El guardia civil de La Manada ha intentado obtener un pasaporte. Esa es la noticia. Y pongo en el título “lobo”, porque lo de “cerdo” quizás no se entendería, así de entrada. Ahora que ya entramos en materia puedo explayarme, que para eso soy una ciudadana de a pie, y no un juez. La ventaja es la libertad de expresarme como me venga en gana. La desventaja: de poco sirven mi rabia y mi impotencia.

El energúmeno en cuestión se presentó con toda su jeta en Sevilla solicitando el documento, e imagino la sorpresa y la indignación de la jefa de la oficina, que no se lo podría creer. Por favor, que se manifieste, que nos cuente si le soltó alguna barbaridad. Dinos que sí, jefa de expedición.

Justifica el abogado del energúmeno que este “no encontraba el pasaporte y que, en un exceso de celo, quiso sacárselo para no tener problemas a la hora de presentarse en un juzgado.”

Todo muy normal, sí.

Porque tu cliente se caracteriza por el “exceso de celo”. No hay más que recordar que pertenece a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que, como indica su nombre, han de velar por nuestra seguridad, pero fíjate que él se ha dedicado a violar, perdón, agredir y a robar móviles. Todo un alarde de “exceso de celo”. El mismo que demostró cuando dejó embarazada a su novia en un vis a vis en la cárcel. Qué despliegue de diligencia y saber estar.

Lo de que alguien sea novia de “eso”, se acueste con él en la cárcel y no tome precauciones es una rizada de rizo tan espectacular como patética y surrealista. Pero ese es otro tema.

Al abogado le sorprende ese tuit de la Policía Nacional: "Pillado uno de los miembros de La Manada cuando intentaba obtener un pasaporte teniendo en vigor una prohibición de salida del territorio español por un Juzgado", junto a la etiqueta AsíNO, y un GIF de Batman como guarnición.

Pues no sé de qué te sorprendes, querido. La inmensa mayoría de la población, sean hombres o mujeres, estamos cabreadísimos ante esa decisión de dejar a esta panda en la calle. Y tendremos que acatar la decisión de los jueces, pero nadie nos obliga a aceptarla. El (o la) Community Manager de la @policia, al saber de la noticia, habrá entrado en cólera y ha plantado al superhéroe ahí. No voy a entrar en si es adecuado el tono o no, si ha conseguido que la noticia se difunda, el fin ha justificado el medio.

Seré sincera, no he querido saber demasiado sobre este tema más allá de lo inevitable, me da dolor de barriga y dolor de alma.

Ahora, preparando esta columna, leo que, para los jueces que decidieron la libertad provisional de los energúmenos, “el hecho de que los condenados hayan perdido el anonimato hace menos que impensable el riesgo de que reincidan en su delito y complica la posibilidad de que se fuguen.“

O sea, que si no violan, perdón, agreden otra vez no es porque estén arrepentidos o porque lo consideren repugnante. Es porque todo el país conoce esas caras y nadie se va a acercar a ellos ¿Y si se acercan? ¿Y si alguien tiene mala memoria? Ustedes son los responsables de garantizar nuestra seguridad, sin confiar en nuestra retentiva.

Siguen justificando los jueces que el riesgo de fuga disminuye porque los energúmenos carecen “de medios económicos para procurarse una fuga eficaz”. ¿Y si tienen un amigo con pasta?

Creo yo que en esas líneas se suponen muchas cosas, como que los militares y la Guardia Civil están ahí para protegernos, no para penetrarnos por todas partes mientras lo graban. Y, mira tú por dónde, ahí estaban esos dos, pidiendo turno.

Se supone también que nadie que esté en libertad condicional va a salir del país (lo que en mi pueblo llamamos FUGA) y ahí tenemos al energúmeno, solicitando un pasaporte sin despeinarse. Porque lo siento, señor abogado, lo del celo no cuela.

Y, por último, podría suponerse que una puede caminar tranquila por la calle, y resulta que no es así.

Para nada.