Dron de combate CH-7.

Dron de combate CH-7. Corporación de Ciencia y Tecnología Aeroespacial de China (CASC) X (Twitter)

Observatorio de la Defensa

China pone a prueba su aeronave furtiva CH-7: un dron capaz de espiar, guiar misiles y operar sin ser detectado

Su misión principal será recolectar información sobre objetivos terrestres o marítimos y transmitirla en tiempo real a aviones de combate.

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China ha dado otro paso firme en su carrera por dominar el ámbito de la aviación militar no tripulada: su dron furtivo de combate CH-7 ha completado con éxito su primer vuelo de prueba. El ensayo, llevado a cabo en un aeródromo del noroeste del país, marca el comienzo de la fase de validación aérea para uno de los proyectos más ambiciosos de la industria aeronáutica china.

En esta fase inicial, los ingenieros validaron el control de vuelo, los sistemas de propulsión y los procedimientos de despegue y aterrizaje autónomos. Aunque el vuelo fue breve y de alcance limitado, marcó un hito crucial: fue la primera vez que el CH-7 —una aeronave de configuración sin cola— despega por sus propios medios.

La ausencia de estabilizadores verticales y horizontales convierte al CH-7 en una aeronave aerodinámicamente exigente. Este tipo de diseño, conocido como "ala volante", ofrece enormes ventajas en términos de sigilo, pero plantea retos de estabilidad que deben ser compensados por sofisticadas leyes de control electrónico.

Durante el vuelo, según la prensa local, los sistemas demostraron capacidad para mantener la actitud, seguir trayectorias y ejecutar maniobras básicas de modo autónomo, lo que sugiere una madurez considerable en la integración entre aerodinámica y control computarizado.

No se trató de un ejercicio de misión ni de capacidad de combate, sino de una prueba esencial para cimentar el desarrollo de fases posteriores. En los próximos meses, las pruebas aumentarán gradualmente en complejidad: vuelos a mayores velocidades y altitudes, misiones de larga duración y validación de sensores y bahías internas de carga.

El CH-7 fue presentado públicamente por primera vez en el Salón Aeronáutico de Zhuhai en noviembre de 2018, donde apareció como una maqueta a escala real.

Su diseño llamó la atención por su similitud con el prototipo estadounidense Northrop Grumman X-47B, lo que evidenciaba la intención de China de competir en la categoría de Vehículos Aéreos de Combate No Tripulados (UCAV) furtivos, una de las más tecnológicamente desafiantes.

Aunque en sus inicios se especulaba con un primer vuelo hacia 2019 y una producción a principios de la década de 2020, los avances fueron más pausados. El programa atravesó años de ajustes aerodinámicos y refinamientos en el diseño, visibles a través de sucesivas apariciones públicas.

En 2022, se presentó un modelo revisado con cambios estructurales: puntas de ala más afiladas, flaps rediseñados y una góndola de motor más alargada. Estos rasgos apuntaban a una mejora en la estabilidad y la gestión térmica, así como en la integración del sistema de propulsión.

Ya en el Airshow China 2024, la estatal China Aerospace Science and Technology Corporation (CASC) exhibió un fuselaje completo con acabado superficial y paneles funcionales, dejando claro que el programa se encontraba en una etapa avanzada.

Las primeras imágenes de 2025 mostraron la aeronave en rodaje, con recubrimientos característicos de prototipos de vuelo, y posteriormente en pleno despegue. Se ha mencionado incluso que los estabilizadores verticales del CH-7 pueden desmontarse según las necesidades de la misión, lo que aportaría flexibilidad operativa.

Diseño furtivo

El CH-7 adopta una arquitectura de ala volante propulsada por un solo motor a reacción, optimizada para reducir su sección radar (RCS) y su firma infrarroja. Posee una toma de aire dorsal que disimula el compresor y un escape plano destinado a dispersar el calor del flujo.

Esta combinación busca minimizar su detectabilidad desde múltiples ángulos, una característica esencial para misiones en espacios aéreos fuertemente defendidos.

Las estimaciones de rendimiento más recientes sitúan su envergadura entre 22 y 26 metros, su peso máximo al despegue entre 10.000 y 13.000 kg y su autonomía en torno a 15-16 horas.

Asimismo, podría alcanzar velocidades cercanas a 900 km/h y operar a altitudes superiores a los 13.000 metros. Internamente puede albergar sensores, combustible y armas, con una capacidad de carga útil que podría aproximarse a los 2.000 kg.

Más allá de sus características técnicas, el CH-7 encarna el concepto de “guerra en red” que impulsa la modernización militar china. Se espera que actúe principalmente como plataforma de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR), así como enlace de datos y designador de blancos.

Su misión fundamental será recolectar información sobre objetivos terrestres o marítimos y transmitirla en tiempo real a unidades tripuladas como el caza furtivo J-20, el caza polivalente J-16 o el bombardero estratégico H-6K.

Algunos analistas señalan que el CH-7 podría desempeñar un papel clave como nodo de mando avanzado, capaz de guiar misiles de largo alcance —ya sean lanzados desde el aire, la superficie o el mar— mediante enlaces de datos seguros.

Su velocidad y autonomía lo distinguen de drones tácticos más lentos, diseñados para operar junto a cazas tripulados bajo el concepto "fiel compañero". En cambio, el CH-7 apunta a operar de manera independiente, penetrando zonas de alta amenaza para proporcionar información crítica sin exponer a pilotos humanos.