Repasad el dibujo de Tomás Serrano que hemos publicado este domingo. En otra época yo os propondría que lo convirtierais en un póster. Ahora lo mejor es que lo utilicéis como salvapantallas. Y, sobre todo, que lo compartáis con todos los amigos que podáis.

Es el banquillo de todos los banquillos. A la derecha tenéis a la hija del que entonces era Rey y a su marido. Inmediatamente detrás, a los grandes banqueros: Emilio Botín, Mario Conde, Miguel Blesa. Y en la tercera fila, al general Armada, a César Alierta, a Jesús Gil. Acordémonos de todos ellos porque a continuación podemos ver a la mismísima Lola Flores, a la mismísima Isabel Pantoja con su novio Julián Muñoz, y nada menos que al teniente general Milans del Bosch. Eran las personas más temidas, las personas más populares, las personas más poderosas de España. Unos fueron absueltos y otros condenados, pero todos fueron juzgados.

¿Y los de la izquierda? En primera línea, los presidentes de Andalucía, Chaves y Griñán, en los tiempos de las mayorías absolutas del PSOE. Detrás, dirigentes separatistas como Oriol Junqueras, Forcadell, Torra o Laura Borrás, que no supieron o no pudieron huir de la Justicia. Porque todos ellos, además de los políticos que también tienen detrás, como Bárcenas, Jaume Matas, Barrionuevo, Vera, Roldán o el mitificado general Galindo, todos ellos y unos cuantos más, también fueron juzgados por los tribunales durante este medio siglo de democracia.

¿Por qué el nuevo Moisés que guía a la izquierda hacia la tierra prometida de la investidura, es decir, Pedro Sánchez, pretende ahora abrir las aguas del Mar Rojo para que haya un español -un español que se cree no serlo, pero que está sujeto a las leyes como los demás-, que pueda cruzar impune e inmune esa frontera en la que los otros, todos los otros, han tenido que someterse a la justicia?

También el dibujo nos lo explica ese ciudadano, Carles Puigdemont, está dispuesto a sobornar al guardián de la legalidad con las Siete Monedas de los siete votos de Junts en el Congreso de los Diputados. Y lo grave es que Moisés Sánchez parece decidido a aceptar el soborno impulsando una amnistía exprés para completar su mayoría.

Esa trapacería política, por no decir otra cosa, es lo que entre todos debemos impedir. No se trata tanto de salir a la calle con pancartas y menos junto a los energúmenos de VOX que tanto han contribuido a que estemos como estamos, sino de crear un clima de opinión pública boca a boca, tuit a tuit, mensaje a mensaje para que el propio Partido Socialista reaccione y no permita a Sánchez cruzar una línea roja que antes o después terminará por hundirles a él y al propio partido.

La investidura de Feijóo es una pérdida de tiempo. La de Sánchez, un precipicio más que peligroso. O pacto PP-PSOE o elecciones anticipadas.