7 noviembre, 2021 02:31

Aquel momento fue histórico, aunque duró apenas un minuto. Unos segundos antes de las 00.00 horas del 14 de diciembre de 1988, los trabajadores de Radiotelevisión Española empezaron una cuenta atrás para avisar de que se iban a negro. Los sindicatos, Comisiones Obreras y UGT habían organizado un paro en todo el país contra la reforma laboral de Felipe González que abarataba el despido e introducía contratos temporales para los jóvenes. 10, 9, 8… y la señal se cortó para dar paso a la carta de ajuste. Había empezado la gran huelga general, aquel día en el que sólo trabajaron los relojes.

Ahí chocaron por primera vez, y de manera contundente, las dos ramas de la izquierda. Una, la bregada en la lucha obrera que hasta hacía poco ponía muertos encima de la mesa cuando se manifestaba. Otra, la de los primeros gobiernos socialistas, más burocrática y de centroizquierda. Y esa lucha de ayer, sigue siendo la de hoy. Porque en ese 1988 hacía dos años que José María Calviño (Lalín, 1943) había dejado de ser director general de RTVE y faltaba uno para que, en 1989, Suso Díaz (Ferrol, 1944) empezase a liderar Comisiones Obreras en Galicia. Porque las hijas de ambos, la ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño (A Coruña, 1968), y la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz (Fene, 1971), están profundamente enfrentadas por esas esencias que heredaron y por una reforma laboral.

Estos días que corren, ambas ministras han estado protagonizando una guerra por la modificación de la reforma laboral de 2012 aprobada por el Gobierno de Mariano Rajoy. Aunque de puertas afuera ya aparentan que el enfrentamiento está soterrado, lo cierto es que aún les queda cuerda. Falta por ver si se tratará finalmente de una derogación -como quiere Trabajo- o de una solución más a lo mediopensionista, de modernización -como quiere Asuntos Económicos-. Sin embargo, al margen de los detalles, la suya es la batalla de las esencias entre los dos polos que conforman el Gobierno de coalición, e incluso de las dos corrientes mayoritarias en la izquierda. El choque es inevitable.

Lina Smith

Como en la fábula del escorpión y la rana, ninguna de las dos puede escapar de lo que son, de lo que han mamado desde crías. La titular de Trabajo es hija de Suso Díaz, histórico militante del PCE y después secretario general de Comisiones Obreras en Galicia. La de Asuntos Económicos lo es de José María Calviño, hombre de confianza de Alfonso Guerra en los primeros gobiernos socialistas y director general de Radiotelevisión Española, RTVE, en ese momento, entre 1982 y 1986. Ambas representan ahora a la izquierda, aunque a su manera. Y su vida se parece hasta límites insospechados, como si estuvieran cortadas por un mismo patrón, pero que antes o después las predestinaba a chocar. Veamos.

Tanto Suso Díaz como José María Calviño nacieron en Galicia y con un año de diferencia. Ellas son gallegas, también, y nacieron con tres años de diferencia. Díaz padre militó en el PCE y lideró Comisiones Obreras; Díaz hija sigue militando en el PCE y trabajó para el sindicato, al que siguen ligados ambos. Calviño padre se doctoró en Derecho, se bregó en las altas instituciones de la mano del PSOE, aunque nunca militó ahí. Calviño tampoco es militante socialista, también estudió Derecho y también viene de las instituciones y la burocracia de la Unión Europea. Además, ambas ministras quedaron encumbradas tras la última remodelación del Ejecutivo: Calviño como vicepresidenta primera, Díaz como vicepresidenta segunda. Son las dos caras de la misma moneda y era inevitable que acabaran colisionando: porque las palabras que hoy libran ellas son las mismas que combatieron sus padres ayer.

Fábricas, cigarrillos o alta política

Suso Díaz sólo tenía 14 años cuando ya se había acostumbrado a cruzar la ría de Ferrol junto a su hermano Xosé. Lo hacían en barca, todos los días a las seis de la mañana, para desempeñarse como aprendices en los Astilleros y Talleres del Noroeste, Astano, una de las principales empresas de las que había entonces dedicadas a la fabricación de todo tipo de embarcaciones. Corrían los años 60 y ellos, mientras que por las mañanas acudían al tajo, por las tardes regresaban a los barrios obreros de Fene, donde se fumaba mucho y se hablaba de política, que se habían construido para alojar a las familias de los 10.000 trabajadores de los astilleros y otros tantos de servicios auxiliares.

"Era un ambiente efervescente", explica a EL ESPAÑOL | Porfolio Xosé Manuel Sánchez Aguión, actual secretario general de Comisiones Obreras en Galicia y amigo de Suso y de Yolanda Díaz. "De aquella época salieron los mejores cuadros de la militancia gallega". "Los de Astano y los de Bazán -también con fábrica en Ferrol- tenían en torno a 20.000 obreros y ahí empezaron a organizarse. Lo hicieron a través del PCE primero y luego se convirtió en una de las principales cunas de CCOO en Galicia", añade.

Astillero de Astano, en Ferrol, en los años 60.

Astillero de Astano, en Ferrol, en los años 60. RTVE

Y es que la historia de la lucha obrera de aquella zona se puede contar a través de la piel de Suso Díaz. Mientras que al principio no le daba importancia al tema, las compañías hicieron que se fuera impregnando de la conciencia de clase y tanto él como su hermano dijeron que sí un día que alguien les ofreció unirse al Partido Comunista de España, el de Santiago Carrillo y La Pasionaria, aún en la clandestinidad. Lo demás fue saliendo solo, como empujado por el ambiente. Dentro del partido, cuando Díaz tenía 21 años, en 1965, unos compañeros le comentaron la idea de crear un sindicato que pudiera acabar compitiendo con el Sindicato Vertical oficialista y liderando manifestaciones. Así fundaron CCOO en Galicia.

"Ahí fue donde se crió Yolanda", explica Sánchez Aguión. "Fue el ambiente obrero de las primeras Comisiones en la época de la clandestinidad. Ahí se forjaron los grandes líderes de aquellos momentos, entre ellos su padre. Fue además una época de una represión fortísima cada vez que los obreros hacían algo. Yolanda conocía el ambiente, pero nunca participó, era todavía una niña. Sin embargo, en cuanto creció seguro que entendió qué significaban aquellas reuniones en su casa y por qué sus vecinos tenían ese carácter", añade.

Los obreros de los astilleros se sabían fundamentales para la industria naval y no cesaron en la lucha por unas condiciones laborales mejores. La respuesta que recibían fue, siempre, la represión. Uno de los hechos más conocidos es el que sucedió en el astillero de Bazán en marzo de 1972. Tras una negociación fallida por un convenio con el Sindicato Vertical, dos obreros murieron en los enfrentamientos contra la Policía, que usó munición real y causó varios heridos. Hoy, aunque con menos violencia, los convenios son uno de los temas que más tiranteces generan entre las ministras de Trabajo y Asuntos Económicos.

Pero ayer no era así. En solidaridad con los compañeros asesinados de Bazán, los de Astao, entre ellos Suso Díaz, se manifestaron de vuelta. De nuevo cayó la represión y al padre de la ministra le multaron con 150.000 pesetas. Aunque era un dineral entonces, podía asumirlo, pero se negó por cuestiones ideológicas y acabó entrando en la cárcel. Y ahí fue Yolanda Díaz, con un año de edad, a visitarlo en prisión. Lo hizo de la mano de un guardia civil mientras su madre esperaba en la puerta, tal y como ha contado ella misma en numerosas ocasiones.

Suso Díaz, en su etapa de sindicalista.

Suso Díaz, en su etapa de sindicalista. CCOO

Alfonso Guerra, a la izquierda, supervisa el nombramiento de Calviño como director general de RTVE.

Alfonso Guerra, a la izquierda, supervisa el nombramiento de Calviño como director general de RTVE. Archivo

Casi como en otra vida distinta, pocos años antes, en 1969, José María Calviño entraba en Radiotelevisión Española como hombre leal a Adolfo Suárez, entonces director general de Radiodifusión y Televisión. A pesar de que se mostraba alejado ideológicamente del Régimen, el padre de la ahora vicepresidenta sacó su faceta más posibilista frente al luego presidente y fue ganando poder en la compañía; a la vez que, con la democracia, se acercó al PSOE, aunque nunca militó ahí. Cuentan los que le conocieron en esa época que se convirtió en una especie de submarino socialista que controlaba la organización por dentro y que, por eso, cuando llegó Felipe González al poder, le puso a él al frente. Aunque esta vez tenía otro padrino: el vicepresidente Alfonso Guerra.

Las dos izquierdas

"José María Calviño era -aunque aún no ha fallecido- muy inteligente y muy extrovertido", cuenta a EL ESPAÑOL | Porfolio un destacado ministro de Felipe González que ha pedido no ser identificado, pero que coincidió con él durante varios años. "Era una persona ejecutiva. Lo que hacía, lo hacía rápido y ya luego se paraba a ver las consecuencias. Eso sí, no era un ideólogo ni estaba con estrategias políticas. Ha sido uno de los hombres más brillantes que he tratado en el ámbito del periodismo y la comunicación. Los análisis que hacía siempre acababan siendo acertados, porque sabía mirarlo todo con distancia", añade.

Nacido en Lalín, un municipio de Pontevedra, estudió Derecho, se doctoró, y empezó a ejercer como abogado por Madrid, La Coruña (donde nació Nadia Calviño), Valencia y Huelva. Mientras el padre de Yolanda Díaz negociaba convenios en los astilleros, Calviño entró en RTVE, aunque aún no se llamaba así, como letrado y de la mano de Adolfo Suárez, quien poco después sería nombrado secretario general del Movimiento. El control creciente de la organización por parte de Calviño, conociendo los vicios y errores de sus antecesores, llevó a que le nombraran director general del ente el 8 de diciembre de 1982, tras la victoria en las elecciones del PSOE. A su toma de posesión, dos días después, asistieron Alfonso Guerra, Javier Solana -entonces ministro de Cultura- y Javier Moscoso -ministro de la Presidencia-, protagonizando una imagen que es icónica para la historia de la radiotelevisión española.

Siempre se consideró a Calviño bastante guerrista -aunque nunca militó en el PSOE, sino en Acción Republicana Democrática Española- y se creía que estaba enfrentado a Felipe González. Para el recuerdo queda la anécdota de cuando al presidente le preguntaron si le gustaba la televisión de Calviño y respondió que había programas que no le entusiasmaban lo más mínimo. La contestación del padre de la ahora ministra fue contundente: "Me parece normal que Felipe González, como ciudadano y telespectador, exponga sus gustos sobre la televisión. Pero no vamos a hacer una programación a su gusto. Hemos de servir a 23 millones de telespectadores".

Calviño, a la derecha, junto al periodista José Luis Balbín.

Calviño, a la derecha, junto al periodista José Luis Balbín. Archivo

Ahora con el tiempo, el ministro entrevistado por EL ESPAÑOL | Pofolio quita hierro al asunto. "No era tan guerrista como dicen. Lo que pasa es que coincidió con Alfonso, que no era tan ideólogo, en la visión ejecutiva de los temas. Con Felipe tenía una relación cordial, de confianza mutua. Era directo con el presidente, aunque guardando el respeto, y los dos se decían lo que pensaban". Y, entonces, ¿por qué en cuanto pudo imponerse González colocó en su puesto a Pilar Miró? "Yo creo que Calviño se cansó. Era un puesto de mucha presión, polémica tras polémica, y no era militante, sólo tenía un interés profesional y no político", cuenta.

Y sí que era polémico. Aunque renovó la imagen con programas como La bola de cristal o Si yo fuera presidente y emitió series americanas como Falcon Crest, barrió con la estructura anterior, por lo que le tildaron de realizar purgas. Además, fue acusado en múltiples ocasiones de fomentar la manipulación informativa, como cuando canceló La clave -el mítico debate presentado por José Luis Balbín-, cuando aparecieron las siglas del PSOE en las repeticiones de los goles del Mundial de 1986 o cuando el periodista Luis Mariñas aseguró que los textos de los informativos eran revisados por el Gobierno.

Dentro de esas polémicas, muchas veces tenía enfrente al PCE o a los sindicatos, ese espíritu que representaba Suso Díaz. En la página web del Congreso de los Diputados aparecen todavía las 217 intervenciones que tuvo Calviño -aunque varias por comparecencia- en los años que estuvo al frente de RTVE, desde 1982 hasta 1986. Muchas de ellas eran políticas, algunas forzadas por los comunistas, pero otras eran laborales, ya que se encontró una plantilla que reclamaba subidas salariales y su enfrentamiento con los sindicatos era constante.

Ahí están esas dos partes de la izquierda, las mismas que ahora representan Yolanda Díaz y Nadia Calviño, como buenas hijas de sus padres. "En aquellos años, las relaciones que teníamos los de Comisiones Obreras con los gobiernos de Felipe González eran correctas en lo institucional, pero complicadas en lo político. Sólo hay que ver la huelga de 1988. Empezó ahí, en RTVE, y es una de las más importantes de la historia", cuenta Xosé Manuel Sánchez Aguión. "No era una relación mala, pero fue bastante conflictiva porque ejercían una presión continua en favor de sus tesis", responde el ministro. Las dos izquierdas que perviven, ayer y hoy.

Imagen de la huelga general de 1988 que paralizó España.

Imagen de la huelga general de 1988 que paralizó España. Archivo

Y tres años después de que José Manuel Calviño dejara RTVE, en 1989 Suso Díaz llegaba al frente de Comisiones Obreras en Galicia. Mientras que el padre de Nadia siguió como tertuliano y acabó volviendo a la abogacía que aún ejerce, el de Yolanda se quedó al frente del sindicato hasta el año 2000.

Yolanda Díaz siguió los pasos que le habían marcado y se convirtió en abogada laboralista. Primero hizo de pasante en Santiago de Compostela, luego ya abrió su propio despacho en Ferrol, donde se fue vinculando al sindicato de su padre. No dejó la política y entró en Esquerda Unida en 2005. El resto de la historia ya se conoce. Nadia Calviño, en cambio, estudió Ciencias Económicas, después Derecho, y se convirtió en funcionaria. Fue escalando por la Comisión Nacional de la Competencia, el Ministerio de Economía y aterrizó en Bruselas, en la Comisión Europea. Representa esa izquierda más moderada con la que trabajó su padre y ha heredado de él esa visión técnica de la vida.

Padre e hija están tan unidos por ese hilo que conduce esta historia, que Pedro Sánchez le consultó a Calviño padre si debía volver a intentar liderar el PSOE, jugada que acabó con él como presidente de un Gobierno en el que entró Calviño hija.

Ella aceptó tras pensárselo mucho, porque Nadia es más liberal que socialista y, de hecho, fue tanteada por Ciudadanos, pero acabó diciendo que sí. Ahora comparte mesa en el Consejo de Ministros con Yolanda Díaz y, ya se sabe, las luchas de ayer siguen siendo las de hoy.

La guerra de esencias

Cuentan en los mentideros del Palacio de la Moncloa que Yolanda Díaz y Nadia Calviño se toleran, pero no se relacionan. Es como aquel compañero de trabajo que te cruzas en los pasillos y saludas por compromiso, pero al que no invitas a las copas que haces para celebrar tu cumpleaños. Su situación es igual a la de aquellos sindicatos y aquellos primeros gobiernos socialistas que representaron sus padres.

Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y Economía Social, y Nadia Calviño, vicepresidenta Económica del Gobierno.

Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y Economía Social, y Nadia Calviño, vicepresidenta Económica del Gobierno. Moncloa

Y es que el choque era inevitable. Las dos han ascendido tras la última crisis de Gobierno, Calviño a vicepresidenta primera y Díaz a vicepresidenta segunda, pero se han criado en entornos muy distintos. La de Trabajo nació de la clase obrera y busca liderar su propio partido político que compita con el PSOE. La de Asuntos Económicos se crió política y profesionalmente en la Unión Europea, se convirtió en una garantía de Pedro Sánchez de cara a los empresarios y su destino son las altas instituciones europeas.

Esta guerra es por dos formas de entender la política y, en esencia, la izquierda. Se nota hasta en las apariencias. José María Calviño iba siempre trajeado y fumaba en pipa. Suso Díaz rara vez se ponía corbata y optaba por los cigarrillos. Yolanda Díaz y Nadia Calviño se arreglan más que muchos ministros y ministras, pero la primera viste más a la moda, mientras que la segunda rezuma conservadurismo. 

La batalla por la forma en la que se modificará la reforma laboral de 2012, sacada adelante por el Gobierno de Mariano Rajoy, ha sido el último y uno de los más graves enfrentamientos en el Gobierno de coalición de Pedro Sánchez. Sobre la temporalidad, Díaz quiere que las empresas no tengan más de un 15% de trabajadores temporales ocupando puestos estructurales, Calviño quiere flexibilidad interna pero estabilidad para que no se destruya empleo. Sobre los convenios, Díaz quiere doblegar las retribuciones a los convenios sectoriales, Calviño prefiere los convenios de empresa. Y así, en las antípodas, en un largo etcétera de detalles.

Para ambas, esto se trata de una cuestión fundamental. En el caso de Calviño, ceder ante la presión de Unidas Podemos haría que perdiese el símbolo en el que se ha convertido, como bastión de carácter moderado frente al ala más izquierdista del Ejecutivo, algo que tanto ha tranquilizado a las empresas y a instituciones como el Banco de España o las que pueblan Bruselas

Y Yolanda Díaz no puede renunciar a derogar -con esas palabras- la reforma laboral del Partido Popular si quiere liderar su propio espacio político, en el que está haciendo avances. Ya a mediados de octubre lo dejó claro cuando dijo: "Voy a abrir una conversación con la sociedad española y, además, lo que me interesa es que sea la protagonista y con esa conversación con la sociedad no nos ponemos límites". Esa conversación se ha materializado este viernes en un vídeo para promocionar el acto Otras Políticas, que tendrá lugar el próximo 13 de noviembre y que contará con la presencia de figuras destacadas de la izquierda como Mónica García o Ada Colau, que sin duda supondrá el pistoletazo de salida de su proyecto al margen de Podemos.  

En eso Yolanda Díaz se diferencia de su padre, Suso. Él nunca quiso liderar nada más allá de su nicho sindicalista y gallego. Ella ahora aspira a ser la figura que herede los votos de Unidas Podemos y que combata cara a cara al PSOE. Mientras, la batalla de esencias es inevitable. De tal palo, tal astilla. Y si no, que recuerden aquella huelga general de 1988 que empezó con los sindicalistas de RTVE haciendo una cuenta atrás antes de que todo se fundiera a negro.