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La constelación de Aries, el carnero de lana dorada

Os hablamos de la leyenda griega del vellocino dorado y su relación con el origen mitológico de la Constelación de Aries.

16 junio, 2016 11:11

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Ya nos quedan pocas constelaciones zodiacales de las que hablar, pero aún tenemos un par de ellas con las que despertar vuestra curiosidad en la sección de leyendas de la astronomía.

Concretamente hoy os vamos a contar la leyenda que explica el origen de la constelación de Aries según la mitología griega.

En ella de nuevo hay un pobre animalillo que fue sacrificado sin comérselo ni bebérselo, pero que como premio a su lealtad y su buen hacer fue enviado al firmamento por Zeus. En este caso se trata de un carnero alado, con piel de oro y la capacidad de hablar. Como para no mandarlo a las estrellas, vamos.

La leyenda del vellocino de oro

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Esta historia está protagonizada por Frixo y Hele, hijos de Atamante, rey de Tesalia.

Cuenta la leyenda que cuando el rey quedó viudo volvió a casarse con una nueva reina, llamada Ino, que unos años más tarde decidió poner fin a la hambruna de una forma muy sabia y muy cuerda, sacrificando a sus dos hijastros.

Afortunadamente, Hermes se apiadó de ellos y decidió salvarlos, regalándoles un carnero alado de lana (también llamada vellocino) dorada.

¿Cómo se convirtió el vellocino de oro en la Constelación de Aries?

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Tras recibir el obsequio de Hermes, los dos hermanos decidieron huir a Asia montados sobre su lomo. Desgraciadamente, durante el trayecto Hele murió ahogada tras caer al agua, por lo que Frixo se quedó solo con el carnero, que además de ser dorado y con alas también tenía la peculiaridad de poseer el don del habla.

Poco después ambos lograron llegar a la región asiática de la Cólquida, donde el joven conoció al rey Eetes, que lo acogió y le concendió la mano de su hija Calcíope.

Contento por el giro que había dado su vida, Frixo se percató de que no tenía nada que ofrecer como agradecimiento a su nuevo suegro, por lo que decidió sacrificar al pobre carnero para poder regalarle su vellocino dorado al rey, que lo recibió encantado y lo colgó en un bosque cercano, custodiado por un dragón, como ofrenda al dios Ares.

Sin embargo, el dios Zeus supo reconocer el valor del animal, por lo que después de su muerte lo envió al firmamento, donde hoy conforma la Constelación de Aries, que según cuenta la leyenda brilla muy tenuemente porque todo su fulgor quedó colgado en ese bosque de la Cólquida.