El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed Bin Salman, dándole la mano a Elon Musk

El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed Bin Salman, dándole la mano a Elon Musk Saudi Press Agency / Europa Press Omicrono

Tecnología

Por qué Arabia Saudí invierte ahora más en tecnológicas o videojuegos: "Buscan seguir en el poder y vigilar a su población"

La adquisición de gigantes como Electronic Arts o las inversiones del fondo soberano en Silicon Valley forman parte de una estrategia a varios niveles.

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La fiebre inversora de Arabia Saudí parece desatada. Desde hace años están inundando sectores como el deporte, la cultura y, sobre todo, la tecnología y los videojuegos. Empresas y fondos saudíes han provocado un terremoto en la industria con la reciente adquisición por 47.000 millones de euros de una empresa como Electronic Arts, el gigante de los videojuegos detrás del FIFA (ahora FC) o Los Sims.

Una voracidad sin límites que, entre otras cosas, busca aplicar la vieja doctrina del 'poder blando', un enfoque persuasivo de las relaciones internacionales que implica el uso de la influencia económica y cultural para suavizar la imagen del régimen.

Es una estrategia "con dos principales líneas de cambio", señala en declaraciones a EL ESPAÑOL-Omicrono de Darío García de Viedma, investigador en política tecnológica y digital del Real Instituto Elcano. El primero a nivel material, "pasar de la economía del petróleo, que era lo que movía el mundo antes, a lo que mueve el mundo ahora: los datos y la tecnología".

En cuanto a la segunda línea de acción, es mucho más etérea e intangible: "cambiar la percepción que se tiene fuera del país. Por eso también hay una inversión enorme en un sector con tanta repercusión como el de los deportes, con fichajes como el de Cristiano Ronaldo y la adquisición de clubes de fútbol europeos".

Otros ven intereses más oscuros en la expansión de los tentáculos saudíes en el sector tecnológico. "Quieren utilizar la última tecnología para seguir en el poder y vigilar a sus poblaciones", asegura una de las fuentes del periodista Jacob Silverman, en un extracto de su libro Gilded Rage: Elon Musk and the Radicalization of Silicon Valley publicado por The Guardian.

Además del giro trumpista de los 'tecnomagnates', lo que describe Silverman con detalle es la creciente influencia de la monarquía de Mohammed Bin Salman en Silicon Valley en general y en X (antes Twitter) en particular, para utilizarla como herramienta de vigilancia contra sus propios ciudadanos.

Silverman, que en Dinero fácil ya había analizado la relación entre las criptomonedas y el capitalismo de casino, afila aquí su colmillo periodístico para denunciar el objetivo final de estas inversiones como parte de un plan de supervivencia a largo plazo de la dinastía de la Casa de Saud. "Están invirtiendo en estas cosas porque son el futuro y, si no poseen el futuro, no van a estar ahí".

Soberanía de datos

“Arabia Saudí ha demostrado un tremendo interés por la privacidad, pero no de los usuarios o los ciudadanos, sino como país", afirma García de Viedma en un sentido más geopolítico. "Es de los que más está invirtiendo en centros de datos soberanos, para que la información no esté alojada en terceros países".

Un reciente informe de Harvard que analiza la distribución del poder tecnológico en el mundo, "sitúa a Arabia Saudí como un ejemplo de inversión en datos, con el 74%. Así, en vez de en infraestructuras o en capacidad de computación, los saudíes han apostado por dominar en datos reales para destacar en la carrera de la IA y colaborar con muchos otros países árabes de la región”.

Publicidad del plan Vision2030 en Riad, Arabia Saudí

Publicidad del plan Vision2030 en Riad, Arabia Saudí Saudi Press Agency Omicrono

Entre los movimientos más recientes en ese sentido está Humain Chat, un 'ChatGPT islámico' para mantener y exportar su visión del mundo, entrenada nativamente en árabe y capaz de interactuar en sus 16 dialectos para convertirse en un foco de innovación en Oriente Medio.

La inversión total es de 40.000 millones de dólares, necesarios para convertir Humain en un gigante que "seguramente acabará entrando en los mercados occidentales”, sostiene García de Viedma.

Detrás de todos estos movimientos está el Fondo de Inversión Pública (PIF), que opera como el principal instrumento financiero del país para moldear la economía y ejecutar su ambicioso plan Vision 2030.

Se trata de una agenda que busca diversificar y complementar los ingresos procedentes del petróleo, todavía su principal fuente de riqueza, con iniciativas tan ambiciosas como Neom, su megaproyecto de ciudad inteligente y región económica.

Fundado en 1971, la relevancia y agresividad del PIF en los mercados globales se dispararon a partir de 2015, bajo el control del príncipe heredero Mohammed bin Salman. Con unos activos que actualmente superan los 941.000 millones de dólares, el fondo se ha convertido en una imparable maquinaria de inversión a escala mundial.

La estrategia del PIF ha evolucionado desde una posición de inversor pasivo a una de actor estratégico y determinante en los sectores en los que interviene. Sus adquisiciones e inversiones ya no parecen perseguir únicamente la rentabilidad, sino también el control y la capacidad de dirigir el rumbo de industrias clave para el futuro.

En el caso de Twitter, antes de que Musk comprara la red social, el régimen saudí ya había infiltrado a varios empleados en la compañía para identificar y denunciar a disidentes, incluyendo el caso de Abdulrahman al-Sadhan, condenado a 20 años de prisión. ¿Su único delito? Gestionar una cuenta satírica anónima.

Acciones similares llevaron incluso a condenas a muerte de ciudadanos de a pie por el contenido de sus tuits, como denunciaron varias organizaciones de derechos humanos.​

Elon Musk entrando en Twitter

Elon Musk entrando en Twitter Omicrono Omicrono

Tras la irrupción de Elon Musk como una apisonadora a las oficinas de Twitter (lavabo en ristre), las preocupaciones aumentaron por el papel de Arabia Saudí como el segundo mayor accionista, justo detrás del propio Musk, con una participación cercana a los 2.000 millones de dólares.

“El príncipe saudí fue el que le pidió a Elon Musk quedarse en la empresa, a lo que este accedió”, recuerda García de Viedma.

Según denuncia Jacob Silverman, existe un temor más que fundado a que esta participación facilite de forma directa la influencia saudí sobre los criterios de moderación, la política de privacidad y la capacidad de vigilancia de la plataforma sobre sus propios ciudadanos.

Y eso es algo especialmente preocupante cuando se habla de un país Arabia Saudí, donde la persecución de voces críticas y opositoras en redes sociales es la norma. Documentos, testimonios de víctimas y un incremento en la autocensura entre tuiteros saudíes y de la diáspora ilustran el uso de X como una extensión de la maquinaria represiva del régimen wahabí.

Gigante de los videojuegos

La bola de nieve de las inversiones saudíes ahora amenaza con 'tragarse' el sector de los videojuegos. Hace unas semanas lo más sonado fue la adquisición de EA, por parte del PIF, junto con socios como Affinity Partners, un fondo de inversión fundado por Jared Kushner, yerno de Donald Trump.

También se refleja en otro de los objetivos de la Vision 2030, la atracción turística. Para eso "están construyendo una ciudad de los videojuegos, Qiddiya, una apuesta por atraer a un nuevo público que sigue creciendo, tanto en número de personas como en millones de dólares de la economía, para celebrar grandes eventos de gaming e incluso unos JJOO de e-sports", explica Darío García de Biedma.

En marzo de este mismo año pasó algo más desapercibida la compra de Niantic, responsable del juego de móviles Pokemon Go, con más de 100 millones de usuarios activos en todo el mundo. Su comprador fue Scopely, empresa que en 2022 entró a formar parte del PIF a través de Savvy Games Group, un actor cada vez más influyente en la industria del entretenimiento digital.

La ambición es considerable. Como reconoce en The Economist Brian Ward, designado por Bin Salman para dirigir Savvy, las instrucciones que ha recibido del monarca son crear "una empresa como Disney, pero dedicada a los videojuegos y los deportes electrónicos".

Sede de Electronic Arts en Redwood City, California

Sede de Electronic Arts en Redwood City, California Wikimedia Commons Omicrono

Lo que preocupa, más allá de la dimensión de este nuevo coloso del entretenimiento, son las posibles consecuencias ocultas de esta adquisición, mucho más inquietantes. Pokemon Go, un pasatiempo aparentemente inocente en el que la gente va cazando pequeñas criaturas por la calle, recopila una cantidad masiva de datos de sus usuarios para poder operar.

El más importante es la geolocalización precisa y constante vía GPS, que registra todos los movimientos y las rutas habituales de los jugadores y sirve para alimentar el Gran Modelo Geoespacial (LGM) de IA de Niantic.

Éste se construye a partir de millones de escaneos de vídeo enviados por los propios jugadores, con los que se crea un detallado mapa 3D del mundo. En la práctica, el LGM permite la creación de experiencias de realidad aumentada avanzadas, donde los objetos virtuales pueden interactuar de forma persistente y realista con el entorno físico.

Además de esas imágenes precisas del entorno de los usuarios, la aplicación recoge información clave como el identificador del dispositivo, la dirección IP o las conexiones sociales con otros jugadores.

¿Para qué podría querer un gobierno autoritario y represivo como el de Arabia Saudí esos datos? “La inversión en una empresa como Niantic que puede generar nuevos datasets de visión por ordenador tiene mucho sentido", explica García de Viedma.

"Si estas empresas operan en Europa tiene que ceñirse al reglamento de IA y de protección de datos, por lo que es algo a temer, pero sin duda esos datos van a servir para entrenar algoritmos mucho mejores, incluso con posibles aplicaciones en el sector de defensa”.

Jugadores de Pokémon Go en Madrid.

Jugadores de Pokémon Go en Madrid. Po@PokemonGoApp

En el caso de los usuarios saudíes, todo parece conducir a la monitorización de los movimientos de disidentes y activistas, la identificación de los participantes en manifestaciones o reuniones no autorizadas, además de la capacidad para establecer patrones de comportamiento de la población.

Es algo especialmente preocupante cuando Brian McClendon, Vicepresidente Senior de Ingeniería de Niantic y co-creador de Google Maps, ha llegado a reconocer la posibilidad de que esta información sea vendida a gobiernos y ejércitos.

En el evento Bellingfest del grupo de periodismo de investigación Bellingcat que se celebró en 2024, McClendon aseguró que "definitivamente podía imaginar" que los gobiernos y las fuerzas armadas adquirieran esos datos, y que si su uso "aumentara la amplitud de la guerra, entonces eso sería sin duda un problema". Algo de lo que Arabia Saudí, con su ilimitado poderío económico, puede aprovecharse para llevar siempre las de ganar.