Ghost consigue una gran estabilidad gracias a su doble casco Omicrono
Fantasma, el potente barco que no necesita piloto para navegar a 65 km/h: de ataques sigilosos a tareas de vigilancia y rescate
Juliet Marine Systems y General Dynamics trabajan en la adaptación de este buque a operaciones no tripuladas y por control remoto.
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El potencial de los vehículos no tripulados es enorme, sobre todo en relación con sus aplicaciones militares. El protagonismo de los drones en la guerra entre Ucrania y Rusia así lo confirma, y no se limita a los UAV o vehículos aéreos no tripulados, sino que se aplica también a UGV terrestres como Protector o a los USV navales. Estos dispositivos de nueva generación aportan numerosas ventajas, como una mayor precisión en las misiones, menor coste que sus alternativas tripuladas y la posibilidad de asumir riesgos sin que esté en juego la vida de sus pilotos.
En lugar de desarrollar nuevas plataformas desde cero, una de las tendencias al alza en el sector de defensa es la de adaptar todo tipo de vehículos a una versión no tripulada y con capacidades autónomas. Es el caso de Ghost, un buque de superficie desarrollado por la compañía británica Juliet Marine Systems que, tras el reciente acuerdo con el gigante estadounidense del sector aeroespacial General Dynamics, añadirá la posibilidad de operaciones no tripuladas y por control remoto.
La asociación entre ambas empresas pretende impulsar la definitiva fase de pruebas de la embarcación y poner su versatilidad al servicio de la US Navy y sus fuerzas de operaciones especiales. Una de sus principales bazas es la velocidad de 65 km/h, lograda gracias a su peculiar perfil SWATH (siglas en inglés de casco doble con área de flotación pequeña). Gracias a sus propiedades aeorodinámicas únicas, consigue una gran estabilidad incluso con grandes oleajes, además de permitir una gran carga útil poco habitual en pequeños buques de superficie.
El barco fantasma
La idea original de esta singular embarcación proviene del inventor Gregory Sancoff, tras el impacto que le causó el atentado suicida de una célula de Al Qaeda contra el USS Cole en Yemen en el año 2000. "Unos terroristas de pacotilla en una barquita barata y con explosivos por valor de 500 dólares pueden matar a 17 marineros en un barco de mil millones de dólares", aseguró en su momento Sancoff.
Para evitar ese tipo de ataques, el inventor y empresario empezó a diseñar un pequeño buque de superficie que fuera más eficaz a la hora de 'cazar' a botes y motoras de alta velocidad. Sin embargo, tras superar grandes desafíos como la estabilidad y la fiabilidad de la estructura del barco y llevar a cabo las primeras pruebas con éxito en 2011, el vehículo no terminó de convencer a la Oficina de Desarrollo Naval (ONR), encargada de coordinar, ejecutar y promover los programas de ciencia y tecnología de la Armada y el Cuerpo de Marines de EEUU.
Pruebas del barco no tripulado Ghost
Años después, en 2014, Juliet Marine Systems ofreció Ghost a países como Qatar, Israel, Arabia Saudí, Japón o Corea del Sur, y uno de ellos demostró interés por adquirir 25 unidades por 300 millones de dólares. Incluso se hicieron preparativos para un Ghost de 46 metros de eslora propuesto para participar en la reevaluación del programa de buques de combate litoral de la US Navy, pero ninguno de estos intentos fructificó.
Ahora, tras el acuerdo con General Dynamics y su adaptación a los nuevos desafíos de los conflictos modernos, es mucho más probable que Ghost termine entrando en servicio como uno de los ejes de la estrategia del Pentágono para ampliar la versatilidad del arsenal marítimo de Estados Unidos.
Máxima velocidad
La clave del diseño de Ghost es el casco supercavitante de pontón doble, que le permite desplazarse a máxima velocidad a través de oleaje de más de 3 metros de altura. 22 superficies de control subacuáticas permiten que navegue de forma giroestabilizada y se adaptan a diferentes modos furtivos. Cuando se desplaza por debajo de los 8 nudos (velocidad equivalente a unos 15 km/h), el barco se asienta sobre el agua sobre su módulo central.
Sin embargo, cuando alcanza velocidades superiores, los cascos flotantes de aluminio a ambos lados se encargan de elevar el módulo central fuera del agua, logrando una gran estabilidad y reduciendo la superficie de resistencia al agua. El diseño incluye unos puntales unidos a tubos subacuáticos de 19,8 metros de longitud, que contienen los dos motores turboeje T53-L13B con una potencia total de 2.380 CV.
Las cuatro hélices que se sitúan en la parte delantera de los tubos aportan estabilidad y control a altas velocidades, canalizando el aire para crear una burbuja de gas alrededor de cada tubo para reducir la resistencia y suavizar el movimiento. Además, este sistema de navegación lo hace menos vulnerable a ataques, ya que la mayoría de sus componentes críticos están protegidos por el agua.
Si opera a su velocidad máxima su autonomía se queda en 6,4 horas, que se amplía hasta las 20,4 horas cuando opera a velocidades más moderadas. La otra gran ventaja que aporta Ghost tiene que ver con su versatilidad. Puede adaptarse a diversos tipos de misión, desde la guerra antisuperficie y la guerra antisubmarina hasta labores de vigilancia y reconocimiento o el transporte de misiles de medio y largo alcance, entre otras. Además, puede participar en misiones de patrulla y defensa de las fronteras marítimas cercanas a la costa.
La versión inicial de Ghost en una de sus pruebas de mar Omicrono
Su diseño se corresponde con sus características de despliegue rápido y construcción sencilla. Se puede desplegar desde buques anfibios y de carga, camiones o incluso lanzado desde aviones. En su interior puede transportar 2 toneladas de carga útil y entre 10 y 16 tripulantes (además de las dos personas encargadas de pilotarlo), lo que lo convierte en una gran opción para desembarques anfibios de equipos SEAL.
Si Ghost supera la actual fase de pruebas y de integración de los sistemas que permitan pilotarlo de forma remota o incluso autónoma, puede ser una pieza clave para crear una flota híbrida de buques con y sin tripulación, algo en lo que ya están trabajando otras potencias como China. Su posible adquisición reforzaría la Flota Fantasma que EEUU ya ha desplegado en Taiwán.