El sainete viral de esta semana del Real Club de la Moraleja resume el mundo, como le pasa a los dramas de pueblo. Esos vídeos de la reyerta de la masa cool (por decir algo) contra La Lumi brava, que había sido invitada a la piscina por el pieza de su cliente para más tarde resultar expulsada de los territorios pijos por hacer topless (contraviniendo las normas del garito de élite), hablan de todas las máscaras del ser humano.

El Salmones y La Lumi, expulsada del Club de la Moraleja por hacer topless.

El Salmones y La Lumi, expulsada del Club de la Moraleja por hacer topless.

He leído inicios de novela con menos punch. La gente paga Netflix por menos. Uno ya quiere saber qué será de cada personaje, qué sucedió en sus vidas el día después del aquelarre, qué tal durmieron esa noche, espantando bajo la ola de calor a demonios en forma de globo mamario, en forma de pecho operado, en forma de misil brasileño.

Dime con cuál te identificas y te diré quién eres. Dime de parte de cuál te pones y te adivino el verano, que hoy vengo esotérica.

Hay que reconocer que la trama mejora con cada visionado. Yo le he dado alguna vuelta ya a la película y cada vez me deja más desencajada. Me río, pero también me hiela la risa, como la tragicomedia cañí definitiva, españolísima, berlanguiana.

Imposible discernir de entrada quién es la víctima y quién es el verdugo.

Pero, como en El ángel exterminador de Buñuel, uno sabe que ante esa situación excepcional, lo que está brotando de cada uno de ellos es algo terrible, íntimo, pornográfico e insoportable: el verdadero carácter, como en los sueños gamberros donde la moral del mundo no aplica. Qué bien hacen de ricos zafios los ricos. Es sin duda su mejor papel.

Nos siguen llegando por pinganillo nuevas informaciones, quién sabe si falsas. Pero qué importa ya eso en este julio tórrido y devastado del Más Periodismo ferreril. A este lado sólo queremos relato, salsilla, verbena.

Hoy me enviaron un audio de un presunto amigo del putero (más conocido como El Salmones) donde le contaba a otro figura que el tipo fue a montar el pollo a la piscina por un ataque de cuernos. Por lo visto, su esposa se la había jugado y le iba a quitar la membresía del club, así que dijo "mira, que nos quiten lo bailao, ya me voy yo antes con unas pitukas a que me echen de allí a pedradas, y voy a procurar que esté delante mi suegro".

Nada en esta vida como faltar. Una cosa muy del despecho, lo de tener menos luces que un barco pirata. Pero si no fuera por estos ratitos…

La Tarantina

Así llamaremos a la señora que graba compulsivamente. Una dama de voz cazallera entregada al rodaje, al plano, a la secuencia. Una mujer al servicio del testimonio, una auténtica mami del celuloide, ínclita autora del vídeo de nuestros amores (por él, gracias). Cuatro minutos y medio de historia del cine.

La Tarantina se toma tan a pecho (literalmente) la expulsión de la prostituta del club que de entrada no sabes si está trabajando (¿es portera?). Pero al rato se descubre como otra socia devastada de aburrimiento a fuerza de golf, martinis y clases de bachata.

La Tarantina quiere jaleo. La vida sin currar a ratos se hace larga y mansa. Sus hijos se hicieron mayores. La manicura de esta semana aún no se desconchó. El Hola! de este mes no la remueve. El sol pegaba fuerte en el cráneo aquella tarde.

Así que la tía se lio la manta a la cabeza y se embarcó en el periodismo gonzo, juez y parte de la escaramuza. Lleva tantos años pagando el club que ya casi lo siente suyo, incluso da órdenes al jardinero: "Pódame ese arbusto un poco más, que lo veo rebelde".

Es de esa gente que se busca tarea por figurar, por mantenerse ocupada y reforzarse en sus puestos de mando. Prueba viva de que el tiempo libre nos matará. Y de que el reloj en el Real Club se mueve excesivamente lento.

La Tarantina parece un poco víctima en un primer visionado, porque algún manotazo se lleva. Pero en cuanto la escuchas un par de veces, le hueles la mala hostia desde Cuenca. Si no hay noticias, sé tú la noticia: ese es su mantra. Ella viene subía a un tigre.

La Tarantina le habla de "usted" a la peña porque está grabando y luego quiere pasárselo a sus amigas divorciadas del yoga sin quedar de ordinaria, pero persigue a La Lumi para buscarle la boca (y eso que la chica se está echando un piti tan ancha en una silla de madera, ya con las tetillas bajo el telón).

Nuestra cineasta amateur no veía unos pechos así desde los 90, desde que Jesús Gil pasó por el club. Y se lo hará pagar a La Lumi hasta su último suspiro estival. Mira que azuza la polémica La Tarantina, pero cuando El Gorila Blanco (un portero bastante airado con polo de ese color) responde a la voz de su ama y engancha a la chavala al grito de "ya está bien, coño", ella recula y dice "Alberto, no, déjala".

Sibilina, La Tarantina. Siniestra cuanto menos.

Enseguida vuelve a su teatro: "¡Ahhh!, no, no, ¡oye, que me has pegado en el brazo!" o "a mí me ha dado un puñetazo". Hombre, un puñetazo es otra cosa, nena. "¡Que me pega, que me pega!", advierte Antoñita la Fantástica. Un dulce. Marujita Díaz a su lado era una chica sencilla.

La Lumi

Hay que reconocer que la chavala no pilló el bikini más discreto que encontró aquel día en el armario, pero si lo que hizo el cirujano se lo van a comer los gusanos, que lo disfruten los cristianos. O algo así era. La Lumi es brasileña, pero farfulla prácticamente en hebreo, de esto que notas la maldición acercarse a zancada grande y llegarle a los nietos de tus nietos, da igual dónde te escondas.

La tía maneja fuerza, fuerza colosal, fuerza bruta recién exportada de la Cuenca del Amazonas, y eso se sabe y se siente porque habrá tenido que defenderse con faltonismo de mucho subnormal a lo largo de una vida previsiblemente desgraciada.

No me gustaría deberle dinero. La Lumi te mete un bolsazo y te viste de torero. La Lumi te mete un mecherazo y tú me dirás para qué te sirve el máster. "Venga, abandonen", le dice la Tarantina, afectada como ella es. "Claaaro que sí", responde La Lumi con la rabia de las clases bajas, en pura revancha poética. Y si no hay poesía ya les digo yo que habrá revés.

La Lumi se enfrenta sola al mundo como una miura galáctica, como en verdad habrá hecho siempre, porque al espectador se le olvida que La Lumi no está ahí porque no tuviera nada mejor que hacer esa tarde, sino porque a lo largo de la jornada había tenido que tirarse sin ganas ninguna, bajo pago, a El Salmones (como su propio nombre indica, a contracorriente).

La Lumi maneja la soledad tremenda del idioma extranjero y del cuerpo usado, y con ellos se rebela, a trompicones, herida de clasismo. Se quita la placenta de la humillación y vuelve a su papel una última vez: "¿Dónde está mi marido?". Todavía nos revienta la moto y no nos reímos tanto.

El Salmones

Su marido no era, pero menos mal, porque vaya joya. El notas no emite un solo sonido en todo el vídeo. Es de la escuela estoica. O igual es que los puteros son hombres de pocas palabras: les puede la acción. La acción orquestada, de hecho, a fuerza de billetera.

Me recuerda el tipo a El Gran Lebowski cuando le apuntan con una pistola y él se da un baño, tan pancho. Esa inquietante tranquilidad. La da el poder, entiendo, la da el dinero. Es socio premium, guionista en la sombra, espectador el resto del tiempo.

Tiene carisma, El Salmones. Ya se ha convertido en héroe nacional aun siendo mexicano, buena prueba de lo inclusivos que somos en este país cuando se trata de la gracieta. Le están echando a los perros y él se fuma un cigarro como tu cabeza, como si la cosa no fuera con él (¿habrá algo más masculino?).

Es probable que haya tomado alguna droga y vea el patio desde un ojo de pez. Ray Loriga decía que una sola raya de coca te deja como un Cristo sujeto a un solo clavo.

No mueve un dedo por La Lumi. La amenaza de llamar a la policía no le achanta en su pachorrismo. Por él, como si viene el Papa. Lleva una camiseta que reza With Love, con un par. El Salmones, como Bertín Osborne, ha venido a la vida a veranear.

El Patrón

Ternura da el caballero del polo verde, al que llamaremos El Patrón porque viene un poco a poner orden, sin éxito. Las compuertas del infierno ya se han abierto. Voz grave y sapiencia envuelta en vocabulario campechano. Maneja empresas, me juego el cuello. Fernando León de Aranoa le hizo una película. Es el racionalista absurdo de la tangana: cree que puede imprimir cordura en medio del desquicie.

Se hace el ofendido. Él es un hombre de Estado contemplando cómo se pelean dos ratas por un churro, y eso le agrieta el estatus. Apela a los argumentos, a las penalizaciones. "A este impresentable, sanción, ¿eh?". Que si hay que picarle billete al Salmones, que si seis meses fuera del club. Luego sube a un año. Más tarde desliza su expulsión: es como un niño.

Intenta inaugurar una conversación macha con el putero, sin saber que no son de la misma especie. Aún confía en la autoridad. Los cuerpos y fuerzas de este país no harán nada por él. No ha entendido que la vida es una orgía de pasiones. No ha entendido que su viejo Club es hoy un burdel de almas desdentadas.

El Brazo Tonto de la Ley

Así llamaremos al socorrista. Un chico pacífico, un traidor de clase. ¿No ha visto este muchacho Los Santos inocentes? Lo hace todo mal. Ni defiende a La Lumi (con quien tiene mucho más que ver que con los socios premium de un club que jamás podrá pagar y que siempre le mirarán como a un intruso) ni tampoco puede reducirla, lo que resulta mucho más patético.

La chavala le pone la pierna encima con una facilidad pasmosa. Se irá calentito a casa. Vaya llaverillo: estamos salvados con esta seguridad. Las gafillas caídas bajo la nariz (¿a quién podría rescatar del agua con ellas?), el uniforme demasiado ceñido.

Me imagino su vida y algo me conmueve. Una novia que no le hace mucho caso. El curso de auxiliar de piscinas debajo del brazo, sacado el verano pasado. Un piso compartido con tres o cuatro delincuentes comunes en Ciudad Lineal. "Para, para", le suplica a la Lumi. "¡Pero no me muerdas!". No es ella. Es tu conciencia, nene.

Las Mosquitas

El corrillo de musas de Hércules que se acerca a última hora a meterse en el plantel, cuando ya todo el pescado está vendido. Cuatro, cinco personas contra una prostituta que no levanta más de metro y medio. Igual la juerga se le ha ido de las manos a la élite, ¿no?

"Provocadora, más que provocadora", le grita una de ellas a La Lumi. ¿Quién insulta así? ¿No es demasiado largo y cacofónico? ¿No es poco sonoro y falto de gusto? Deberían escuchar más a don Federico Jiménez Losantos. Feliz verano.