Si hay una consecuencia dramática de las medidas de confinamiento es la de la imposibilidad de visitar a familiares enfermos e incluso darles el último adiós en caso de fallecimiento. En esto fueron rotundas la autoridades y los españoles han tenido que asumir esa merma de derechos con resignación.

Por eso resulta inconcebible que el Gobierno haga excepciones a las normas del estado de alarma, y que lo haga nada menos que para beneficiar a terroristas. El fin de semana hemos conocido dos casos que el ministro Marlaska, como responsable de Interior, debería explicar ante la opinión pública.

Vista gorda

En un momento en el que no está permitido viajar entre provincias, familiares de dos etarras han cruzado media España -desde el País Vasco a Valencia y Murcia- para visitar a presos. En el caso de Patxi Ruiz -asesino de Tomás Caballero-, la familia ha ido acompañada de un médico con la idea de que revise su estado, al haber iniciado una huelga de hambre. 

En entrevista con EL ESPAÑOL, María Caballero, hija del concejal de UPN asesinado por Ruiz, no puede evitar su sorpresa, aun cuando no se opone en general a este tipo de visitas: "Todo esto es un despropósito, no sé cuál es la política penitenciaria del Gobierno... ¿Por qué no le pueden atender los médicos de la cárcel?".   

Y llueve sobre mojado, porque mientras no hay día que algún miembro del Ejecutivo no corra a criticar la marea de protestas que contra su gestión se ha extendido por todo el país, en el Gobierno hacen la vista gorda o pasan de puntillas sobre las manifestaciones de los proetarras en el País Vasco y Navarra.  

Al revés

En el PP y Vox, este trato preferente a Bildu y su entorno lo vinculan al pacto para la reforma laboral firmado la semana pasada, así como a la red de complicidades que está extendiendo el Gobierno con los de Otegi con la idea de garantizarse sus votos en el Congreso.

De esta forma nos encontramos con el mundo al revés: un Gobierno que colma de libertades y prebendas a los criminales mientras mantiene a 45 millones de españoles  confinados en sus casas. Menuda asimetría.