucrania.

Vladímir Putin condecora a Alexander Dvornikov como Héroe de la Federación de Rusia.

Vladímir Putin condecora a Alexander Dvornikov como Héroe de la Federación de Rusia.

Tras la retirada de las tropas rusas, Bucha quedó convertida en un paisaje de los horrores, como documentaron fotógrafos del New York Times. Sus imágenes sugieren que las tropas mataron de manera premeditada y, a veces, sádicamente: los cuerpos de los civiles fueron encontrados esparcidos por las calles, en sus hogares y en fosas comunes. Muchos parecían haber sido ejecutados; algunos, primero torturados y luego violados.

Tales atrocidades no sólo encajan en el manual de estrategia que Moscú ha utilizado —con su propio pueblo o en otros conflictos—, sino que son idiosincráticas en la historia de su ejército, envenenado de nihilismo e impiedad.

Un policía examina un cadáver en Bucha.

Un policía examina un cadáver en Bucha. Gtres

Un hombre llora ante la tumba de su madre en Bucha.

Un hombre llora ante la tumba de su madre en Bucha. Gtres

La violencia sigue siendo habitual en el ejército ruso, donde los soldados veteranos abusan rutinariamente de los novatos. Sergei Krivenko, que dirige un grupo que ofrece asistencia legal a los soldados rusos, declaró al New York Times que "esa violencia, junto con la falta de supervisión independiente, hace que los crímenes de guerra sean posibles. Los soldados rusos son tan capaces de crueldad contra sus propios compatriotas como contra los ucranianos".

Los soldados rusos son tan capaces de crueldad contra sus propios compatriotas como contra los ucranianos

En un vídeo distribuido por el Ministerio de Defensa, el comandante Aleksei Shabulin, refiriéndose a los luchadores por la independencia de Ucrania, cuenta que su bisabuelo "perseguía a la escoria fascista a través de los bosques" durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Su bisnieto se ufana ahora de "continuar esta tradición gloriosa; ahora me toca a mí", dice. "No deshonraré a mi bisabuelo".            

El culto a la guerra

Cuando comenzó la guerra, Leonid Shmelkov, de 39 años, estaba de vacaciones en Sri Lanka. El dibujante, cuyo cortometraje animado Mi propio alce personal ganó el premio especial del jurado en el Festival de Cine de Berlín de 2014, decidió quedarse en Sri Lanka. Desde allí, en una entrevista con Al Jazeera, explica que la propaganda  sobre el papel que jugaron las fuerzas soviéticas en la victoria sobre la Alemania nazi condujo a un "culto a la guerra" paroxístico que se ha reavivado en la actual histeria bélica en Rusia.

En lo que los rusos llaman la Gran Guerra Patria, antes de desencadenar la venganza en Alemania, el Ejército Rojo cometió sus primeras atrocidades en Polonia, el primer país que fue "liberado" del yugo nazi.

Los soldados rusos, viéndose a sí mismos como conquistadores más que liberadores, comenzaron de inmediato a forzar a las polacas. En un convento donde residían 25 religiosas, 15 fueron violadas y asesinadas por la soldadesca. Las 10 restantes fueron violadas, algunas 50 veces.

"Vinieron a pedirme consejo y hablaron de aborto en términos velados", relataría años después la doctora francesa Madeleine Pauliac, que conoció a algunas de las monjas e, incluso, tuvo que asistirlas para dar a luz a los hijos que gestaron.

Monumento Conmemorativo a los Soldados Soviéticos ubicado en Treptower Park

Monumento Conmemorativo a los Soldados Soviéticos ubicado en Treptower Park Wikipedia.

Millones de violaciones  

En el parque de Treptow, a las afueras de Berlín, hay una estatua de unos 12 metros de alto, con la figura de un soldado soviético pisando una esvástica rota con una espada en la mano y una niña en brazos. En un ámbito de 10 hectáreas, están enterrados 7.000 soldados del Ejército Rojo, una pequeña parte de los caídos en Berlín entre 16 de abril y el 2 de mayo de 1945. El memorial se convirtió en la "pirámide" comunista más grande de Europa occidental.

Si la llaman la Tumba del Violador Desconocido es porque para muchos este monumento, más que recordar que el pueblo soviético salvó del fascismo la civilización europea, es el recordatorio de una descomunal brutalidad.

Lo que hizo el Ejército Rojo al entrar en Berlín forma parte de las páginas más infames de la historia universal de la infamia. También de las más desconocidas de la Segunda Guerra Mundial. Los comunistas rusos del pasado siglo intentaron ningunear esos crímenes como un mito inventado por la prensa occidental.  

Parte del parque Treptower en Berlín.

Parte del parque Treptower en Berlín.

Cuando los soldados conquistaron gran parte del territorio del Tercer Reich, perpetraron lo que los historiadores llamaron "el fenómeno de violaciones masivas más importante de la Historia". Según los cálculos más rigurosos, los rusos violaron a más de dos millones de mujeres alemanas, incluyendo niñas y ancianas.

El ejército alemán era, supuestamente, una fuerza bien organizada compuesta por arios que abominaban del sexo con lo que ellos consideraban como subhumanos. No obstante, de acuerdo con Oleg Budnitsky,  historiador y director del Instituto de Estudios Avanzados Soviéticos y Postsoviéticos de Moscú, ese tabú fue ampliamente ignorado cuando el ejército alemán invadió Rusia en la Operación Barbarroja.

A las tres de la madrugada del 22 de junio de 1941 se desató la mayor ofensiva militar de la Historia. Tres millones de soldados cruzaron un frente de casi 1.600 kilómetros. Había comenzado el conflicto que, según Hitler, sería "una guerra sin normas". A finales de año, cuatro millones de rusos habían muerto en combate y otros 3,5 millones habían sido hechos prisioneros. El 97% moriría. 

Masacre de los Einsatzgruppen.

Masacre de los Einsatzgruppen.

En su avance, los alemanes hicieron desaparecer del mapa 7.000 aldeas rusas. Los hombres fueron asesinados por los Einsatzgruppen (escuadrones de la muerte de las SS); las mujeres a menudo eran violadas y enviadas a las fábricas alemanas a trabajar como esclavas o a lagers de exterminio.

En cada punto de las estepas donde los alemanes borraron una aldea del mapa, ahora hay una campana. Cuando el viento sopla sobre las huellas de los panzers, doblan por los muertos de aquella calamidad humana.

La hora de la venganza

El Ejército Rojo se vengó con la misma moneda. Cuando la suerte de la batalla de Stalingrado cambió a su favor, los rusos avanzaron. Lo que vieron fue estremecedor: casas destruidas, ciudades arrasadas y agujeros llenos de cadáveres que avivaron la sed de venganza, algo que Stalin fomentó. Se publicaron posters alentándoles a la rabia: "Soldado: ahora estás en tierra alemana. Llegó la hora de la venganza". "¡Mata al alemán y salta sobre la mujer alemana!" "¡Véngate! ¡Tú eres un soldado vengador!"

Cuando llegaron a Berlín, ya consideraban a las mujeres un "botín carnal". Estaban liberando Europa y creían tener derecho a todo. La corresponsal de guerra rusa Natalya Gesse afirmó que el Ejército Rojo era un "ejército de violadores que forzaba tanto a niñas de ocho años como a mujeres de ochenta".

Las estimaciones de los hospitales de Berlín oscilaban entre las 95 mil y las 135 mil víctimas de violación. Unas 10 mil murieron a causa de la agresión o por suicidio. En Prusia Oriental, Pomerania y Silesia, Antony Beevor  estima que casi millón y medio de mujeres fueron violadas. Muchas de ellas fueron sometidas a violaciones múltiples. Un dirigente de una compañía blindada del Komsomol llegó a jactarse de que en Alemania nació "un millón de hijos nuestros".

Un soldado de la URSS iza la bandera sobre un destruido Berlín.

Un soldado de la URSS iza la bandera sobre un destruido Berlín.

En sus diarios Berliner Recordings 1942 to 1945, publicados en 1962, la periodista alemana Ursula Von Kardorff cuenta que una amiga suya fue agredida "por 23 soldados rusos, uno detrás de otro. Tuvieron que coserla en el hospital". Con una franqueza brutal, el joven teniente Vladímir Gelfand anotó en su diario los pormenores de las atrocidades de la guerra. Su manuscrito fue publicado en 2002.

En febrero de 1945, Gelfand estaba destacado cerca del río Oder, donde el ejército se preparaba para el golpe final sobre Berlín. "Capturábamos gatas alemanas armadas que decían que estaban vengando a sus maridos muertos", escribe el teniente. "Debemos destruirlas sin misericordia. Nuestros soldados sugieren apuñalarlas en sus genitales, pero yo sólo las ejecutaría".

Un soldado soviético increpa a una mujer alemana en la toma de Berlín.

Un soldado soviético increpa a una mujer alemana en la toma de Berlín. HULTON-DEUTSCH COLLECTION

Uno de los pasajes más escalofriantes lo escribió el 25 de abril, cuando ya habían llegado a Berlín. Cuenta Gelfand que iba en bicicleta por el río Spree cuando se topó con un grupo de alemanas que cargaban maletas y bultos. Con su alemán precario preguntó a dónde iban. "Con horror en sus rostros me contaron lo que les había ocurrido la primera noche de la llegada del Ejército Rojo", escribió. "Me clavaron aquí", dijo una de las mujeres y se levantó la falda. "Toda la noche. Unos eran viejos y otros tenían espinillas. Todos se montaron por turnos. No menos de 20 hombres", dijo antes de estallar en lágrimas.

El británico Antony Beevor, ex oficial del Ejército cuya reconstrucción de la batalla de Stalingrado se convirtió en un éxito de ventas, publicó Berlín: la Caída sobre el hundimiento de la capital alemana. En los archivos soviéticos, Beevor descubrió una tormenta de venganzas que le dejó "totalmente consternado"

Beevor documenta que el grupo del NKVD (departamento de inteligencia interior de la Unión Soviética) destacado con el 43 ejército descubrió que las mujeres alemanas rezagadas en Schpaleiten habían intentado suicidarse.

Existen diversos testimonios de que hubo mujeres que intentaron suicidarse tras los abusos de los soldados rusos

Interrogaron a una de ellas, Emma Korn. Contó que el 3 de febrero de 1944 entraron en la ciudad las tropas de primera línea de combate del Ejército Rojo: "Llegaron a la bodega en que nos ocultábamos, nos apuntaron con sus armas, a mí y a las otras dos mujeres, y nos ordenaron que saliéramos al patio. Una vez allí, se turnaron para violarme 12 soldados, mientras que otros hacían lo mismo con mis dos vecinas".

"La noche siguiente irrumpieron en la bodega seis soldados borrachos y nos violaron delante de los niños. El 5 de febrero les tocó el turno a tres soldados más, y el día 6 nos violaron y golpearon 8 soldados borrachos". Tres días más tarde, las agredidas intentaron suicidarse y acabar con la vida de sus hijos cortándoles las muñecas. No supieron hacerlo.

Stalin lo sabía

Beevor descubrió historias todavía más espeluznantes. En algunos casos las mujeres de una calle entera fueron violadas. Embarazadas, abuelas, incluso moribundas en su lecho de muerte y mujeres esqueléticas, vestidas con harapos: eran reclusas liberadas de los campos de concentración.

Ese episodio echaba por tierra la idea de que los soldados sólo utilizaron la violación como forma de venganza contra los alemanes. Beevor cuenta que Stalin sabía muy bien lo que estaba sucediendo.

Portada del libro Vida y destino.

Portada del libro Vida y destino.

El periodista y escritor estadounidense Cornelius Ryan publicó en 1966 La última batallaRelata la caída de Berlín y cuenta que mientras continuaba la batalla se producía otra "ofensiva salvaje, encarnizada y personal". Las hordas rusas exigían el derecho de los conquistadores: las mujeres de los conquistados. "Ursula Roester dormía en el sótano de una casa de Zehlendorf junto a sus padres, sus hijas gemelas de seis años y su hijo de siete meses. Cuatro soldados rusos golpearon la puerta con la culata de sus fusiles. Registraron el refugio. Un soldado encontró un frasco de perfume francés. Lo destapó, lo olió y lo derramó sobre su uniforme. Otro encañonó a los padres e hijos de Ursula y los encerró en el sótano. A continuación, los cuatro se turnaron para violarla". 

Una operadora telefónica del Ejército Rojo recuerda en el mismo libro que "cuando ocupábamos un pueblo, primero teníamos tres días para los saqueos y las violaciones. Por descontado, eso no era oficial. Recuerdo a una mujer alemana violada, desnuda con una granada entre las piernas. Ahora siento lástima, pero no la sentía en aquel momento… ¿Piensas que fue fácil perdonar a los alemanes? Odiábamos ver sus casas blancas, limpias e intactas. Con rosas. Quería que sufrieran. Quería ver sus lágrimas… Tuvieron que pasar décadas para que comenzara a sentir compasión por ellos".

Tanto Ryan como Beevor describen comportamientos de hombres armados y deshumanizados. También lo hace Grossman en Vida y destino: "Los totalitarismos han negado el concepto de individualidad separada, el concepto de persona y opera con masas enormes, aplicando sobre el individuo las leyes de los átomos y las piedras".

Los crímenes no se castigan

La brutalidad de la guerra de Moscú contra Ucrania toma dos formas distintas, familiares para aquellos que han visto al ejército ruso en acción en otros lugares. Está la crueldad de los soldados y unidades individuales, cuyas atrocidades en Bucha parecen haber descendido directamente del apocalipsis. Y está la violencia infligida por las bombas y misiles rusos contra civiles y objetivos militares, con la intención tanto de desmoralizar como de derrotar. 

Masacre de Grozny

Masacre de Grozny

Un soldado juega al fútbol en una destruida Alepo.

Un soldado juega al fútbol en una destruida Alepo. Europa Press

Estos ataques recuerdan la destrucción aérea en 1999 y 2000 de la capital chechena de Grozny. El asedio y los combates dejaron la capital devastada. En 2003, Naciones Unidas llamó a Grozny la ciudad más destruida de la Tierra. Murieron entre 6.000 y 8.000 civiles durante el asedio.

Algo muy parecido pasó en 2016, en el bastión rebelde sirio de Alepo, que dejó unos 31.000 muertos. El 76% de todas las muertes fueron civiles. Las imágenes de satélite de la ONU determinaron más de 33.500 edificios residenciales dañados en la ciudad. Más de 63.000 militares rusos se desplegaron en Siria, según Moscú. Rusia apuntó a los hospitales para aplastar los últimos focos de resistencia al presidente Bashar al-Assad, un "enfoque brutalmente pragmático de la guerra" que tiene "su propia lógica espantosa", dice el experto en temas de seguridad rusos Mark  Galeotti. 

Las muertes de civiles y los crímenes cometidos por soldados figuran en todas las guerras. También en las que ha librado Estados Unidos en las últimas décadas en Vietnam, Afganistán e Irak. No es fácil explicar por qué los soldados cometen atrocidades, pero las órdenes de los comandantes, la cultura militar, la propaganda, la frustración en el campo de batalla y la maldad individual pueden unirse para producir horrores.

Putin junto al ejército ruso.

Putin junto al ejército ruso.

Algunos analistas ven el problema como estructural y político, con la falta de rendición de cuentas de las fuerzas armadas rusas magnificada por la ausencia de instituciones independientes en el sistema autoritario de Putin o la Unión Soviética anterior. 

En Rusia, tales actos rara vez se reconocen, no se investigan y mucho menos se castigan. Eso deja en zona oscura en qué medida la brutalidad se deriva de la intención de los comandantes o simplemente no logran controlar a sus tropas. Combinado con la estrategia de bombardear objetivos civiles, es lógico concluir que el gobierno ruso, y quizás una parte de la sociedad rusa, aprueba la violencia contra los civiles.

No es Orwell, es Stephen King

Dos tercios de los rusos sienten "orgullo, inspiración o alegría" por la guerra en Ucrania, según una encuesta realizada el 4 de marzo por el Centro Levada, la última encuestadora independiente de Rusia. Sólo el 18 por ciento siente "ira, vergüenza o depresión" por la guerra.

Los crímenes en Ucrania también pueden provenir de los años de propaganda deshumanizante del Kremlin contra los ucranianos, que los soldados consumen de manera obligatoria. Los reclutas rusos, según se informa la web del Ministerio de Defensa ruso, deben ver los "informativos de televisión de 9 a 9:40 pm todos los días excepto los domingos". El mensaje recurrente es que están luchando contra los "nazis", como lo hicieron sus antepasados en la Segunda Guerra Mundial.

Stephen King, el maestro del terror.

Stephen King, el maestro del terror. Gtres

Esos antepasados estaban intoxicados por la misma tosca propaganda que envenenaba la URSS durante la época de la colectivización total. Entonces los propagandistas de Stalin decían que la hambruna obedecía al hecho de que los kulaks (campesinos colectivizados a la fuerza) enterraban el grano, no comían pan adrede y se hinchaban; morían incluso pueblos enteros, incluidos niños y ancianos, con el único objeto de perjudicar al Estado soviético.

Un residente de Moscú, que habló con Al Jazeera, comparó la Rusia actual más a una novela de terror de Stephen King que a la distopía 1984 de George Orwell.

"Estoy rodeado de zombis. Nadie los obliga, apoyan la guerra voluntariamente y con alegría. Este no es Orwell, este es King", dijo. Los programas de televisión llenos de propaganda se transmiten "casi todo el día", y su influencia en los corazones y las mentes es tan devastadora como las "armas nucleares", agregó. "Están matando a todos y a todo, convirtiendo lo negro en blanco y viceversa. Año tras año, gota tras gota, falsificación tras falsificación".

El mundo se pregunta si —como Stalin o Hitler— Vladímir Putin es un monstruo nihilista que no valora la vida humana. División de opiniones: el mundo cree que sí, la mayoría de los rusos que no y la Corte Penal de la Haya aún no tiene reo a quien juzgar.

Image: España traicionada. Stalin y la guerra civil

Image: España traicionada. Stalin y la guerra civil

Guerras postsoviéticas

Como en la Segunda Guerra Mundial, en las guerras postsoviéticas la doctrina militar rusa es que el fin justifica los medios. El Centro de Estudios de Seguridad George C. Marshall publicó un artículo de Alexéi G. Arbato sobre la doctrina militar rusa. Dice el analista que, "para limitar las bajas de las propias tropas vale la pena imponer una devastación masiva y muertes colaterales en las poblaciones civiles". 

El uso de la fuerza es el solucionador de problemas más eficiente, si se aplica de manera contundente y masiva. Las negociaciones tienen un valor dudoso y deben usarse como una tapadera para la acción militar. La legalidad de las acciones estatales, la observancia de las leyes y el sufrimiento humanitario son de importancia secundaria en relación con el logro de la meta. 

La opinión pública extranjera y la posición de los gobiernos occidentales deben descartarse si los intereses rusos están en juego. Una campaña mediática concentrada y controlada es la clave del éxito.

El colapso de la Unión Soviética, a pesar de la tendencia a caracterizarlo como un "proceso pacífico", estuvo acompañado de una violencia significativa en varios de los nuevos Estados independientes. Hubo guerras en Azerbaiyán, Georgia y Moldavia.

Más de 130.000 personas han muerto en las guerras postsoviéticas y muchas más han sido desplazadas. Las acciones de Rusia en las guerras postsoviéticas brindan pistas sobre su brutal invasión a Ucrania.