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¿A qué se debe la aracnofobia?

28 diciembre, 2015 10:37

Si nos pusiéramos a preguntar a las personas que nos rodean cuáles son sus  mayores miedos, probablemente las arañas estarían en el top five. Y es que algo tienen que, aún siendo tan pequeñas, a algunas personas les resulta inevitable sentir pavor al verlas. Y, ojo, que no es asco como podría pasar con otros animales, es un miedo irracional que hace que corras al verlas como si no hubiese mañana. Ésta es la conocida como aracnofobia y en este post os hablo de algunos estudios en los que analizan sus posibles causas.

¿A qué puede deberse la aracnofobia?

Por lo general, los aracnofóbicos tenemos (sí, sí, tenemos) en la familia alguna otra persona con la misma fobia. Esto podría hacer pensar que la causa es genética y no adaptativa o adquirida, pero no tiene por qué. Si no, paraos a pensar en los niños pequeños con los perros. Por lo general, un niño no tiene miedo a los perros, pero si ven a su madre correr ante uno, temerán hasta al más inocente de los cachorritos. Por eso, hay científicos que piensan que el miedo a las arañas se debe a alguna mala vivencia relacionada con éstas, vivida bien directamente o bien a través de otra persona. Además, también podría ser que esa vivencia tuviese lugar en una etapa temprana de la infancia, quedando enterrada en la memoria del afectado. Esto se ve apoyado por un estudio de 1997 que analiza los principales miedos en la infancia. Para desarrollarlo, se encuestó a una serie de niños sobre cuáles son las cosas que más miedo les dan, dándoles a elegir entre una lista. Como resultado, el primer puesto lo ocupó el hecho de no respirar, seguido por ser golpeado por un coche y las bombas. Sin embargo, si simplemente se les preguntaba su mayor temor, sin darles una lista en la que elegir, a la gran mayoría, lo primero que les vino a la cabeza fueron las arañas.

¿Pueden existir causas genéticas?

nikerunning

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A pesar de lo dicho anteriormente, no se debe descartar la posibilidad de que la causa de esta fobia sea genética. Para comprobarlo, en 2003, el investigador John Hettema llevó a cabo un estudio con gemelos. Este tipo de estudios son muy útiles pues es bien sabido que los gemelos son genéticamente iguales, pero a medida que se hacen adultos, suelen vivir en ambientes muy diferentes, de modo que se puede comprobar cómo se ve afectado el comportamiento por los genes. Tras mostrar a estos grupos de gemelos imágenes de arañas se llegó a la conclusión de que la aracnofobia es heredable y que no es necesario un trauma previo para padecerla.

¿Qué pasa en el cerebro de un aracnofóbico cuando ve una araña?

Georg Alpers, de la Universidad de Mannheim, afirma que este tipo de fobias se deben a que dos personas perciben su entorno de manera muy distinta. El entorno es el mismo, pero perciben los estímulos que les dan miedo mucho antes y durante más tiempo. De hecho (esto es un consejo mío, no de Alpers), si se os pierde una araña, poned a un aracnofóbico a buscarla, la encontrará enseguida. Una forma de comprobar esto, fue a través de un aparato llamado estereoscopio de espejos, con dos oculares, a través de los que se podía ver una imagen en cada ojo, una figura geométrica en uno y una araña o una flor en el otro. Se sabe que no es posible mantener la visión de las dos imágenes, el cerebro acaba decantándose por una y, por lo general, lo hace de forma aleatoria. Sin embargo, en el caso de las personas con miedo a las arañas, acaban viendo el dibujo del temido arácnido en la mayoría de los casos. Se cree que el responsable es el cuerpo amigdalino (responsable del miedo en el cerebro), que podría estar directamente conectado con la corteza cerebral y visual. Así, si nuestros ojos detectan algo que nos da miedo, estas conexiones activan la corteza cerebral visual para que no nos perdamos el espectáculo.

Así que, ya sabéis, si le tenéis miedo a las arañas y vuestros amigos se ríen de vosotros por temer algo tan pequeño e insignificante, ahora podéis explicarles que la culpa no es nuestra; sino de nuestro cerebro, que se empeña en hacernos sufrir.

Imágenes: Pixabay Pixabay Pixabay

Fuentes: DW IFLScience