La investigación británica sobre la muerte de Alexander Litvinenko, el exagente del Servicio Federal de Seguridad ruso que falleció en 2006, ha concluido que el espía fue envenenado con polonio, “probablemente” bajo las órdenes de Vladimir Putin. La gravedad de esta afirmación es mayúscula, ya que supondría que el Gobierno de una de las principales potencias mundiales habría cometido un asesinato a sangre fría en un país extranjero. La ministra del Interior británica ha afirmado que esta revelación no es exactamente una sorpresa. Efectivamente, aunque el Kremlin ha rechazado los resultados del informe, el hecho de que uno de los presuntos asesinos sea actualmente diputado en la Duma demuestra que, como mínimo, la muerte de Litvinenko se veía con buenos ojos entre las altas esferas de Moscú. El asesinato del exagente tampoco es, desgraciadamente, un caso aislado: basta recordar a la periodista y opositora del régimen Anna Politkovskaya.

El primer ministro británico, David Cameron, ha anunciado que Downing Street está debatiendo cuál será su respuesta a las conclusiones de esta investigación. Sin embargo, la portavoz del Gobierno británico también ha afirmado que las medidas que se tomen tendrán que tener cuenta el importante papel de Rusia en la lucha contra ISIS. Aunque no hay duda de que este país es un aliado necesario contra los yihadistas, la comunidad internacional no puede quedarse de brazos cruzados ante un crimen de tal envergadura atribuido con apenas reservas a un jefe de Estado. Putin podrá ser popular en Rusia, pero con esta nueva violación del derecho internacional queda teñido por la infamia de puertas afuera

Mario Draghi ha sido contundente en la primera reunión del Banco Central europeo de este año. Tras el pánico de las últimas semanas, ha reconocido que las dinámicas de los precios son más débiles de lo esperado, por lo que la entidad revisará sus proyecciones macroeconómicas en la reunión de marzo. La aparición de Draghi ha conseguido frenar temporalmente la sangría de los mercados: el IBX 35 ha subido un 2% este jueves, mientras que el petróleo ha registrado su mayor crecimiento desde septiembre. Es indudable que el presidente del BCE se ha convertido en el apagafuegos de la crisis, ya que con unas solas palabras ha conseguido calmar a los inversores, como ya hizo el pasado octubre al anunciar que en diciembre adoptaría más estímulos financieros. En Mario Draghi, Europa tiene un generador de generador de estabilidad.

El caso de Anna Vilanova, una anciana de 88 años condenada a abandonar su vivienda de alquiler después de que el Supremo haya desestimado el recuso que presentó contra su desahucio, vuelve a poner el foco en una tragedia que han padecido miles de familias desde el inicio de la crisis. Las circunstancias del caso, que la afectada explica a EL ESPAÑOL, resultan especialmente lacerantes, pues se trata de una persona muy vulnerable: una viuda con achaques de salud, sin asistencia familiar y que ni siquiera comprende por qué debe dejar el que ha sido su hogar desde 1964 por un impago de solo 106 euros en la tasa de la basura de 2011. Las propietarias del inmueble aprovecharon esta deuda para demandarla e intentar quitarse de encima a una inquilina que se ha beneficiado de un contrato de renta antigua, por el que pagaba 25 euros cuando el precio del alquiler en las viviendas colindantes ronda los 500 euros. Es decir, han utilizado la legalidad de forma torticera para dejar en la calle a una persona que ha pagado religiosamente sus alquileres y facturas, y a la que no se le debería aplicar un castigo previsto para morosos. El Ayuntamiento de Granollers y la Generalitat deben hacer lo posible para que esta mujer no sea expulsada de la que ha sido su casa. Si pagaba un alquiler bajo es porque así fue pactado en su día. Es verdad que la administración debería explorar medidas para compensar a las propietarias.