La pelea por conquistar el espacio, en la que España ha dejado su sello, se ha vuelto cada vez más competitiva. El lanzamiento de Artemis I, los descubrimientos del rover Perseverance o el telescopio espacial James Webb son solo algunos ejemplos de cómo el 2022 fue el año de la exploración espacial —en especial, para la NASA—. Aunque también hay otros países, como China o Rusia, que tratan de disputarle el liderazgo a la agencia espacial estadounidense.

Sin embargo, no todos los países parecen haberse dado cuenta de la ventaja que tiene abandonar este planeta. Y es que, si algo tienen en común todas las construcciones que se realizan en la Tierra, ya sea desde un coche volador hasta este invento español que extrae agua potable del aire, es que cuentan con la limitación que supone la gravedad. Es por este motivo por el que investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) se han planteado realizar construcciones que serían imposibles en la Tierra.

Para ello, a bordo del cohete Falcon 9 Block 5 —perteneciente a la misión SpaceX CRS-26, que se lanzó el pasado 23 de noviembre— iba una caja del tamaño de un microondas. Así es, con esta estructura tan peculiar los investigadores del MIT pretenden poner a prueba si en el espacio sería posible hacer funcionar una invención que en la Tierra no hubiera tenido ningún recorrido.

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"Estos van a ser nuestros primeros resultados para un proceso realmente novedoso en microgravedad". Así de esperanzada se mostraba Ariel Ekblaw, la líder de esta iniciativa de exploración espacial del MIT.

Cómo funciona

Como suele decirse, todo está inventado. Y en este caso, no iba a ser menos, pues los investigadores del MIT no han diseñado nada nuevo como tal, 'simplemente' han combinado productos que ya estaban disponibles para todo el mundo con una fórmula que nadie había pensado nunca antes.

El astronauta John Cassada realizando experimentos en la ISS NASA Omicrono

"En lugar de inyectar aire, hemos inyectado resina", explica Martin Nisser, otros de los investigadores de este proyecto, acerca de la estructura que él mismo asemeja a la de un globo. De hecho, la capa exterior está fabricada con un elemento que también se encuentra al alcance de cualquiera: silicona flexible.

Sin embargo, lo más destacado de este dispositivo es el relleno de resina, que resulta sensible a la luz ultravioleta. De esta forma, cuando los 'globos' reciben un destello ultravioleta, la luz se filtra a través de la piel exterior y llega hasta la resina. Como consecuencia, se endurece la superficie de la propia estructura. Una vez en este estado, los astronautas pueden cortar la capa del globo para revelar su parte interior.  

Una muestra de la piel de silicona. Rapid Liquid Printing Omicrono

A simple vista, se trata de un proceso rápido. Sin embargo, todo esto es lo que ha ocurrido en la caja de metal, que parece una torre de ordenador, durante los 45 días que esta ha permanecido en la ISS. Aunque estaba previsto para el 11 de enero, la misión finalizó con una semana de antelación. Así, los investigadores del MIT contaban ya con las piezas para comprobar su éxito.

Su objetivo es asegurarse de que las estructuras son lo suficientemente sólidas como para continuar con su fabricación, aunque reconocen que la comprobación podría llevarles unas semanas.

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En caso de resultar exitoso, el siguiente paso sería... volver a llevarlo a cabo. "El segundo paso probablemente será repetir el experimento dentro de la Estación Espacial Internacional", asegura Ekblaw.

Construir en el espacio

La líder de este proyecto espacial no se conformaría con salir airosa en el segundo intento. Su intención última es la de construir grandes piezas en el exterior, en el vacío del espacio. Y es que este particular taller tendrá la ventaja de que "no habrá gravedad" que impida construcciones que con otras condiciones resultarían imposible, como presume la propia Ekblaw.

El astronauta de la NASA Mark Lee. Europa Press Omicrono

Hasta que esto ocurra, los investigadores del MIT fantasean con un futuro más cercano y realista en el que se construyan piezas más pequeñas. Por ejemplo, si un astronauta se encuentra en el espacio y tiene que reemplazar una tuerca, con esta caja no necesitaría esperar a que le llegase la pieza desde la Tierra. Bastaría con diseñar una estructura con la forma de esa tuerca en este dispositivo y llenarla con resina.

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Como es de esperar, los investigadores no han diseñado la caja para abastecer al astronauta de complementos tan anodinos como unas tuercas. También se plantean la posibilidad de que este invento sirva para acelerar grandes proyectos de construcción espacial, como serían, por ejemplo, las estructuras de los futuros hábitats espaciales.

La astronauta Nicole Mann en la cúpula de la ISS NASA Omicrono

Precisamente, una de las mayores limitaciones con las que se encuentran los ingenieros espaciales tiene que ver con las dimensiones de las naves y el espacio que ocupan algunas de sus piezas. La mejor muestra de ello es el telescopio James Webb. Este cuenta en su interior con un enorme parasol que tiene el tamaño de una pista de tenis. La única solución posible que encontraron fue la de plegarlo y planificar el proceso con el que posteriormente se desplegaría una vez llegado a su destino.

Si la caja con forma de microondas consiguiera proseguir en una fase no experimental, también sería una alternativa para reducir la carga de las naves. Esto implicaría una drástica reducción del coste, ya que por cada kilogramo de más que se transporte se estima que el lanzamiento viene a costar unos 2.000 euros más. Eso, trasladado a los pesos y medidas más habituales, conlleva un gasto cada vez más inasumible para la NASA y otras agencias espaciales.

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