En España no existe una versión oficial sobre los atentados del 11M.

Existe una versión judicial que, como el propio Javier Gómez Bermúdez reconoce en esta entrevista con EL ESPAÑOL, sólo da respuesta a las acusaciones del proceso penal sin responder a "otro tipo de teorías, condiciones o explicaciones". 

Es decir, sin responder a las dudas razonables sobre las casualidades e incoherencias del caso. Al sembrado de pruebas falsas, que en el mejor de los casos habrían servido para tapar torpezas policiales previas. Y a una instrucción del caso muy mejorable y que fue gestionada con una desgana y una torpeza llamativas, por no decir una sospechosa ineptitud, tratándose del mayor atentado de la historia de España. 

Existe la versión conspiranoica de una izquierda a la que la autoría del atentado le importa tres rábanos porque ha decidido ya que la matanza fue una venganza del islamismo por la intervención de España en la guerra de Irak. Como si el terrorismo necesitara motivos, teniendo las excusas que fabrica para él la izquierda. 

Pedro Sánchez da un discurso durante el acto conmemorativo del Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo.

Pedro Sánchez da un discurso durante el acto conmemorativo del Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo. Efe

Esa izquierda dice que el PP mintió para culpar a ETA y que, y aquí viene un triple salto mortal, esos muertos han de computar en el debe de José María Aznar y de los populares. 

También dice esa izquierda que es el PP el que debe pedir perdón por los atentados del 11M, de la misma forma que debe pedir perdón por una gestión del procés que "ha obligado" al PSOE a concederle la amnistía al independentismo por el golpe de Estado de 2017. 

Observen, sólo como paradoja, que la consecuencia directa de ambos pecados del PP fue la consolidación de dos presidentes socialistas en la Moncloa. Unos presidentes que no habrían alcanzado el poder en 2004 y 2023 de cualquier otra manera que no fuera esa. Lo de exigir que el PP pida perdón debe de ser por tanto recochineo.  

Hay otra izquierda de la escuela bergoglista cuyo concepto del pacifismo consiste en rendirse frente a cualquiera que intente destruir las democracias liberales occidentales (ese trabajo que se ahorran, desde luego) y que fantasea hoy con la posibilidad de un nuevo atentado "por la escalada belicista de la UE"

También cuelga mensajes en las redes sociales en los que dice "no a la mentira" y "no a la guerra", pero donde se olvida de decir "no al terrorismo". Probablemente porque a esa izquierda española lo que menos le perturba del 11M es, precisamente, el terrorismo.

Existe también la versión conspiranoica de una extrema derecha que ha decidido que los atentados los organizó el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero de la mano de los servicios secretos marroquíes. 

Y después está ese 58% de los españoles que cree que sigue sin conocerse la verdad última sobre los atentados. 

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A falta de una versión oficial, es decir de la verdad, los españoles nos hemos de conformar con constatar cuáles fueron las consecuencias del atentado.

Y la principal de esas consecuencias fue un cambio de agujas que descarriló a España del rumbo histórico que había emprendido durante los primeros 25 años de democracia y que la condenó a esa vía secundaria en la que sigue todavía hoy (con la única excepción de la Comunidad de Madrid, un oasis en medio del declive generalizado de nuestro país).

Si el 11M debiera resolverse como se resuelven los misterios criminales en las series de Netflix, es decir atendiendo al principal beneficiario del delito, entonces la autoría estaría clara: Marruecos organizó el atentado con el visto bueno de los servicios secretos franceses y el PSOE se convirtió, a cambio de un poder pírrico, en el tonto útil ejecutor de unas políticas decadentistas que garantizarán durante décadas la posición subordinada de España respecto a Francia y Rabat

Caso cerrado en el capítulo final de la vigésima temporada.

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Pero seamos serios. Francia y Marruecos pueden haberse visto beneficiados en términos geopolíticos por el atentado. Pero quienes organizaron el 11M no eran unos genios del mal ni la realidad es una serie de Netflix. Conseguir todo eso con una docena de bombas estaba muy lejos de las capacidades intelectuales de los terroristas. 

[Otros dirán que los atentados sólo aceleraron lo que la clase política española, tanto del PP como del PSOE, habría conseguido de cualquier forma con el tiempo necesario por delante. Y quizá esa sea la sospecha más cínica, pero también más realista de todas]. 

Lo cierto es que la sociedad española fue manipulada tras el atentado en dos sentidos divergentes. El PP gestionó la información que recibía de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, incluido el CNI, de una forma extraordinariamente torpe y selectiva, porque esa información coincidía tanto con sus prejuicios como con sus necesidades electorales, y el PSOE mercadeó con los cadáveres de una forma infame para darle la vuelta a unas elecciones que tenía perdidas.

Los españoles, por su parte, respondieron como se esperaba de ellos. Infantilmente, abonando la imagen de España como un país fácilmente chantajeable y que se rendirá de inmediato bajo cualquier tipo de presión. 

Nadie tomó mejor nota de ello que los independentistas catalanes y vascos. Sánchez, en este sentido, es tan hijo del 11M como Zapatero.   

La división social que vivimos hoy es fruto de la reacción del PP y del PSOE de 2004 a los atentados. Así que, ¿para qué negarlo? La España actual es hija del 11M, que fue su acta fundacional y cuyos parámetros morales continúan vigentes hoy. Aunque a muchos ya les va bien, como quedó demostrado ayer.

Tenemos 11M, que es lo mismo que decir crispación y polarización, para rato. Posiblemente, ni los propios terroristas pudieron imaginar en su momento el éxito de su atentado. No sabían que sembraban entre españoles, es decir sobre terreno fértil.